La muy recordada Venezuela de hace 34 años en la que a pesar de las dificultades económicas por las que pudiera atravesar el país en aquel momento por problemas como la devaluación del Bolívar, corrupción, deuda externa, abuso de poder y otros entre los que se perfilaba una creciente pérdida del poder adquisitivo y el desabastecimiento, de pronto se vio signada los días 27 y 28 de febrero por un fenómeno que estigmatizaría la política nacional y generaría cambios a mediano plazo que culminarían con un proceso de deterioro económico y social que se ha prolongado por años.
El estallido social se generó por un aumento elevado en el precio del combustible, medida tomada por el entonces Presidente Carlos Andrés Pérez que a su vez trajo como consecuencia el incremento en los precios de los pasajes del transporte público. En Caracas y zonas aledañas se iniciaron a tempranas horas encendidas protestas que se propagaron como el fuego y al poco tiempo generaron un estallido social en toda la región capitalina y algunos importantes estados del interior del país.
Ese día, muchos de los usuarios del transporte público entre las poblaciones de Guarenas, Guatire y la capital iniciaron encarnecidas protestas al ver que el precio de los pasajes se había incrementado de manera desdmesurada. El descontento degeneró en violencia y varias unidades autobuseras fueron destruidas y quemadas, acto que fue seguido por el saqueo de algunas tiendas aledañas.
La noticia fue seguida por los medios de comunicación nacionales que iniciaron transmisiones en vivo de los hechos. A través de la pantalla de las televisoras de la época se observó la violencia y el saqueo en vivo y al poco rato la situación se repetía en el centro de Caracas. Cerca del mediodía la ciudad estaba envuelta en el caos en sus cuatro puntos cardinales. No existían el internet y mucho menos los telefónos inteligentes, pero a través de la radio, la televisión y la telefonía fija las noticias se propagaron por todo el territorio nacional y también hubo intentos de saqueo en el interior.
Pero Caracas seguía siendo el ojo del huracán. Al culminar el día los muertos se contaban por cientos en las calles luego que el Ejército saliera a repeler las manifestaciones y actos vandálicos, aunque muchos inocentes perdieron la vida simplemente por estar en la vía pública y quedar en medio de la línea de fuego.
Aquella noche el ministro de relaciones interiores del Gobierno de Pérez, Alejandro Izaguirre, intenta anunciar un toque de queda y suspensión de las garantías constitucionales, pero la voz se le quiebra durante la transmisión en vivo y dice al aire: «no puedo» la transmisión se interrumpió.
Más no valió aquel toque de queda y suspensión de las garantías, pues al día siguiente, el 28 de febrero, los actos violentos continuaban en Caracas y zonas aledañas. Las cifras oficiales dadas por el sector oficial parecían muy distantes de lo que se observaba en las calles, el Gobierno apenas hablaba de 300 muertos.
Al cumplirse 34 años del infame «Caracazo», jóvenes y no tan jóvenes no terminan de entender como pudo detonar aquel polvorín el solo hecho de un aumento del pasaje en autobús; cuando en la actualidad la hiperinflación, la devaluación de la moneda, la crisis con el surtido de combustible y la consecuente escasez y racionamiento, desmejoran la calidad de vida de los ciudadanos que cada vez obtienen menos por su dinero.