Hasta la primera mitad del siglo pasado, los días de la Semana Santa eran de recogimiento, espiritualidad y devoción tanto en Barquisimeto como en el resto de Venezuela.
Ivan Brito López, cronista natural de la capital larense y de extraordinaria memoria, al ser inquirido por El Impulso acerca del recuerdo de estos días consagrados por la Iglesia Católica a la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, dice que el cambio de la sociedad ha sido total.
Aquellos días, que eran de inalterable fe conmovedora y de profundo pesar, luto y sentimiento venían repitiéndose tradicionalmente, año a año, en todos los sectores de la población.
A nadie, entonces, se le ocurría ir a la playa, ni a las montañas, ni montar una fiesta, celebrar un cumpleaños si en esas fechas estaba de aniversario, ni comer carne, ni siquiera hablar en voz alta.
El recogimiento era total, ya que casi ninguna persona trabajaba, toda la familia permanecía en casa, apenas se cruzaban algunas palabras entre las personas, prevalecía la oración y sólo se salía a la calle, para asistir a los oficios religiosos.
La devoción era generalizada, porque mayoritariamente la población guardaba rigurosamente los principios inculcados por la Iglesia y a ellos se agregaban las costumbres heredadas de la colonia: respeto absoluto por Jesucristo. Y tanto era así que se caminaba sin hacer el menor ruido, se ayunaba y la mayoría de las comidas eran dulces.
Iván Brito López hace acopio de lo que él vivió como niño y, desde luego, recuerda todo lo que contaron sus abuelos, además de reunir los conocimientos históricos que aún se han venido relatando.
Sucintamente, la rutina de aquellos días que arrancaban en la colonia y se habían prolongado hasta los años cincuenta y un poquito más era impresionante al día de hoy:
Pocas iglesias
Barquisimeto, hasta la primera mitad del siglo pasado, era una ciudad pequeña y con pocas barriadas, donde casi todo el mundo se conocía y vivía, como ya era tradicional, del comercio, y en sus cercanías había haciendas agrícolas y de ganado. Ni siquiera se pensaba en que esta ciudad tendría zonas industriales, las cuales fueron las generadoras del progreso al punto que llegó a ser denominada, ya a finales de los sesenta, en la capital del desarrollo.
Los ritos eclesiásticos de la semana mayor se hacían, como es natural suponer, en la iglesia de La Concepción, la primera que se edificó en la ciudad; y en las otras iglesias que existían para entonces: San francisco, que era la catedral, en el viejo casco histórico; Altagracia, San José, San Juan y La Paz.
Ritos rigurosos
Los ritos de la semana santa, como las de las misas de todas las demás semanas, eran rigurosos porque se regían por el latín, idioma que no era dominado por la población, pero cuyas palabras encerraban cierto misterio.
Los sacerdotes siempre oficiaban de espaldas a la feligresía y recitaban toda la liturgia de la misa en latín, tradición que finalizó en 1959 por el Concilio de El Vaticano en la época del papa Juan XXIII. Por cierto que el pontífice Francisco las ha vuelto a prohibir recientemente porque algunos sacerdotes radicales contrariaba la orden de aquel entonces.
Aunque la gente no entendía el latín, asistía fervorosamente a las iglesias y había poca participación, distinto a lo que ocurre hoy día. Eran muy solemnes esas ceremonias, había mucho protocolo y respeto.
Escenificación
Para escenificar la muerte de Jesucristo, trancaron toda la iglesia y ésta quedó a oscuras.
En ese entonces existían unas matracas de madera enormes, a las cuales golpearon con dureza y hacían un ruido estruendoso para significar la muerte de Cristo. Desde entonces se usa la frase cuando hay ruidos ensordecedores: “eso suena más fuerte que la matraca de Quíbor”, porque en la iglesia de Quíbor había una matraca muy grande que hacían sonar los monaguillos.
Después que pasaba ese acto, volvían a abrir los portones de la iglesia y seguía el oficio. Ese aspecto dramático de la ceremonia se mantuvo hasta principios del siglo veinte.
Procesiones
Una gran tradición ha tenido la procesión en semana santa del Nazareno del templo de San Francisco, la cual fue una promesa de una sobrina del padre José Macario Yépez, Almacia Yépez de Barrios.
La leyenda dice que ella se murió con el pesar de no haber podido mandar a hacer el Nazareno, quien se le apareció a un cura y le ordenó ir a hablar con el hijo de la señora, Flavio Campos Yépez, al que le transmitió algunas de las formas que debía tener la imagen, tal como lo había imaginado la que hizo la manda o compromiso.
La promesa fue hecha en 1869 y la procesión se comenzó a realizar en 1877, cuando se estrenó la imagen de madera, la cual fue tallada por el escultor caraqueño don Manuel González.
Esa procesión todavía sale, el miércoles de la semana santa, del templo San Francisco por toda la carrera 16 hasta la plaza Bolívar, cruza hacia la 17 y regresa al sitio de donde había partido.
En el pasado, la banda marcial del cuartel, donde estaba el batallón Piar, acompañaba a la feligresía.
La otra gran procesión era, y se sigue haciendo todavía, la del Santo Sepulcro de la iglesia de San José, acota. Se puede decir que es relativamente nueva porque la edificación data de 1934 cuando llegaron los padres redentoristas, quienes incorporaron las imágenes que existen allí.
Conviene hacer hincapié en que antes de ese templo había otro muy viejo y fue suplantado por el de los redentoristas. En el periódico El Cojo Ilustrado aparecieron fotos de la capilla de San José, correspondiente al año 1895 y se rinde culto no sólo a Nuestra Señora del Socorro, que es la patrona de los redentoristas, sino a otras imágenes muy bellas.
La procesión del Santo Sepulcro se hace cada viernes de la semana santa.
Y hay también otra procesión en la parroquia San Juan, en la carrera 15 con la calle 35, la del Santo Sepulcro que se va a encontrar con la de El Nazareno de San Vicente. Y se regresa a San Juan.
Visita a los templos
Existe, y se mantiene, la tradición de visitar templos en semana santa. Cuando había seis iglesias, no pasaba de ese total, pero luego, a medida que la ciudad fue creciendo y se levantaron otras iglesias, son siete los que la gente visita y, por supuesto, reza sus oraciones.
Estrenos
Había en aquella época dos días especiales para que la gente estrenara ropa: el 24 de diciembre y la semana santa.
Mi abuela estrenaba sus mejores trajes con motivo de la Navidad y el día de la procesión de El Nazareno, el miércoles de la semana santa, recuerda Iván Brito López.
Los que por motivos económicos no podían estrenar, lucían sus mejores ropas bien planchadas, aunque algunas veces las usaban remendadas. Bien limpiecitas.
Quienes tenían que cumplir promesas se vestían de nazarenos y la gente, en especial las mujeres, iban trajeadas con luto o con colores oscuros, medio luto o morado.
Comidas
Anteriormente se respetaba la costumbre del ayuno pascual y de no comer carne los días santos. Por lo general, se hacían buñuelos, cabellos de ángel, dulce de lechosa, arroz con leche y conservas.
Se comía huevos, pescado y chigüire, el cual era traído de los llanos en forma de salón. Al respecto conviene señalar que monseñor Martí, en su recorrido que hizo por todo el país a finales del siglo 19, vio a los chiguires nadando y autorizó que su carne se consumiera en Semana Santa. Aquí, en Barquisimeto, llegaba al mercado, que entonces estaba en los terrenos donde después sería levantado el Edificio Nacional.
Como no había refrigeración, la gente preparaba la comida con antelación porque en esos días casi no se trabajaba. Lo importante era la oración.
Prohibiciones
Los padres prohiben que sus hijos pequeños salieran, hicieran ruido y jugarán, obligándoles a tener un buen comportamiento, haciéndoles que los acompañaran a los ritos religiosos.
El sexo estaba totalmente prohibido y circulaba la conseja de que quien rompiera ese mandamiento se podía quedar pegado a su pareja.
No se podían bañar en los ríos o en las playas porque existía la creencia de que podían convertirse en especies marinas, como peces.
Música
La música que se podía oír en aquellos días era sacra y la primera emisora que salió al aire fue Radio Barquisimeto en 1938, pero también se ceñía a la tradición y transmitía piezas religiosas y clásicas. Esa tradición se mantuvo por décadas hasta los años sesenta cuando se puso fin a la misma y las radioemisoras y televisoras apenas han transmitido alguna que otra actividad religiosa.
De aquella época recuerda el cronista que los conjuntos se preparaban para tocar música acorde a la semana mayor y, por supuesto, los músicos de la Mavare formaban parte de los grupos que hacían sus interpretaciones en las iglesias.
Mi abuelo, Miguel Rafael López, quien era muy amigo de los padres de San Juan, tocaba el violín y buscaban a otros músicos para acompañar los oficios religiosos en ese templo.
Las cantantes más famosas de Barquisimeto, para la época. eran Silvia Giménez y Rafaelina Aguilar, que interpretaban melodías relacionadas con la Semana Santa. Y en la catedral cantaba Carmen Castillo mientras al órgano de fuelle -–hecho en el siglo 19– tocaba Críspulo Cuicas, quien era el maestro de capilla de San Francisco.
En la Concepción interpretaba Rafael María Aponte, maestro de capilla, lo cual, como sucedía en aquellos días, hacía mucho más solemnes los oficios religiosos.
Cofradías
La población era sumamente religiosa y se constituían cofradías. La Sociedad de El Nazareno, por ejemplo, tenía una intensa actividad en Semana Santa. Mi abuela, Ángela Rodríguez, que pertenecía a esa sociedad, trabajaba mucho porque los integrantes de esa agrupación tenían que hacer con tiempo colectas para comprar los cirios, las flores y preparar el mesón para los actos, así como tener el agua bendita, y otras cosas.
En San José estaba y todavía existe la Sociedad del Perpetuo Socorro, la patrona de los redentoristas que, por cierto, es una imagen rusa.
Y la patrona de San Juan es también una virgen, Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, que proviene de Jalisco, México.
De acuerdo con la información que se tiene, unos españoles le regalaron una imagen a una familia de apellido Prieto, la cual donó los terrenos para la construcción de la iglesia en honor a la santa ya mencionada a finales de 1790. Y el barrio lleva ese mismo nombre.
Movilización
No había transporte público en Barquisimeto, sino que el servicio para el traslado de personas lo realizaba el tranvía de a caballo hasta los años treinta.
Día de fiesta
El domingo de semana santa era día de fiesta, refiere Iván Brito López. Porque era el día de la resurrección de Jesucristo.´Se acababan los ayunos y la abstinencia. Y volvía la gente a reanudar sus actividades, sintiéndose santificada por haber cumplido sus obligaciones religiosas. De esa época sólo quedan los recuerdos que aquí hemos reseñado.
Pero, hemos vuelto a ver que la gente está acudiendo a las iglesias a reencontrarse con la fe, desesperada como se encuentra por la crisis económica, que nos ha golpeado duramente, termina su recuento nuestro entrevistado.