Todavía hay personas que recuerdan vívidamente la madrugada del 23 de enero de 1958, cuando fueron despertadas por el estridente sonido de las cornetas de los vehículos y la gritería de sus tripulantes, que repetían, a todo pulmón y emocionadamente: ¡Cayó Pérez Jiménez! ¡Cayó la dictadura!
Pero, mientras crecía la algarabía en todo el país, tanto en Caracas como en el interior, se desataba la furia contra los agentes de la Seguridad Nacional, muchos de los cuales fueron linchados y a otros les quemaron las viviendas y sus vehículos en venganza por crímenes, torturas y persecución que habían cometido, desde 1952, contra quienes adversaban al régimen militar.
El 23 de enero de 1958 fue la culminación de una serie de agitación, protestas y enfrentamientos entre civiles y gobierno, que había comenzado la madrugada del primero de enero cuando el coronel Hugo Trejo intentó derrocar a Marcos Pérez Jiménez, quien por cierto había celebrado muy alegre la llegada del año nuevo junto a su familia y colaboradores.
La mañana del primero de enero, los aviones de la base aérea de Maracay sobrevolaron Caracas como señal convenida para que los miembros de las fuerzas aéreas, terrestres y navales se incorporaran al derrocamiento. Pero, aunque el intento fracasó ese día, se generó una grave crisis que llegó a su final a la una de la madrugada del 23 de enero a la Escuela Militar, de Caracas, donde a esa hora se constituyó la nueva Junta de Gobierno, integrada por el comandante en jefe de la Marina, contralmirante Wolfgang Larrazábal, en su condición de presidente; y los coroneles José Quevedo, director de la Escuela Superior de Guerra; Carlos Luis Araque, comandante de las Fuerzas Armadas de Cooperación; Roberto Casanova y Abel Romero Villate, estos dos últimos estaban tan comprometidos con el régimen que fueron obligados a renunciar y abandonar el país. Fueron sustituidos por dos civiles: Blas Lamberti y Eugenio Mendoza. Y otro civil, Edgar Sanabria, designado secretario de la Junta.
Esa madrugada del 23 de enero, el coronel Jesús María Castro León asume el Ministerio de la Defensa, que en ese momento ocupaba junto con la presidencia de la República, Pérez Jiménez.
Se estaba constituyendo esa Junta cuando a esa mismo a hora, en el aeropuerto de La Carlota despegaba el avión presidencial, que era denominado La Vaca Sagrada, con Pérez Jiménez, su familia y algunos ministros y allegados, rumbo a Santo Domingo, donde ejercía el poder otro dictador, Rafael Leonidas Trujillo, a quien apodaban Chapita.
A las dos de la madrugada, la gente se entera en Caracas que Pérez Jiménez ha abandonado la presidencia y se echa a las calles en lo que se considera la más estruendosa manifestación de júbilo popular. Y a esa misma hora son dejados en libertad los militares presos desde el primero de enero. Miraflores se llena de los comprometidos con el alzamiento de principio de año. Y las emisoras de la capital de la República, que generalmente cerraban sus programaciones a medianoche, comienzan a difundir la noticia.
A las cinco de la madrugada, una multitud asalta el edificio donde tenía su sede la Seguridad Nacional y al penetrar a todos los recintos, como una oleada violenta, abre las rejas y deja en libertad a los presos políticos. Pero, también se ensaña contra los funcionarios de ese cuerpo represivo que encontraba, ya que éstos una vez que se supo la huida del jefe del gobierno, sin pensarlo dos veces, salieron huyendo, buscando dónde protegerse porque la furia se había desatado en la población contra ellos por criminales y torturadores. Hubo linchamientos no sólo en Caracas, sino también en varias ciudades del país, donde se había desatado la venganza contra todos los que estaban identificados con el régimen.
La situación que se estaba presentando obligó al contralmirante Larrazábal a dirigirse por radio al país.
Larrazábal se convierte en un personaje muy apreciado en ese momento por toda la nación y, desde luego, recibe reconocimiento internacional. Y los partidos políticos, que estaban inhabilitados y sus dirigentes principales en el exilio, cobraron respetabilidad, fuerza y popularidad. Comenzó a gestarse la democracia.
De ese hecho histórico se están cumpliendo hoy 65 años y las expectativas de la población se acrecientan porque estamos sumidos en una grave crisis, que no sólo afecta a unos 28 millones de personas que viven en el territorio, sino a más de siete millones que se encuentran en todo el mundo como migrantes, que se fueron en busca de condiciones para vivir y trabajar.
