“…En un país sin respeto a sí mismo se borran los hechos ocurridos en el pasado con el trapo de un nuevo ideario, se reduce, se minimiza así la patria, los proyectos de otros se olvidan y las construcciones se abandonan, esa actitud habla claramente de mediocridad y ceguera política, debemos impedir que esto nos suceda. Cuando no se está orgulloso de su propia historia, cualquier nación camina al fracaso, y guiada por intereses mezquinos, asume la ideología del fracaso”.
Jorge Puigbó
Es una materia muy complicada por la cantidad de aristas que tiene y de la cual, por ser la más importante desde el punto de vista económico del país, se han escrito páginas y páginas de opiniones y estudios bien fundamentados, se trata de la industria petrolera. En un artículo anterior nos atrevimos a esbozar algunos aspectos, legales e ideológicos, que tendrían que estar claros en caso de que se planteare la elaboración de una nueva política petrolera que trate de evitar los abusos y por tanto minimice los fracasos en este campo, en ningún caso lo he hecho como experto en la materia, que no lo soy. Al momento de escribir esto, me encuentro con opiniones que parecieran indicar que en el fondo existe una concordancia, un acercamiento en cuanto a lo primordial, a lo necesario de unificar criterios sobre la materia y partir de una base mínima para discutir. Son dos vertientes de un mismo problema, la primera que tenemos que resaltar es la necesidad de apartar, en la medida de lo posible, la ideología política de la producción del recurso petrolero y ceñirse a un esquema netamente empresarial, que persiga los beneficios económicos como objetivo fundamental de la industria. La segunda, es una materia diferente, la que establece cómo se disponen los recursos provenientes de las utilidades que se generen por la explotación del petróleo por cuanto la Constitución y leyes correspondientes, señalan que es el gobierno el que los percibe como administrador del estado y quien mediante sus presupuestos es el encargado de disponer de ellos, el control de ese gasto corresponde como sabemos a la función contralora que debe ser profundamente revisada y adaptada para que de ninguna forma puedan llevarse a cabo el saqueo de nuestra riqueza. Es por lo anterior que hemos señalado lo indiscutible de la propiedad del petróleo: es de los venezolanos, quienes delegan su administración en el Estado. Hoy, el escollo principal ya todos los expertos y entendidos lo conocen y es la existencia de una normativa legal que impide darle entrada con garantías plenas a los posibles inversionistas extranjeros para que puedan traer, con la debida confianza, los dólares y la tecnología necesaria para extraer el petróleo, se tendría que desmontar previamente todo el andamiaje jurídico creado para ese fin, de lo contrario no se podrá avanzar, ni siquiera hablar, por cuanto no habría base legal de referencia que de soporte.
Frente a posibles cambios en la política petrolera, no hay que olvidar la información necesaria que se le debe suministrar a los venezolanos para que comprendan lo necesario de los mismos. Aunque parezca que sobra, debemos mencionar que muchos se sorprenderán del total desconocimiento que la mayoría de los venezolanos tiene acerca de la más importante fuente de ingresos del país, quizá debido a negligencia en la educación o a una forma de mantener deliberadamente desinformada a las personas, el hecho es que lo hemos conseguido y el desinterés nos obligará a realizar esfuerzos para superarlo en el futuro inmediato. Sabemos que la historia del petróleo en Venezuela se inicia con nuestros indígenas a quienes, con el tiempo, se les suman los conquistadores en la recolección superficial de una substancia llamada mene por los primeros. Es una historia relatada en abundancia, pero poco conocida por el pueblo y menos todo lo relacionado con su evolución política y técnica en el tiempo. Abstrayendo y resumiendo al máximo, es válido decir que, en este momento de nuestra historia, Venezuela, vista la evolución en el tiempo, por la razón que sea, fue eficaz en el control y desarrollo de la industria, la cual creció hasta convertirse en una de las primeras del mundo, pero desafortunadamente, no pasó lo mismo con los miles de millones de dólares, proveniente de la misma y administrados por los gobiernos, el enriquecimiento fácil lo impidió, el volumen de dólares fue tan grande que la tentación de la riqueza venció a la razón y para colmo, culmina esa crónica la llegada de una administración absurda que se apartó de cualquier norma ortodoxa y la convirtió en un esperpento, en un organismo híbrido para satisfacer todos los requerimientos políticos del gobierno desvirtuando su objeto como empresa petrolera.
Ahora se hace necesario retroceder y recordar brevemente a Petrolia del Táchira, primera compañía explotadora de petróleo venezolana y fundada el 12 de octubre de 1878, la cual fue desplazada, debido a su carencia de tecnología y capital suficientes, por empresas concesionarias estadounidenses las cuales asumieron el control de la explotación. Pasaríamos luego por un proceso de nacionalización de la producción y su entrega a empresas nuestras, finalizando luego con la creación de una gran empresa como PDVSA, la cual desgraciadamente terminó hipertrofiada por la política clientelista y finalmente destruida por la ineficiencia y la rapiña, recuento que traemos a colación solo para señalar que nos han devuelto al principio. Arrastrando el hándicap de empresa arruinada, endeudada, mala paga, desordenada y poco confiable ahora entramos en un proceso de solicitar ayuda para volver a comenzar. Esto es un hecho innegable que debemos asumir y del cual tenemos que partir sin estancarnos en la eterna rumia del si hubiera sido, si hubiéramos hecho.
Los venezolanos, con el transcurso de los años, desarrollamos técnicas propias y asimilamos todo el conocimiento posible para poder manejar la industria petrolera y así lo hemos demostrado; debido a esa preparación hemos indicado que los análisis técnicos, tanto en lo que se refiere al hidrocarburo, su localización, extracción, etc., como a su administración, manejo financiero, mercados, etc., son suficientes y están guardados en los cientos de escritos realizados por venezolanos, con el aval de ser considerados en el mundo como verdaderos expertos en la materia. Aquí no hay nada que inventar, lo que hay que hacer es desechar todo aquello que se convirtió en una rémora para el desarrollo y sostén de la empresa petrolera, apartar resabios ideológicos e intereses políticos para buscar una unidad de criterios que se recoja en un plan, en una política petrolera seria para la nación.
La industria petrolera en Venezuela es hechura de personas que, con entera dedicación, por años, la fueron forjando en un marco de excelencia, es ejemplo de progreso y civilidad. En un país sin respeto a sí mismo se borran los hechos ocurridos en el pasado con el trapo de un nuevo ideario, se reduce, se minimiza así la patria, los proyectos de otros se olvidan y las construcciones se abandonan, esa actitud habla claramente de mediocridad y ceguera política, debemos impedir que esto nos suceda. Cuando no se está orgulloso de su propia historia, cualquier nación camina al fracaso, y guiada por intereses mezquinos, asume la ideología del fracaso.
Jorge Puigbó