«A pesar de su diversidad, la banca ética se caracteriza por fomentar la creación de redes solidarias que canalizan los recursos económicos a proyectos sociales que están excluidos de la financiación bancaria tradicional, actuando de forma transparente para dar a conocer a sus inversores donde colocaran sus ahorros”.
Carmen Parra, en la actualidad, en Barcelona dirige la Cátedra de Economía Solidaria de la Universidad Abat Oliba CEU
La banca ética es la entidad financiera que, compuesta por los fondos de inversión éticos y los microcréditos, podrán utilizar para poner en marcha sus proyectos.
También se la conoce como banca social, sostenible, alternativa o responsable. Este tipo de entidad financiera combina los beneficios sociales y medioambientales con la rentabilidad económica propia de las entidades financieras convencionales.
La banca ética se diferencia de la banca tradicional por ofrecer sólo instrumentos de financiación ética, por desarrollar proyectos de naturaleza social en las empresas en las que invierte y por la transparencia de sus acciones. Por ejemplo, la banca ética rechaza invertir en empresas relacionadas con el tráfico de armas, la explotación laboral, la energía nuclear o la destrucción del medio ambiente.
Además, suele caracterizarse por financiar proyectos con alto contenido social o medioambiental; proyectos que impulsen el respeto a los derechos humanos, la protección del medio ambiente, las energías renovables, etc.
Enfatiza Carmen Parra, “que otra de sus características es que intenta proporcionar respuestas a los colectivos excluidos del sistema financiero. En este sentido, actúa para personas o instituciones que no encuentran en el mercado un producto de ahorro adecuado a sus necesidades. En estos casos, las finanzas éticas les ofrecen productos financieros que, sin olvidar el rendimiento económico, les permiten participar en las decisiones referentes al destino de sus ahorros respetando sus valores. La banca ética también tiene respuesta para las personas emprendedoras.
Así como para las entidades del tercer sector y la economía social que encuentran importantes dificultades para acceder al crédito convencional y que a menudo cumplen los requisitos éticos que los ahorradores están buscando. Este tipo de entidad concede préstamos o créditos a aquellas personas que tengan un proyecto empresarial viable y con contenido social, aunque no tengan garantías patrimoniales o avales.”
El origen de estas instituciones es variado dependiendo del lugar donde se han manifestado sus efectos. En la década de 1960, en Estados Unidos el movimiento crítico denominado Business Ethics surgió como reacción a los escándalos de corrupción protagonizados por una serie de empresas e instituciones que crearon gran desconfianza en la ciudadanía. Diez años más tarde, surge en Europa esa reacción de la mano de algunas de las grandes tradiciones ideológicas del continente, como por ejemplo el movimiento cooperativo y la Iglesia. Especialmente en los países del mediterráneos cabe destacar su arraigo, debido a la falta de acceso a las grandes finanzas y a los sistemas financieros tradicionales, que son cubiertos con la creación de redes locales económicas que generan diferentes mecanismos de financiación solidaria.
Definitivamente, el microcrédito ha conseguido romper muchos de los prejuicios que tradicionalmente han existido alrededor de la pobreza, como el hecho de asumir que una persona sin recursos es por definición morosa.
Italo Olivo
www.iolivo.com
