Las palmas recuerdan las palmas y ramos de olivo que los habitantes de Jerusalén batían y colocaban al paso de Jesús, aclamándolo como Rey. Ahora bien, lo más importante no son las palmas, sino que Jesús es nuestro Rey.
Varias veces huyó Jesús cuando lo querían proclamar Rey. Pero en la ocasión de su entrada a Jerusalén, pocos días antes de su Muerte se deja aclamar como Mesías y como Rey de Israel, como “el Rey que viene en nombre del Señor” (Lc 19, 38).
Y cuando ya comienza el proceso que terminaría en su Pasión y Muerte, Jesús, interrogado por Pilatos “¿Eres el Rey de los Judíos?”, no lo niega, pero precisa: “Mi Reino no es de este mundo” (Jn 18, 36). Ya lo había dicho antes a sus seguidores: “Mi Reino está en medio de vosotros” (Lc 17, 21). Y es así, pues el Reino de Cristo va permeando paulatinamente en medio de aquéllos y dentro de aquéllos que acogen la Buena Nueva.
Y ¿cuál es esa Buena Nueva? Es el mensaje de salvación de Jesús, que vino para salvarnos. Pero no para salvar a los judíos del yugo de los Romanos –como creían y esperaba muchos- sino que vino a salvarnos a todos de una opresión mucho peor que ésa: la del Enemigo de Dios y de todos nosotros, el propio Satanás.
Pero si el Reino de Cristo no es de este mundo ¿de qué mundo es? ¿cuándo se instaura? Ya lo había anunciado Jesús mismo en el momento en que fuera juzgado por Caifás: “Verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Dios Poderoso y viniendo sobre las nubes” (Mt 26, 64). El Reino de Cristo, aunque ya comienza a estar dentro de cada uno de los que tratan de seguir la Voluntad de Dios, se establecerá definitivamente cuando nuestro Rey vuelva a la tierra, en ese momento que el mismo Jesús anunció durante su juicio: en la Parusía (al final de los tiempos) cuando Cristo venga a establecer los cielos nuevos y la tierra nueva, cuando venza definitivamente todo mal y venza al Maligno. (cfr. CIC # 671-677)
Y ¿quiénes son los súbditos de ese Rey? ¿quiénes son su pueblo? Todos los que hayan sido -como Él- siervos de Dios, es decir todos los que hayan cumplido la Voluntad de Dios. Tiene sentido, entonces, lo que Jesús nos enseñó en el Padre Nuestro: “venga a nosotros tu Reino”. Tiene sentido pedir que Jesús venga pronto a instaurar su Reino definitivo, en el que seguirá siendo el Rey… y Rey para siempre!
Este Domingo de Ramos tendremos palmas benditas, para significar que proclamamos a Jesús como Rey de Cielos y Tierra, pero -sobre todo- como nuestro Rey, Dueño y Señor de nuestra vida y de nuestra voluntad. Amén.
¿Cómo será la Segunda Venida de Cristo?
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Isabel Vidal de Tenreiro