Vicente Landaeta Gil protagonizó el primer accidente de aviación militar #4Mar

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Cuando eran las 8:55 de la mañana del 4 de febrero de 1931, un estrepitoso accidente terminó de despertar la apacible Barquisimeto pese a que el campo de aviación de aquella ciudad estaba retirado.

Según el Informe de Búsqueda y Salvamento Aéreo (del inglés Search and Rescue) SAR 04–02-31 N° 01, un avión marca Farman-190, de fabricación francesa, color verde oliva y marrón claro, con una tripulación compuesta por el teniente Vicente Landaeta Gil, el teniente Julio Fortoul, mecánico electricista; los subtenientes Alfredo García y Ángel Stoppello, el cual cumplía la ruta Maracay-Barquisimeto y formaba parte de una escuadra de cuatro aeronaves, se estrelló en el campo aéreo de Barquisimeto debido al mal tiempo y la impericia del piloto.

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Apunta el cronista y articulista Carlos Eduardo López, sobre el fatal accidente, que el cuarto avión pilotado por el teniente Vicente Landaeta Gil se retrasó, sin embargo, al poco fue avistado y cuando se disponía a aterrizar se precipitó estrepitosamente en la pista, desprendiéndose el motor y capotando con violencia se destruyó con el impacto. 

«El teniente Landaeta salió despedido del aparato y murió en el acto. Julio Fortoul, quedó levemente herido, y los otros dos tripulantes resultaron ilesos en este suceso que marcó un hito en la historia de Venezuela», informó El Nuevo Diario, en su edición N° 5.494.

Con múltiples contusiones, el piloto Landaeta Gil fue conducido a la clínica del doctor Honorio Sígala, donde falleció producto de la gravedad de las lesiones, subraya el cronista López adicionando que este accidente fue presenciado por cientos de espectadores, entre ellos el agudo fotógrafo Evaristo Reyes Yánez, quien realizó varias tomas del malogrado evento.

Apunta, que el afamado fotógrafo logró capturar para la posteridad el avión clavado en la pista; el traslado de los lesionados y la presencia de las autoridades militares y público. 

«Reyes Yánez produjo un juego de ocho postales alusivas a la tragedia que se agotaron rápidamente. Entre el público presente se encontraba el coronel Domingo Romero, jefe de las Armas Nacionales acantonadas en esta plaza, quien se encargó del traslado de los lesionados. Al tanto, arribaría el presidente del Estado, Eustoquio Gómez, quien nunca más se montó en una aeronave.»

La Sagrada”, la guardia personal del Benemérito presidente acordonó el lugar del accidente, y ni el mismísimo comandante general de la Aviación, que se encontraba en Barinas, pudo ingresar al sitio hasta que don Eustoquio lo autorizó.

Entre las anotaciones del cronista Carlos López, resalta que el cuerpo del infortunado piloto fue velado en la clínica Sigala; trasladado luego al templo de la Inmaculada Concepción y sepultado en el cementerio general. Al tiempo que los dos aviones que lo acompañaban, y parte del escuadrón, sobrevolaron el camposanto en señal de duelo.

Aeródromos en todo el país

En la década de 1920 durante la dictadura del general Juan Vicente Gómez se construyeron aeródromos y pistas de aterrizaje en todo el país, a fin de que los aviones de la recién creada Fuerza Aérea llegaran a todos los rincones de la geografía nacional de manera expedita. 

El Impulso en su edición del 3 de mayo de 1928 reseño que ese día se produjo la primera visita de aviones militares a Barquisimeto, iniciándose las maniobras aéreas en la capital larense. En este contexto, el piloto Landaeta Gil, quien era pionero de la Escuela de Aviación Militar de Venezuela, formaría parte de las prácticas y maniobras en estos campos de aterrizaje.

La base aérea de Barquisimeto lleva su nombre como sentido homenaje a aquel piloto pionero y quien fuera el primero en fallecer en un accidente aéreo en Venezuela.

La extraña teoría

Algunos periódicos del momento y entre muros, surgió el comentario que las causas del accidente aéreo en el Campo de Aviación de Barquisimeto, posiblemente fue el resultado de una extraña teoría de navegación que aplicaba el teniente Vicente Landaeta Gil, según la cual este piloto podía prescindir del uso de los instrumentos de vuelo.

A juicio del investigador y escritor Freddy Pedrique Pérez, este suceso generó todo tipo de especulaciones, por lo que el francés Robert Guérin, en su condición de consejero técnico del Ministerio de Guerra y Marina, además de instructor de vuelo de la Escuela de Aviación Militar, se dirigió inmediatamente a Barquisimeto para realizar las pesquisas necesarias y lograr dar con las causas del accidente. Era la primera investigación de su tipo en el país.

Escribe Pedrique que Guérin comenzó por recoger las impresiones de lo visto tanto por el teniente Julio Fortoul y los subtenientes Alfredo García Fontiveros y Ángel Stoppello, sobrevivientes, así como los testimonios de las personas que presenciaron el accidente. 

Frente a la diversidad de los datos obtenidos, infirió que, a pesar de lo brusco del aterrizaje —en el caso de que hubiese sido así—, los daños que presentaba la aeronave eran «anormalísimos». 

Por otro lado, -prosigue el investigador-, según el criterio del consultor técnico, al momento de aterrizar, el aparato «ha debido ser succionado y aplastado en el suelo por efecto de un remolino descendente…». Atribuía esto a una situación atmosférica generada por el calentamiento del aire debido al sol, creándose «hoyos de aire», que al ser reemplazados bruscamente por capas de aire frío disminuía la densidad de este. 

Recordaba Guérin sucesos similares ocurridos anteriormente en ese campo, en aeronaves sin accidentes que lamentar, por lo que aseguró en su informe: «… no creo que Landaeta haya cometido un error de pilotaje; era él calmoso y prudente; siempre puse en él una gran confianza para acometer las maniobras delicadas de aterrizaje y de despegar…».

Así resultaban absueltos de responsabilidades Landaeta y su terca teoría de navegación, teoría por cierto cuyos detalles se llevaba a la tumba el malogrado aviador.

Luis Alberto Perozo Padua

Periodista y cronista

[email protected]

IG/TW: @LuisPerozoPadua

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