El Foro de Sao Paulo fue fundado en 1990 por Lula Da Silva y sus cohortes, reuniendo despojos comunistas regados por el mundo tras el desplome de la Unión Soviética. Allí solo participó un partido gobernante: La fosilizada dictadura cubana. Hoy aparece lamentablemente multiplicado en gobiernos de Latinoamérica y España.
El Foro es apenas una caja de resonancia para fracasados postulados del comunismo, cuya resurrección se promueve bajo distintos disfraces. Su actuación se parece al siniestro culto del fantasmal Voldemort en novelas de Harry Potter. Obtiene triunfos pasajeros, pero a la larga cuanto intenta fracasa por lo falso e insostenible de sus premisas fundamentales. Pero jamás se extinguirá por completo pues su prédica no es sino la expresión política de la envidia y el resentimiento.
A partir de 1999 fue alimentado por el despilfarrador régimen chavista y su desgraciado “socialismo del siglo 21”, pero con el colapso económico venezolano ahora recurre a sórdidos negocios como el narcotráfico y la explotación ilícita de minerales.
Su reciente disfraz es presentar como “progresista” a una de las vertientes políticas más retrógradas y totalitarias del mundo moderno, incesantes promotoras del odio y la guerra de clases y razas. Y, por supuesto, dedicados al implacable ataque contra los estratos más exitosos de sus propias sociedades y los países más desarrollados del mundo.
Internacionalmente ha quedado de comparsa a los movimientos políticos más represivos de la historia. Encabezados por personajes como Lula, AMLO, y Petro, el notorio Foro se ha vuelto un coro ruidoso para cacarear consignas y libretos coordinados en beneficio de Putin y Xi Jinping, en descarada conchupancia con despóticas tiranías, como las de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Todo ello mientras fingen una ficticia y vergonzante “ neutralidad”.
Actualmente despliegan sincronizada injerencia en los asuntos internos del Perú, acosado por un violento embate de fuerzas del despiadado Sendero Luminoso – versión latinoamericana del Khmer Rouge y Pol Pot en Camboya – empeñados en justificar el golpe de estado intentado por el torpe Pedro Castillo.
Para ello promueven exagerados libretos que señalan solo eventuales excesos de las fuerzas del orden, pasando por alto las agresiones y vandalismo de las turbas que intentan imponer la antidemocracia en el Perú, a costa del bienestar colectivo de la población.
Aún está por ver el resultado final de la contienda, pero a la larga la última palabra la tendrá el sufrido pueblo peruano, ya vacunado por anteriores experimentos afines.
Antonio A. Herrera-Vaillant