El ingeniero en informática y experto diexista Germán Montero Alcalá denuncia la inexplicable desaparición de lo que quedaba de las Ruinas de Buría en el municipio Simón Planas. Se trata de los pocos vestigios físicos del primer asiento de Barquisimeto que han sido reemplazados sin ton ni son por sembradíos agrícolas.
El inquieto profesional de la ingeniería había visitado varias veces la histórica zona con fines investigativos para la página web Pueblos de Venezuela. Por lo que no sale de su asombro por lo observado al tiempo que deplora la manifiesta indiferencia ante la hoy inexistente estructura arquitectónica.
Su impacto nos recuerda la noticia sobre la población colombiana de Armero arrasada por la lava de un volcán en 1986. El reportero de Caracol en el sitio no tenía palabras para narrar lo que veía. Igualmente el director de noticias Yamid Amad, quien no creía lo ocurrido.
Alto valor histórico
Esa ruinosa estructura logró sobrevivir gracias a un decreto presidencial del año 1960 que la declaró Monumento Histórico Nacional. En el decreto con el # 26.320 hubo la sana y buena intención de protegerlo, pero se requería pasar de lo dicho al hecho porque buenas intenciones no preñan.
Aquella primigenia ciudad fundada por Juan de Villegas en 1552 era una réplica de la cuadrícula urbana europea con su plaza, mercado, iglesia, alcaldía, jefatura civil, casa de gobierno y otros lugares de convergencia cotidiana de sus habitantes.
Dicho espacio geográfico estaba ubicado en el sector Gamelotal del municipio Simón Planas, a 50 kilómetros al este de Barquisimeto. La urbe levantada con el nombre de Ciudad de Nueva Segovia con 116 habitantes de los cuales 80 eran negros.
En lo cultural
Su importancia radica en que constituye el primer aposento del cruce de tres razas en los tiempos cuando avanzaba la conquista en estas tierras larenses.
Tengamos presente que en una ciudad confluye el espíritu transformador humano del ambiente para la sobrevivencia generando la cultura general al contacto con los componentes de la naturaleza. Es el inestimable testimonio físico de ese proceso.
Es el punto de partida de modificación del paisaje hasta la actualidad. Nos permite saber cómo éramos y de dónde venimos.
Aunque las ruinas nos recordaban que allí estuvo el hombre en el pasado removiendo los objetos de aquel virginal paisaje.
Era aquel un paisaje inhóspito por lo salvaje, existencia de plagas y diversas enfermedades que casi lo hacían inhabitable. Sin embargo, se hizo inevitable para el conquistador dada la existencia del codiciado metal del oro que lo movilizó desde El Tocuyo.
Constituía una huella de la cultura material creada entonces por el hombre europeo, africano y americano en esos parajes salvajes cerca del río Buría y las minas de oro.
Arquitectónicamente se trataba de la confesional ciudad española de la época trasplantada al Nuevo Mundo. Su templo estaba hecho con barro, piedra y calicanto con techo de caña brava que caracterizó al barroco español en los virreinatos de América.
Pasto de la indiferencia
A nuestro entender, el mismo siempre fue un espacio estático sin el dinamismo que le imprime la actividad del hombre. Ello cuando se actúa con la voluntad de darle un uso útil y preservar su valor histórico y cultural en el tiempo.
Un hecho que requiere de una correcta gerencia política y cultural con espíritu de planificación moderna. Eso siempre brilló por su ausencia por la inexistencia de un plan que promoviera ese pertinente lugar con visitas guiadas y didácticas para los visitantes y turistas.
El odio fomentado en estos 24 años de socialismo salvaje a odo lo que signifique conocimiento, educación y el exprese el pasado europeo, creó las condiciones favorables para su eliminación. Un hecho solo visto en un país en guerra cuando fuerzas extranjeras aniquilan las obras de arte y cultura.
Freddy Torrealba Z.