Para la salud democrática de Venezuela, es necesario que todos votemos. Que se inscriba el que no lo esté, que actualice sus datos el que se haya mudado y que los verifique cualquiera para que no tenga dudas ni lo deje para última hora cuando no haya remedio.
Informa la página del CNE que hay mil quinientos puntos de Registro Electoral distribuidos en todas las parroquias del país donde el ciudadano puede inscribirse, verificar sus datos o actualizarlos. En el cumplimiento de ese deber ciudadano que constitucionalmente es un derecho, los partidos políticos y las organizaciones de la sociedad civil tienen una responsabilidad de promoción y asistencia. La verificación puede hacerla cada quien desde la computadora. En la sección correspondiente de la página del CNE, escribe su número de cédula y listo.
Todos los venezolanos tenemos derecho a la participación libre y el sufragio es un modo de ejercerlo según los artículos 63 y 70 constitucionales. El artículo 64 pauta que somos electores todos los venezolanos que hayamos cumplido dieciocho años. Todos es todos.
El universo de venezolanos con derecho al voto nos obliga a tener en cuenta un dato demasiado protuberante para ser ignorado. Según ACNUR, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, hay más de siete millones cien mil venezolanos refugiados o migrantes por el mundo entero. Grosso modo pudiéramos decir que aproximadamente uno de cada cuatro de nosotros vive fuera. De ellos, es muy probable que cinco millones sean personas con derecho a votar en las presidenciales de 2024 que deben inscribirse o actualizar sus datos. Derecho que es constitucional en cuanto nacionales y que no puede ser condicionado por su status legal en otro país.
No sé si en los consulados está abierto el Registro Electoral, como debería y como se comprenderá, dudo del interés en esas oficinas del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores en facilitar el proceso. Pero no voy a pensar mal, líbrame Señor de la tentación. Supongamos la mejor disposición. En Colombia, el número de compatriotas nuestros residentes supera los dos millones, de los cuales medio millón está en Bogotá ¿Podrían ese y los demás consulados recién reabiertos tramitar por los medios de siempre la previsible proporción de solicitudes? En España, los consulados en Madrid, Barcelona, Canarias y Galicia (ignoro si ahora hay otro) deberían atender a aquellos con derecho al sufragio entre cuatrocientos mil venezolanos. Y si una proporción importante de ellos se inscribiera ¿Cuál debe ser la organización para que puedan votar?
Y está el caso de los Estados Unidos, donde actualmente no hay ningún consulado abierto, pero para septiembre del año pasado había 465.200 venezolanos, regados en al menos veinticinco estados, territorios y el Distrito de Columbia. Buena parte de ellos tiene derecho al voto.
Es evidente que solo mediante el uso de nuevas tecnologías de la información y la comunicación, en sus modalidades más seguras y auditables, es posible que esos millones de compatriotas tengan la oportunidad de ejercer su derecho. Automatizar el registro y el voto de los venezolanos en el mundo. Esa es una reglamentación que el Consejo Nacional Electoral debe dictar y poner en práctica cuanto antes y hacia allá es lógico que se oriente la presión social de partidos, organizaciones cívicas dentro y fuera del país y entes internacionales de derechos humanos.
La participación de los venezolanos en el extranjero en la primaria de la oposición democrática o del PSUV o cualquier otro sector político que así lo decidiera, es una posibilidad derivada de que todos puedan ejercer el derecho a inscribirse o actualizar sus datos en el Registro Electoral y después votar, para lo cual el registro y la votación debería ser automatizado, seguro y auditable.
Ese es el reclamo válido y justo. Máxime cuando sabemos de los obstáculos antipolíticos para lograrlo. Otra cosa es candidez, ignorancia o en caso de no existir tal inocencia, mala fe o demagogia barata y cruel.
Ramón Guillermo Aveledo