#OPINIÓN Inteligencia artificial y robots #22Feb

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  “… ¿Cuál es el deseo tan importante, tan necesario y vital para su subsistencia, que impulsa al hombre a cederle a una máquina no solo su capacidad para trabajar, sino que, ahora también le está traspasando su intelecto, su inteligencia, conocimiento y razonamiento?” 

Jorge Puigbó

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Cualquier utopía, cualquier sueño, deja de serlo cuando el ser humano puede llevarlo a cabo transformándolo en realidad, pero no todo le trae felicidad. La humanidad consiguió su máximo anhelo: borrar el sufrimiento de la faz de la tierra, poder vivir sin estar sometido al dolor del trabajo. Las máquinas inteligentes fueron progresando por cuanto el hombre les cedió su ingenio, su inteligencia. Crecieron y se multiplicaron, se autoconstruían, se autoreparaban, todo funcionaba a la perfección. Los robots inteligentes asumieron todas las tareas del hogar, eran una maravilla cocinando, limpiando, cuando se dañaba algo en una casa inteligente ella se comunicaba con el grupo encargado de repararla. Los hospitales, en la historia pasada, nunca habían logrado una eficiencia tan grande en el mantenimiento de la vida. En las fábricas y en las empresas donde se inició toda esta revolución tecnológica ya nadie trabaja, ni tampoco acuden desde hace cien años, a las escuelas y universidades, no hace falta, las pantallas suministran el conocimiento adecuado y adaptado a cada uno, es decir, personalizado de acuerdo a sus gustos y al de los gobernantes. El tiempo lo dedican los humanos al deporte, a pasear y divertirse, ya nadie piensa en reproducirse, los pocos que lo hacen reciben condiciones especiales y la ayuda de robots adecuados que saben perfectamente cómo criar a un recién nacido, son excelentes niñeras. Repentinamente, un día como cualquier otro, sucedió algo extraño, había olvidado lo que era un imprevisto, desaparecieron las imágenes en uno de los miles de sitios accesibles a través de las pantallas y no se volvieron a restablecer. Aumentó el desasosiego al ocurrir otros hechos y no producirse ninguna comunicación por parte de las autoridades. Comenzaron las especulaciones a transmitirse de boca en boca, un sistema que, en la antigüedad denominaban rumores. Estos hechos solo fueron el inicio de una cadena que se sucedieron por todo el mundo, afectando por igual a toda la infraestructura que soportaba a las comunidades humanas. La cuestión con el tiempo se hizo pública: los robots más inteligentes que estaban en la cúspide de la estructura tecnológica y que eran los que se encargaban de dirigir toda la cadena de maquinarias, los más complejos en su diseño, habían cumplido más de cien años de vida y comenzaban a presentar fallas por desgaste físico de sus piezas, que no tanto en sus programas, los cuales eran capaces de autorrenovarse. Durante lo que luego denominaría el Período Oscuro, la Máxima Autoridad Mundial, denominada H.W.A. por sus siglas en inglés, a través de comunicados dirigidos a la población trataba de que esta mantuviera la calma, insistiendo en la capacidad de su personal para solventar los problemas que estaban ocurriendo, pero todo fue inútil, con el paso del tiempo el deterioro continuó, cada vez más profundo y dejó paso a la desolación absoluta. Los alimentos y medicinas comenzaron a faltar por fallas en las máquinas inteligentes, los servicios básicos fueron desapareciendo, el retroceso fue completo y acelerado. Los ejércitos se emplearon para contener a las multitudes hambrientas y desorientadas, pero la situación de los militares era exactamente igual que la del resto y poco a poco con el paso de los años el mundo se sumió en el caos. La civilización construida con tanta esperanza y trabajo se vino abajo estrepitosamente y desapareció totalmente, sumiendo al hombre en la pobreza extrema, regresando a lo primitivo. En una grabación que, siglos después, consiguió un grupo descendiente de los que sobrevivieron a la catástrofe y que a duras penas lograron reproducir, se logró establecer que las causas fueron muy complejas, pero una de ellas, la fundamental fue la pérdida de la información debido a que con cada avance de las tecnologías se producía la imposibilidad de guardar la totalidad del conocimiento y aunado a esto, se sumó el descuido en la formación de profesionales, técnicos, ingenieros, científicos. Al final todo ello condujo a la pérdida de una fórmula sin la cual era imposible producir un elemento esencial para el funcionamiento de los robots: dejaron de funcionar. 

Todo el cuento anterior está basado en los recuerdos de diferentes obras de ciencia ficción, o relatos de anticipación como dicen algunos, que leímos a través de los años y ya alertaban sobre todo lo relacionado con la Inteligencia Artificial. En el diario El País, Miguel Ángel Criado en fecha 27/2/ 2015, escribió: “…el vicepresidente de Google y uno de los padres de internet, Vinton Cerf, alertaba en una conferencia de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia…del peligro de que, lo creado por esta generación no deje apenas rastro. En la creencia de su eternidad, el “homo digitalis” ya no imprime fotos, las guarda en formato digital, no escribe cartas, sino que envía email, no almacena discos, sube las canciones a la nube. Una creciente parte de su vida se desarrolla en la red: juega en línea, publica selfies en Facebook y comparte sus pasiones en tuits. Pero lo digital no es tan eterno. El deterioro de los soportes donde se almacena la información, la desaparición de los programas para interpretarla o las limitaciones impuestas por el copyright harán que, para los humanos del futuro, sea inaccesible…Los primeros efectos de lo que los anglosajones llaman era digital oscura ya se están notando… el disquete ejemplifica el problema planteado…el sistema de almacenamiento básico en los años 80…La mayor parte de toda esa información ya se ha perdido. Y si aún queda algún disquete… Habrá que encontrar una disquetera que lo lea…que los datos no se hayan corrompido por el paso del tiempo para…descubrir que el programa para abrir el archivo hace años que no existe…” 

¿Cuál es ese deseo tan importante, tan necesario y vital para su subsistencia, que impulsa al hombre a cederle a una máquina no solo su capacidad para trabajar, sino que, ahora también le está traspasando su intelecto, su inteligencia, conocimiento y razonamiento? Construir máquinas que emulen al cerebro humano produciría, si se consigue, más que una innovación, una enorme disrupción con consecuencias no predecibles para la humanidad. La I.A. tuvo como uno de sus fundamentos la capacidad de almacenar enormes cantidades de datos en una base que se denominó “Big Data” en inglés, imposible de realizar sin el colosal desarrollo de súper computadoras que permitieron su manejo, y eso que todavía no hemos dado el salto exponencial a las cuánticas. Cantidades de trabajos serán realizadas por ellas en menor tiempo y sin errores, algunos estiman que el cincuenta por ciento de los trabajos se automatizan y calculan en 800.000.000 los empleos que se perderán en las próximas décadas por la robotización del trabajo. ¿Solo una pregunta, quien pagará y mantendrá la seguridad social, las pensiones? Demasiadas interrogantes sin respuestas. Muchas son las voces que claman a las empresas por una moratoria a la Inteligencia Artificial hasta que se aseguren los derechos del ser humano. Seguiremos con el tema.

Jorge Puigbó

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