Si en algo han sido eficientes en convencernos o vendernos los países más desarrollados del planeta es que ellos por latitud geográfica, clima y otras condiciones ambientales, tienen las mejores razas bovinas del mundo y que a nosotros los habitantes del sur del planeta no nos queda otra cosa que buscar mestizajes con sus razas , bajo su monitoreo científico, con el objeto de mejorar algo nuestra producción aunque siempre confinados a estar en déficit y por ende supeditados al control de los países del hemisferio norte.
Sobre estos paradigmas de distribución de las condiciones o bondades genéticas imperantes en el planeta desde la noche de los tiempos los países desarrollados nos han ocultado la verdadera conformación actual de su progreso en los diferentes ámbitos de la producción alimentaria, incluyendo la correspondiente al ganado bovino. Cuando lo cierto es que como en todo el proceso evolutivo de la humanidad los avances se logran con el uso de la inteligencia aplicada a los métodos y operaciones que estructuran la producción.
No fue otra cosa lo que hizo Roberto Bakeweel (1725 -1795), en 1760 cuando al encargarse de su granja en Dishley, Inglaterra, se propuso organizar y esquematizar sus vacas para certificar mediante un pedigree su pertenencia a una determinada raza. Este esfuerzo fue posteriormente soportado con la creación de asociaciones, quienes en fin de cuenta son las responsables de la vigencia genética de cada raza bovina en particular.
Bakeweel se sirvió del cruce entre animales similares sin temerle a la consanguinidad pero evaluando permanentemente la transmisión de características monocigotas para evitar deformaciones morfológicas. Su gran aporte fue de esta forma crear las razas nuevas que actualmente conocemos y la posibilidad de crear., mediante procesos de adaptabilidad, razas sintéticas eficientes en cualquier lugar de nuestro planeta. Esta es la base del Girolando brasileño, el Apéndice 3 australiano y el Carora en Venezuela, para nombrar solamente algunas de las más reconocidas internacionalmente.
Quiere decir, reflexionando sobre lo escrito hasta ahora, que para buscar el mejoramiento de nuestros rebaños bovinos en Venezuela debemos partir de los conocimientos de nuestros ganaderos y de nuestros investigadores para convertirlos en una plataforma sobre la cual construir el desarrollo de nuestra ganadería. De tal modo se necesitaría mayor inversión oficial en consolidar los ensayos de nuestros productores de vanguardia y al mismo tiempo reforzar las investigaciones de nuestros académicos y científicos en el área.
Pero en Venezuela lamentablemente estamos muy lejos de alcanzar este engranaje funcional entre ganaderos, investigadores y gobierno y por esta dispersión es que dependemos del esfuerzo solitario de algunos productores líderes para abastecer nuestro mercado interno.
El que las vacas Holstein, las Yérsey, las Pardozuiso tengan un alto potencial genético para producir leche no es algo que sus asociaciones de raza lograron de manera inercial sino que es el resultado de años de investigación aplicada, de control de enfermedades, de estudios de progenie, de análisis en materia nutricional. En fin, cada paso en las mejoras genéticas de estas razas ha tenido como motor la inteligencia humana y el esfuerzo de los ganaderos en incorporar sus frutos a sus rutinas de trabajo y producción. Y por ello estas bondades genéticas de las vacas funcionaran siempre y cuando los productores las repitan en sus ámbitos particulares de trabajo.
A este respecto toca en nuestro país realizar ese gran esfuerzo para organizar todas las variables productivas de las cuales disponemos para integrarlas en un modelo viable que nos lleve a desarrollarnos como país autosuficiente en producción de leche y carne.
Decía uno de los grandes sabios de la genética que el mejor ganado del mundo es aquel que mejor se adapte a las particularidades de cada región. Por ello no dejamos de repetir que el mejor ganado lechero del mundo para Venezuela es el Carora. Con la ventaja que esta raza cuenta con una Asociación que es ejemplo en toda Latinoamérica por su organización y sus métodos de trabajo, Asocrica, presidida por Mario José Oropeza y Gerenciada por Julio Cesar Álvarez.
En base a estos criterios podemos concluir que las mejores vacas del mundo no son aquellas que podemos importar sino aquellas que podamos criar y mejorar con base a la inteligencia venezolana, con base al esfuerzo venezolano. Son así pues las vacas Carora las mejores vacas del mundo con la cual podamos contar los venezolanos.
Jorge Euclides Ramírez