Barquisimeto en las noticias del siglo pasado #21Ene

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El 11 de octubre de 1851, El Correo de Caracas, en su página I, publicó una nota curiosa que entre otros detalles revela la ausencia de profesionales de la medicina en Barquisimeto. 

“A los profesionales de la medicina. –La populosa y rica provincia de Barquisimeto carece de los facultativos necesarios para atender a sus necesidades en el orden médico-quirúrgico, pues apenas existen en toda ella tres o cuatro doctores en ejercicio; habiendo cantones como los de Cabudare, Yaritagua, Quíbor ya, que no tienen un solo profesor que alivie la humanidad. 

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–Un médico-cirujano inteligente que se situase en la capital de Barquisimeto, tendría mucha ocupación, porque atendería a los enfermos de dicho lugar y a los de inmediatos cantones; y no hay duda de que haría su fortuna, como la han hecho varios en poco tiempo- (Por un mes)”. 

El aviso de El Correo de Caracas da cuenta que, en Barquisimeto, ciertamente había una notoria ausencia de médicos, pero señala que es una provincia con recursos. 

Faltarían muchos años para que se materializara el Hospital de la Caridad (1911) pero ya funcionaba el de San Lázaro. 

Un real por cada perro muerto

En 1837, específicamente el 3 de octubre, en Caracas, el periódico La Bandera Nacional publicó un curioso y ‑quizás para muchos vecinos‑, repugnante aviso en la página 4 el cual titulaba: Un real por cada perro muerto en Barquisimeto.

Habiéndose descubierto el mal de rabia en algunos perros de la ciudad de Barquisimeto, el Concejo Municipal acordó en su sesión de ayer, abonar un real por cada perro que se mate. Se anuncia esta nueva industria a los que por falta de ocupación se arrojan a excesos perjudiciales a la sociedad.

Sin duda, una medida grotesca que pretendía sanear la ciudad aun diezmada por la Guerra de Independencia.

Los primeros periódicos 

A mediados del siglo XIX y principios del XX, la prensa larense, especialmente en Barquisimeto, Carora, Quíbor, El Tocuyo, Duaca, Cabudare y Urdaneta, exhibió una multitud de periódicos con la introducción de las primeras imprentas. 

En dichos talleres se imprimían pasquines y hojas sueltas de voceros de corte oficial, político y literario.

  • El Barquisimetano 1833
  • La Gaceta de Barquisimeto 1841
  • El Correo de Occidente 1842 
  • El Eco del Ejército 1859 
  • La Unión 1861 
  • El Pensil 1874 
  • El Occidental 1879 
  • El Ateneo 1880 
  • El Rayo de Luz 1884
  • La Propaganda 1885
  • El Heraldo 1886 
  • La Concordia 1890
  • El Progreso 1890 
  • El Mercantil 1890 
  • El Estudio 1890 
  • El Monitor 1891 
  • El Eco Industrial 1896 
  • La Escala 1898
  • EL IMPULSO 1904 
  • El Diario 1919 

El cabildo de 1903

Terminada la guerra en Barquisimeto, se reconstituyó el Concejo Municipal de esta ciudad presidido por el edil Walterio Pérez; su primer vicepresidente fue Manuel F Tovar A; y su segundo vicepresidente Sergio Herrera.

Los vocales (concejales) que integraron este cuerpo edilicio fueron: Vicente Campos, Félix V. Guédez y R Carrillo, quien también actuaba como secretario. En la Sindicatura se desempeñó Pío Ibarra.

Las deliberaciones de la cámara municipal de Barquisimeto se desarrollaban una vez a la semana desde las ocho de la noche en adelante y cuando se extendían por la importancia del debate, se continuaba al siguiente día.

Sin salario alguno

Los legisladores barquisimetanos no devengaban ningún emolumento por el ejercicio de sus funciones, y cada uno representaba una comisión permanente que la compartía con dos concejales: Renta, Peticiones, Instrucción, Fomento, Policía y Ejidos.

Por esos días era presidente del estado Lara, el doctor Leopoldo Torres, aunque al ausentarse en ese año, asumió, primero el general Manuel Salvador Araujo, para luego ser sustituido por el doctor y general Rafael González Pacheco, quien gobernó hasta 1904.

Cuánto costaba viajar 

Hasta el siglo XIX y antes del desarrollo de la máquina de vapor, viajar era algo que estaba lejos del placer. Nadie viajaba si no era por obligación o por una necesidad extrema, escenario muy parecido al actual en Venezuela

En Lara, en 1880, costaba un viaje en coche halado por tres caballos desde Barquisimeto a: 

  • Cabudare     5 pesos
  • Santa Rosa   3 pesos
  • El Tocuyo    30 pesos
  • Duaca          20 pesos
  • Aroa            40 pesos
  • San Felipe   40 pesos
  • Guanare     150 pesos

Estos viajes eran pagados en dinero en efectivo o rara vez eran canjeados por mercancías, en convenio con el propietario del carruaje.

15 días en bestia

Sin duda que antes de la llegada del ferrocarril, la odisea más arriesgada fueron los viajes desde Barquisimeto a Caracas a lomo de bestia, los cuales podían demorar hasta 15 días, «porque eran tan accidentados que algunas personas hasta dejaban testamento antes de partir», escribe el periodista Oscar Castro Leal.

Y ya entrado el siglo XX, era frecuente leer en la prensa barquisimetana noticias como la siguiente: «Castillo Amengual, de profesión abogado, en un rucio mosqueado, y el Dr. Seijas, también abogado, en un guacharaco o zaino oscuro, fueron hoy a Cabudare en asuntos profesionales. Eco Industrial, 24 de abril de 1907.»

Por otra parte, el diario El Tiempo de Caracas, en su edición del 19 de mayo de 1911, reseña que en Barquisimeto los vecinos contaban con coches para viajar de seis pasajeros y eran halados por tres caballos. «Los de la ciudad, solamente dos y los de uso particular, especialmente muy usados por los médicos, un caballo.»

Los primeros propietarios de empresas de servicio de coches de alquiler en Barquisimeto fueron: el español Antonio San Miguel Pagés, el isleño Lucas Rodríguez, Ramón Parra Almenar, Jacob Calanche, Gregorio Yánes, Francisco Anzola y el famoso cochero Graciano Saso, quien fue el que trasladó de Barquisimeto a El Tocuyo al Dr. José Gil Fortoul, luego de graduarse de abogado en la Universidad Central de Venezuela.

En 1880, nadie viajaba si no era por obligación o por una necesidad extrema, escenario muy parecido a la actualidad en Venezuela. Para esas dos últimas décadas y las subsiguientes tres del nuevo siglo, un viaje en coche halado por tres caballos costaba, desde Barquisimeto a Cabudare y haciendas cercanas, 5 pesos. A Santa Rosa, 3 pesos. A El Tocuyo, 30 pesos. A Duaca, 20 pesos. A Aroa, 40 pesos. A San Felipe, 40 pesos. A Guanare, 150 pesos.

El Occidental del 15 de mayo de 1883, publicó el siguiente aviso: «Centenario de Bolívar. Ocasión Feliz y barata. 40 pesos. La empresa de coches del Sr. Parra Almenar despachará dos para Caracas en los primeros días de julio y cobrará por asiento 40 pesos.»

¡La estatua se queda!

La monumental estatua ecuestre del Libertador Simón Bolívar era recibida en medio de una fiesta por cada pueblo que pasaba la caravana que la trasladaba, pero al pisar la ciudad de Barquisimeto, la alegría de los habitantes se hizo frenética, lo que generó la simpatía y hasta la mal intención del general Eustoquio Gómez, presidente de Lara y primo hermano del Benemérito presidente de la República Juan Vicente Gómez, que al ver la muchedumbre enloquecer de alegría al ver desfilar la caravana que trasladaba la estatua con destino al estado Trujillo, se le ocurrió decomisar sin fundamento alguno salvo que era «una pieza formidable».

El monumento a Simón Bolívar, una valiosísima copia de la estatua ecuestre del Libertador realizada por Adamo Tadolini, fundida por Vittorio de Leda, en Viareggio, Italia, fue desembarcada en el muelle de Puerto Cabello y montada en un camión marca Federal, emprendiendo el recorrido que sólo para completar el tramo hasta San Felipe, consumió tres semanas recorriendo caminos que antes sólo los transitaban recuas pues carreteras como tales eran inexistentes, no obstante la apertura en 1925 de tramos de la Trasandina, (de granzón) era sólo entre Caracas y Taborda, localidad donde para los viajeros por vía terrestre, se dividía el país.

¡Esta estatua se queda en Barquisimeto! increpó don Eustoquio.

El alemán Rudolf Gerbes, quien asumió la aventura del traslado y la logística del traslado de la escultura, al enterarse de las pretensiones del presidente del estado Lara, se comunicó inmediatamente con el general Emilio Vivas, presidente del estado Trujillo, que a su vez se fue a Maracay a entrevistarse con el Benemérito.

Juan Vicente Gómez se opuso a tal capricho, e hizo cumplir su orden, la estatua era para Trujillo y ahí sería erigida. 

Y así ocurrió, la estatua siguió su camino hasta Trujillo, en donde sus lugareños y las autoridades, esperaron por días y le dispensaron un recibimiento con honores. La estatua fue emplazada en la plaza Bolívar de Trujillo. 1930

Luis Alberto Perozo Padua

Periodista y cronista

[email protected]

IG/TW: @LuisPerozoPadua

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