“…En América Latina todos voltean la cara, o se hacen los desentendidos, cuando alguien plantea situaciones de discriminación social sustentada en algún tipo de ideología…”
Jorge Puigbó
La migración humana se produce por hambre o por miedo. Los salarios que no alcanzan para alimentar a la familia, la amenaza constante a la seguridad personal y a la libertad, están detrás de los millones de migrantes que se desplazan por el mundo. Estas personas, en su mayoría, tienen que soportar flagelos que, desde la existencia del hombre, conseguimos en la sociedad: el racismo y la xenofobia. Son dos cosas diferentes como veremos, aun así, la mayoría de las veces se confunden en una práctica común. Este escrito pretende hacer un llamado de atención sobre una situación de carácter social que, incrementándose, tiene como víctimas a los emigrantes de cualquier país, color de piel o condición social, es una manifestación que, los aproximadamente seis millones de venezolanos impulsados a emigrar, están conociendo y enfrentando.
Hay escritos que por una u otra razón nos conmueven o motivan con mayor intensidad que otros. Leyendo un artículo de la BBC de Londres, me topé con una información poco conocida por no tener la misma escandalosa publicidad que los hechos racistas contra la población negra ocurridos en los Estados Unidos, la misma se refería a un hecho que ocurría en el pasado reciente, los denominados “lunes mexicanos”, a tal efecto expresa en el mencionado texto Silvia Méndez:” Teníamos que esperar al lunes y una vez nos bañábamos cambiaban el agua para los niños blancos». «Los llamados lunes mexicanos eran muy comunes», le confirma a BBC Mundo Mark Ocegueda. «En casi todos los municipios existía ese tipo de segregación, desde las piscinas públicas de Los Ángeles, a las del sur de California, el condado de Orange, el valle de San Gabriel, incluso en el norte del estado». Lo primero que llama la atención es el origen hispano, en una proporción alta, de los californianos, por haber sido parte del Imperio Español y su poca influencia en su entorno, eso nos da una idea de que el racismo y la xenofobia se producen no solo por el color de la piel, existen diversas razones para discriminar. Si observamos nos daremos cuenta que el mestizaje es cada día mayor, sobre todo en las sociedades latinas, lo cual en nuestro criterio es algo positivo, la cuestión de la discriminación, aprecian muchos investigadores, se presenta por cuanto en diversas sociedades se crea una élite generalmente de piel más clara que detenta el poder socioeconómico, la cual entorpece el desarrollo de los negros e indígenas quienes en su mayoría, provienen de barrios o países pobres, los excluyen de los círculos políticos y sociales altos.
Peter Wade en un artículo publicado en Nueva Sociedad en abril del 2021 y titulado “Racismos latinoamericanos desde una perspectiva global”, expresa: “…En un contexto global, si bien el colonialismo dio lugar al mestizaje sexual y cultural en todos lados, solo en América Latina este proceso llegó a caracterizar a toda una región en términos raciales, y a partir de mediados del siglo XIX llegó a ser ampliamente –aunque no de manera uniforme– adoptado como imagen de auto identificación nacional por las elites, para diferenciar a los países de la región de otras áreas del mundo, especialmente del mundo atlántico. Es en relación con el mestizaje como –aún hoy– tenemos que entender el racismo y la lucha contra él…”. En América Latina todos voltean la cara, o se hacen los desentendidos, cuando alguien plantea situaciones de discriminación social sustentada en algún tipo de ideología y solo basta con leer cualquier noticia procedente de países como Colombia, Ecuador o Perú cuya población, en una proporción preocupante, rechazan a los inmigrantes.
Progresivamente con el paso de los años y el aumento exponencial de migraciones legales o ilegales hacia el principal destino: los Estados Unidos, un sistema que algunos se atreven a denominar como castas, fue penetrando la ya racialmente complicada sociedad norteña, estudios demuestran que las personas asentadas en ese territorio progresan económicamente en proporción directa al color más claro de su tez y mencionan como ejemplos a los cubanos de origen africano, indígenas mexicanos o centroamericanos. Es innegable la existencia de este hecho social, leemos que, según un estudio, amparado por una encuesta hecha a más de tres mil latinos, realizada por el “Pew Research Center”, a finales del 2021, y publicada por varios medios entre ellos CNN, las personas de origen latinoamericano son discriminadas de acuerdo al tono de su piel y lo grave es que también lo hacen otros latinos. El 62% de los adultos latinos encuestados expresó que su piel más oscura les resta posibilidades de progresar, el 59%, dice que tener un color de piel más claro ayuda a los hispanos a salir adelante, 57% señala que el color de su piel determina su cotidianidad y el 50% que es un «problema muy grande» en los Estados Unidos. Algunas veces pensamos que lo dicho por la antropóloga mexicana Areli Ramírez a BBC Mundo, acerca de la diferencia existente entre dos conceptos: «blancura» y «blanquitud», es por demás acertado y nos sirve para entender algunas posturas frente al problema, textualmente afirma: «Al color de la piel se le puede denominar como blancura, pero la blanquitud tiene que ver con una serie de actitudes, de ideas, de imaginarios”. Definitivamente pareciera tener razón el chileno Alejandro Lipschutz al haber inventado el término Pigmentocracia, hoy sustituido por colorismo, acrónimo proveniente de los vocablos ingleses “color” y “racism”, para referirse a la estratificación de las sociedades basada en los tonos de la piel y es aquí cuando comprendemos que si bien el mestizaje ha sido una realidad positiva para la estabilidad y progreso de las naciones en Latino América, también es verdad que dentro de esa realidad el racismo se difumina y perdura. Un solo ejemplo de cómo la discriminación subsiste en las sociedades, se transforma y mimetiza, es el nuevo término «Whitexicans», creado en México, para señalar a las personas blancas o a quienes, con otros tonos, se sienten así, sobre todo las que tienen alto poder adquisitivo. La etiqueta nace para denunciar el racismo y clasismo de la gente adinerada en México con actitudes de “blanquitud”. Solo queda recordar que en Venezuela hasta mucho después de la Independencia existieron los blancos peninsulares, los blancos criollos, los blancos de orilla o canarios; los pardos que se dividían en mestizos, zambos y mulatos; los mal llamados indios (indígenas) y los negros.
A esta altura creemos que queda cuestionada la pretendida inexistencia de discriminación entre latinoamericanos, así como también clara la advertencia acerca de lo que el emigrante se conseguirá al tratar de integrarse en otras sociedades.
Jorge Puigbó