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Hace días la Comunidad Iberoamericana se reunió en la XXVIII Cumbre Iberoamericana de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en República Dominicana, donde aprobó tres instrumentos clave sobre el cambio climático como la “Carta Medioambiental Iberoamericana”.
Esta Carta consiste en la consolidación de la visión compartida de la Comunidad Iberoamericana frente a los desafíos del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación y en el establecimiento de compromisos que buscan garantizar el derecho de las futuras generaciones, al desarrollo sostenible y al disfrute de un medio ambiente sano.
Además, surge por la necesidad de las naciones Iberoamericanas de lograr combatir el cambio climático y las consecuencias de la degradación ambiental.
Se necesitan compromiso y acciones
Más que un acuerdo de cumplimientos, la Carta tiende a ser un compromiso de cada uno de los países para emplear políticas y prácticas que ayuden a conservar la biodiversidad y el hábitat. Para el biólogo Alejandro Álvarez Iragorry, coordinador de Clima 21, es un problema que solo sea un compromiso voluntario y no una exigencia de cumplimiento porque pasa que algunos países prometen el medioambiente pero no hacen ningún trabajo real por ello, como por ejemplo: Venezuela.
Según el ambientalista, Venezuela “es el único país de Sudamérica que no tiene un plan para el cambio climático”. Esto debido a que no se les exige a los países tomar acciones.
“Me queda un gusto no del todo finalizado que tiene que ver con que no hay compromisos ni objetivos específicos ni mucho menos maneras de saber si la Declaración pasó de ser simples buenas intenciones a algo más”, manifestó este 29 de marzo en entrevista ofrecida a De Primera Mano, programa nacional de Radio Fe y Alegría Noticias.
“Es una Declaración de buenas intenciones, pero sin objetivos específicos; no hay manera de saber si se está avanzando. Queda al ámbito de cada gobierno de cada país desarrollar acciones específicas para decir: ‘sí estoy cumpliendo’. Pero en la experiencia global que hemos tenido con distintos tipos de compromiso, es que si no hay objetivos claros que puedan ser medidos, tiende a quedarse (el acuerdo) solo en papel”, añadió.
Necesidad de políticas reales para el cambio climático
La Declaración de Santo Domingo, como se llama el acuerdo, aborda la triple crisis ambiental: cambio climático, diversidad biológica y contaminación para que todos los gobiernos generen políticas para estar preparados a los cambios que vienen, según dijo Álvarez.
Argumentó que es muy necesario que Venezuela desarrolle políticas de protección de la Amazonía y conservación de sus bosques, faunas y flora porque tiene altos índices de deforestación y graves problemas ambientales, especialmente problemas de contaminación marina.
Señaló que queda en manos de la sociedad civil recordarle a Venezuela y los demás países que hay que tomar medidas de prevención contra el cambio climático y garantizar los derechos a un ambiente adecuado para su desarrollo y bienestar.
“Necesitamos que haya un programa que vaya a todos los niveles (…). Se están produciendo daños a la salud y ambiental muy graves en el país”, dijo. Agregó que el Gobierno de Venezuela debería enfocarse con prontitud en evitar la contaminación del agua, los derrames petroleros y la contaminación derivada de las actividades mineras.
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