«La ley solo existe para los pobres;
los ricos y los poderosos la desobedecen cuando quieren,
y lo hacen sin recibir castigo porque
no hay juez en el mundo que no pueda comprarse con dinero».
Marqués de Sade
Ya el coronel psicópata va a festejar más años en el ejercicio de ese cargo de libre nombramiento y remoción, que un Jefe de Estado demócrata al frente de su nación. ¿Será que es un súper gerente o alguien súper honrado que sería un daño de Estado quitarlo de ese puesto? Pues no, todo lo contrario, se trata de un delincuente de siete suelas, de un corrupto experimentado, de un hombre con varios trastornos de la personalidad entre ellos la psicopatía y de los psicópatas se ha comprobado que cuando están al frente de las instituciones las corrompen. De tal manera que la fuerza de los dólares producto de la corrupción, ha mantenido y mantiene al coronel psicópata al frente de esta institución. Este coronel a quien no se le divisa el honor y que por cuyos expedientes criminales nunca más será ascendido porque sería una afrenta a todo el cuerpo castrense; ha corrompido el sistema y corrompe a todos aquellos de quienes depende su puesto o cargo circunstancial para seguir atornillado. Y si estos ya están corrompidos y enmascarados de decentes, el mandado ya está hecho, de manera que la tarea se le hace más fácil. Así los miles de dólares que les inyecta a sus jefes, lo mantienen impune, inmune e incólume en la empresa, haciéndose de miles de dólares producto de la corrupción, las coimas, las extorsiones, los enésimos delitos y con la venta inmoral, antiética, ilícita, ilegal e ilegítima de títulos valores estafa, para burla y perjuicio de la sociedad. Estos documentos estafa, son de alta demanda entre grupos de desadaptados y entre gente que con toda certeza, no obtuvieron en sus casas ni formación en principios, ni educación en valores y mucho menos cultura espiritual; por lo que osan y pretenden mofarse del creador del universo, pero de Dios nadie se burla; y criminalmente con sus caras muy lavadas y sin escrúpulos; no solo irrespetan y violan las leyes de los hombres sino también las leyes del Rey de reyes. Y se burlan, se carcajean y se sienten justificados pavoneándose y regodeándose en su salsa, por el daño que hacen a la sociedad, y a sus almas, olvidando que al morir deberán dar cuentas ante el tribunal celestial, sino es que antes les pongan los ganchos y deban dar cuenta ante los tribunales de los hombres.
Tengan presente pestilencias, el dictum latino, memento mori, que significa literalmente “recuerda que morirás”. El uso de esta frase se empleaba para recordarle a un militar triunfante en un evento bélico y ustedes no han estado ni triunfado, ni siquiera en una guerra de minitecas. Por tal motivo el dictum latino lo era para aconsejarle al militar que no fuese soberbio, pues la condición mortal es infranqueable. Esta expresión de alerta la pronunciaba el siervo para que al general que entraba vencedor a la ciudad se le bajen los humos, cuando se siente y cree que es un hombre con poder absoluto y omnímodo y que igual se baje de las nubes en las que creen flotar por las ínfulas que le da sentirse mejor y más que los demás, contaminado por supuesto con el síndrome de hubris, por no saber administrarse en su poder ocasional. Esta advertencia para el crecimiento espiritual tiene su origen en una peculiar costumbre de la Antigua Roma. Cuando un general desfilaba victorioso, con toda su pompa y echonería, henchido con su pecho de paloma engreído de jactancia y prepotencia, lleno de su “grandeza” circunstancial, por las calles de Roma, entonces tras él un siervo se encargaba de recordarle las limitaciones de la naturaleza humana, con el fin de impedir que incurriese en la soberbia y pretendiese, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder ignorando las limitaciones impuestas por la ley y la costumbre. «¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre». Y serás juzgado después de tu muerte por los dioses.
En visitas que son indelegables por obvias razones; el superior cinco para las doce, es ahora asiduo visitante del coronel psicópata. Y desde luego sus apariciones sorpresas en la institución en días no laborables para entrevistarse con el psicópata, no son sorpresivas para este último, sino para los funcionarios y los usuarios ingenuos ajenos a los guisos que estos dos se traen entre manos; pues las visitas tienen un propósito de furtividad de la coima y la corrupción. Cinco para las doce viene a recoger su cuota de corrupción en miles de dólares directamente y sin intermediarios de las manos sucias del doctor fraude y eso no lo puede delegar en nadie de su confianza. Esos tres mil dólares y creciendo que recibe cinco para las doce con regularidad, son la mascada, el soborno y el cohecho, para mantener al coronel psicópata en la jefatura de la institución, importándole una mierda la destrucción social y espiritual que eso implica; porque el doctor fraude es un corrupto experimentado que le garantiza a cinco para las doce su entrada ilícita y delictiva de dinero negro a costa de los usuarios y del perdido prestigio de la institución. Y si, en poco tiempo, este cinco para las doce se las ha ingeniado para evadir al personal de la institución, pues se presenta a la empresa furtivamente para que no lo aborden los clientes internos, ni los clientes externos y no tener que escuchar ninguna queja, ni ninguna denuncia en contra del coronel psicópata, porque es su socio y coautor de los delitos que se fraguan y ejecutan en la corporación. Y así de este modo mantienen este par de canallas el espejismo de Narnia.
Cinco para las doce, se hace el güevón, se hace el Willie Mays, se hace el sordo, el ciego y enmudece para no expulsar al coronel psicópata de la empresa a la cual ha corrompido. Se juntaron la delincuencia y las ganas de delinquir. Cinco para las doce juega inescrupulosamente al desgaste de los denunciantes y de los dolientes de la institución y no obstante los hechos de corrupción y las prueba evidentes en contra del doctor fraude, que se le hacen llegar y que él las recibe por distintos medios; este general mantiene y ratifica al coronel psicópata a la cabeza de la empresa. Además es irrelevante darle pruebas a cinco para las doce de los delitos que comete el doctor fraude, porque este su jefe, conoce muy bien al coronel psicópata. Y es que las cavilaciones de cinco para las doce, son propias de un delincuente; de modo que mal podría este amiguito cómplice del licántropo y voyerista, del narcisista y psicópata doctor fraude, ambos corruptos encubiertos; matar a la gallina de los dólares sucios. Porque se anularían las entradas de dinero que no declaran al fisco y con las cuales hacen alarde y ostentación de ser gente solvente económicamente con dinero sucio; pero insolventes morales, éticos y espirituales. Fraude o el doctor fraude es la ficha de cinco para las doce, para hacerse también de miles y miles de dólares, dando discursos engañosos sobre corrección y decencia.
Pero la máxima prueba de la corrupción, del carácter y de la personalidad corrupta de cinco para las doce, es la presencia y permanencia del coronel psicópata al frente de la institución. Sin duda son un par de corruptos, con muchos cómplices. No ha marcado cinco para las doce, distancia de este indecente personaje, el coronel hipócrita, el coronel psicópata, narcisista, voyerista y licántropo. Es más, cinco para las doce hace alarde de fotografías en las redes sociales junto al psicópata donde nada más les falta darse besitos. ¿Para qué conserva y ratifica cinco para las doce al coronel psicópata allí en ese puesto o cargo? Una razón tan obvia como una verdad de Perogrullo, deja claro que es para mantener la criminalidad haciéndose de bajo perfil de miles y miles de dólares para sus bolsillos personales. ¡Cuánta inmoralidad y deshonestidad!, la de estos dos militares que con las caras duras como piedras, sin importarles un coño los escupitajos que les da la opinión pública, por indeseables, por ser vox populi sus actuaciones indecorosas, que cuales pestes y cánceres en la administración pública, anteponen sus bajezas y su falta de principios y de valores para seguir parasitando y desprestigiando a la institución, en vez de dejar una huella de pureza y de honor para la historia en sus pasos por esta empresa que ha tenido la desgracia que el coronel psicópata se haya atravesado en su destino. No hay mayor cosa que hacer para salvar a la institución, mientras estos dos, cinco para las doce y el coronel psicópata actúen al unísono como equipo criminal en asociación para delinquir.
De la oficina que ha secuestrado para sí el doctor fraude, se le vio a cinco para las doce, salir con el rostro risueño y los bolsillos abultados de su ‘bluyín’ que apenas lograba cubrir la guayabera, ese día de las ahora acostumbradas visitas indelegables. Si tan solo fraude y cinco para las doce fueran lo que aparentan ser, eso sería el mejor modo que se les avistaría el honor.
En la siguiente historia, se ilustra la actitud de este general cinco para las doce. Donde tapa las excretas del coronel psicópata para ocultar también las propias. Se trata de una narrativa donde los jefes corruptos se hacen de la vista gorda ante las denuncias que reciben en contra de otros jefes subordinados también corruptos, porque están implicados hasta la médula por ser ellos mismos los que lideran las bandas delictivas. Así encontramos retratada a continuación la situación que se vive en la institución.
“El oidor y sus intereses inconfesables”:
No encontraba el indio razón por la cual el «estado de descomposición» permanecía incólume, pues en su caja de valores no había desconfianza. Su naturaleza ingenua y desprevenida lo llevaba a creer en el Cacique al que siempre le narra las prácticas y mañas de la tribu. Desconocía el indio que ese oidor es uno de los cabecillas y el más interesado en que nada se enderece porque propugna los fines ilícitos que mancillan las costumbres tribales. Sin sospecharlo, estaba acudiendo el indio al Jefe de la delincuencia de las tribus, denunciando ante la persona menos indicada, pues quien siempre le oía se alertaba y revelaba las confesiones que recibía, pero en provecho de la delincuencia; de tal modo que conocían entonces el Cacique y su banda de indios desadaptados los pasos a seguir para mantener a salvo sus cimarrones y se servía de la confianza que le tenía el aborigen para prevenir a sus ladrones, a sus malhechores.
El oidor incorrecto, es el delincuente encubierto que recibe toda la información que se le suministra de buena fe para que haga lo que debe hacer en función de acabar con el estado de descomposición de la tribu y evitar su desaparición. Y por el contrario el jefe que recibe la denuncia lo que hace es blindar las debilidades y la fuga de información que ponen en peligro sus «intereses inconfesables».
Para el oidor, las denuncias que recibe del indio las trata delante de él como puerilidades y por tanto noticias sin trascendencia o que no merecen mayor interés o cautela ; cuando en realidad constituyen el asunto medular que destruiría toda la «cosa nostra». Pues sí, la nostra tribal. Tal como la cosa nostra siciliana. O la nostra institucional. Parece una exageración y no lo es. Se trata de asuntos de una mafia interna que tiene demasiados tentáculos y muchos intereses como para que por la sola denuncia y persistencia del indio, entonces se acabe con toda esa corruptela.
Pero, insiste el indio en ir donde el mismo Cacique a exponerle siempre las vicisitudes de la tribu y los malos pasos en que muchos andan y con una confianza extrema es prolijo en detalles; pero siempre se encuentra con las mismas vainas, con las mismas piedras, con las mismas trabas y excusas, con unos ojos ciegos y unos oídos sordos, que evaden la realidad. De modo que el error siempre ha sido hacer la denuncia ante los cabecillas de la banda que ocupan los cargos de liderazgo, encubiertos de gente sana y decente. Si los jefes lo permiten, ¿entonces que se puede hacer? Un celestinaje perverso había llevado a la organización de la tribu a un despeñadero, porque el oidor tiene intereses inconfesables.
«Muchos de ellos, por complacer a tiranos, por un puñado de monedas, o por cohecho o soborno están traicionando y derramando la sangre de sus hermanos».
Emiliano Zapata
Crisanto Gregorio León