Hay lectores que no perdonan al novelista la muerte del personaje que les ha conquistado. Pero el escritor suele ser inocente porque su obligación es reflejar la vida, y en la vida sólo hay dos certezas: que tú y yo estamos aquí y que vamos a morir.
Todo lo demás es más o menos probable e incierto: no sabemos con seguridad qué va a ser de nosotros dentro de un día, una semana, un mes, cinco, diez, veinte años.
Todos los días deberíamos pensar en la muerte porque nacemos con ella.
Platón afirmaba que la filosofía es, en el fondo, una meditación sobre la muerte. Quería decir, con esa contundencia, que quien pasa por la vida sin pensar en la muerte vive como un sonámbulo.
Hoy amanecí reflexivo y no sonámbulo. Más cercano a mis amigos. Por supuesto, a quienes lo son con el corazón.
No quiero una mala interpretación en la introducción de mi artículo. Es una simple tertulia que me llena de emoción y poco a poco me va diciendo quienes son todos los que son. Es algo bastante literario. No son todos los que están ni están todos los que son.
Hace poco me tocaron la puerta. Un cáncer en el cardias afecta mi cuerpo. En anatomía se trata del orificio superior del estómago por el cual comunica con el esófago.
No digo que me estoy muriendo ni que voy a hacerlo pronto, a mediano o largo plazo porque el dueño de mi vida es Dios y a él estoy encomendado. Además, siempre me he preguntado donde queda la frontera que separa la vida de la muerte.
El alma es espiritual y no puede morir, pero nos morimos porque además de espirituales somos materiales y lo material se divide o corrompe.
Al principio Dios otorgó a Adán y Eva el don de la inmortalidad corporal, pero lo perdieron por el pecado original. Desde entonces todos los hombres mueren.
La muerte consiste en la separación del alma y el cuerpo. Tiene lugar cuando el cuerpo se deteriora tanto que el alma es incapaz de mantenerlo en vida. Entonces se produce la ruptura. El cuerpo sin alma pasa a ser un cadáver. En cambio, el alma se dirige a su destino.
Honraré la vida en sus múltiples formas consciente de que cada ser está cumpliendo su propósito. Nada fue creado para llenar espacios, todos estamos aquí recordando nuestra misión, recordando quienes somos y despertando del sueño sagrado para volver a casa.
Jamás abandonaré a mis amigos, menos a quienes me acompañan en estos momentos difíciles y me seguirán bendiciendo el camino. Si ellos durante años han estado brindándome amor y compañía, yo he contraído una deuda, la de no traicionar nunca esa amistad, porque hacer un amigo es una gracia, tener un amigo es un don, conservar un amigo es una virtud, ser amigo es un honor.
Orlando Peñaloza