La mayoría de las mujeres en el mundo sufren desigualdad y son discriminadas diariamente. El solo hecho de ser mujeres las hace enfrentar episodios de abusos, violencia y tratos desiguales en su hogar, en el trabajo y en sus comunidades. Venezuela no es la excepción. La emergencia humanitaria compleja que padecemos en el país agudiza los problemas de desigualdad de género, convirtiéndolas en uno de los grupos más vulnerables y afectados en estas últimas dos décadas.
De acuerdo al Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial de 2021, la mujer venezolana tiene un 29% menos de posibilidades de tener igualdad de oportunidades en la educación, la economía y la política, en comparación a los hombres. Nuestro país se sitúa en el puesto 91 de este ranking de 156 países. Según los datos de la Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida del 2022 (ENCOVI), el nivel de ocupación de las mujeres en el mercado laboral en nuestra nación apenas alcanza el 32,9%. Socialmente se espera que las mujeres tengan como papel principal los trabajos domésticos y de cuidados, lo que limita el tiempo que pueden destinar en trabajar o estudiar, haciéndolas menos competitivas en el mercado laboral.
En el tema de la salud la situación tampoco es alentadora. Los datos de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Venezuela muestran que en los últimos 15 años las cifras de mortalidad materna no han disminuido. Gran parte de las mujeres venezolanas que requieren medicamentos para los embarazos y los partos no pueden adquirirlos por falta de recursos económicos. Ellas han visto cómo en estos 23 años su acceso a la salud se ha deteriorado, siendo privadas de un derecho fundamental para la vida que debe ser garantizado por el Estado.
Que las mujeres cuenten con igualdad de oportunidades y derechos es un aspecto esencial en nuestro camino para hacer de nuestra nación una más justa para todos. Este no es un tema suplementario o secundario, todo lo contrario, es un eje fundamental que debemos abordar desde diferentes ángulos. Necesitamos de todos para salir de este terrible episodio y lograr el cambio político y cultural que nos hace falta para reconstruir a Venezuela.
La justicia de género no es solamente garantizar derechos básicos para las mujeres. También se trata de generar mecanismos para lograr sociedades más justas y que nos permitan erradicar la pobreza, violencia y desigualdad que sufren en su día a día. Hoy más que nunca urgen políticas públicas que apuesten por el bienestar de las mujeres, su dignidad y progreso, en pro de una sociedad más justa. Todos y todas tenemos un papel fundamental que desempeñar para lograr que esto sea una realidad en Venezuela.
Stalin González