La lectura o disfrute de los libros ha sido considerada siempre como el privilegio de una vida culta, respetada y envidiada por quienes no pueden acceder a ese privilegio. Como en toda regla existe la excepción de quienes están aprendiendo apenas a leer, la curiosidad los llevó a mantener el hábito de leer superando sus escasos conocimientos.
Es notoria la diferencia entre la vida del hombre que lee y la del que no lee. Quien no acostumbra leer ni se instruye es un preso de su mundo de tiempo y espacio. Su vida se limita a una realidad rutinaria que va y viene limitadamente dentro del pequeño espacio en que se mueve que es su casa, su vecindad y quienes viven allí, únicos seres con los que puede conversar. Es difícil escapar de esta prisión, a menos que se decida buscar tiempo para leer y lograr de esta manera despertar el entusiasmo y ánimo, sobre todo si es un libro bueno. La lectura tiene dos caras: el autor y el lector. La concentración marca la diferencia entre quienes leen. Encontrar el autor favorito se logra cuando sentimos que hay afinidad en lo que aspiramos encontrar, pensar en las mismas cosas, asumiendo los mismos puntos de vista etc.
Todos tenemos al alcance el mundo maravilloso de los libros, increíbles conversadores, compañeros y maestros. Leyendo se puede conocer lo que no se sabía de otras épocas, otras culturas, otras vivencias y conocimientos de un autor, cuya aventura nos lleva a disfrutar de un paseo maravilloso. Leer es lograr viajar a otros mundos y a otras partes aunque nunca nos movamos de nuestra casa, es llegar lejos en la imaginación, viajar por mundos diferentes, ver gente diferente, paisajes diferentes etc. Los hechos narrados en un libro asumen la calidad de un espectáculo convirtiéndo al lector en un espectador.
La experiencia que adquirimos de las lecturas a lo largo de la vida tiene un sabor diferente a los 20 años, a los 40, 50, 60 o 70. El tiempo en que se lea tal o cual libro cambia y mejora conceptos y reflexiones. Con los años poco a poco vamos ensanchando nuestro camino a la cultura. La lectura puede crearnos un cuadro nuevo de la vida, puede darnos la atmósfera, el color, conocer personajes y emociones distintas. Leer es un deleite mental en la percepción de lo grandioso y del grato trabajo que significa por ejemplo corregir una larga ecuación matemática.
Leer suaviza la luz propia, vivimos para nosotros mismos de acuerdo a lo que aprendemos leyendo, adquirimos cultura y mejoramos en todos los aspectos, en este mundo donde se aprende mejor de los más sabios. A la larga vamos eligiendo nuestros autores preferidos, las lecturas y estilo predilecto. Desde que aprendemos a leer y a reflexionar las lecturas aprendemos que hay que leer mucho cuando hay buen ánimo. Se puede leer en cualquier parte cuando se conoce el goce que proporciona entrar en el mundo de un gran autor, vivirlo y disfrutarlo. No hay mejor maestro que un buen libro.
Amanda N. de Victoria