La gestación de un panorama político diferente parece ser un tema muerto en el imaginario colectivo del venezolano, quien hoy ve como el mes de enero presenta una duración superior a los noventa días, porque la economía doméstica se estancó, dejando el consumo en mínimas expresiones lo cual recuerda sobre el problema de fondo cuyo punto central es la estabilidad política; donde el riesgo país debe minimizarse, dando cabida a la construcción de una sociedad que no dependa en su totalidad de la emisión monetaria del banco central, entidad que debe ejercer políticas monetarias como solución a los ciudadanos, y no ser un problema con infinidad de efectos adversos.
Asimismo, la realidad económica golpea todos los ejes que interconectan a la sociedad porque una baja productividad en los servicios derivados de las instituciones del Estado, debido al gran deterioro salarial que padecen los empleados públicos, deja como saldo el caos general porque nada puede funcionar en los lapsos requeridos dejando en orfandad a los ciudadanos que hoy no cuentan con un amparo institucional donde acudir ante sus diferentes demandas. Por ello un ligero cambio como el de la flexibilización del impuesto a las grandes transacciones en divisas puede dar un respiro necesario en lo económico a lo inmediato.
Por otra parte, existen unas acciones que son ejecutadas en la actualidad por variables con poder de afectación al sistema, las mismas van a imponer a su ritmo el escenario que más favorezca una apertura del país bajo un pragmatismo multinivel, que parece favorecer a la distancia al recambio político. Porque los cursos de acción tomados por los decisores políticos así lo demuestran, por ello es propicio avizorar que el año en curso es el tiempo del regreso de la política al territorio nacional; circunstancia sobrevenida para que los grandes liderazgos transformen lo que parece perdido.
En resumen, el tacto que algunos exponentes de la política comienzan a desplegar en su accionar público da cuenta del potencial humano que posee el país, porque ante los embates exterminadores del trasnocho ideológico, aún perviven individuos con potencial transformador que miden su tiempo para no desgastar lo que han logrado construir con su trabajo. Porque los tiempos en lo social no son para los posmodernos que viven en la realidad líquida, donde la inmediatez determina el accionar a seguir; lo cual dificulta la gestación de cambios duraderos, que es lo que la providencia parece reservar para un país que nunca renunció a ser grande.
Finalmente, las expectativas que se avivan ante un panorama de primaria es un preludio a lo que realmente se puede construir con unas elecciones, donde los individuos puedan ejercer su poder de cambio y sellar con su voluntad el milagro latinoamericano que todos aspiramos. Porque Venezuela no es esa expresión que el continente ve con menosprecio; la cual quedará como un mal recuerdo de un país equivocado de perspectiva, el cual añoro una siembra de petróleo que ya era cosecha a comienzos del siglo XXI, y que hoy sus herederos están obligados a resarcir forjando con su voto un verdadero cambio que sea perdurable en el tiempo.
Eduin Adjunta
@adjunta90