Por: Natividad C. Castillo P. (Natty)
“Podré no estar de acuerdo con lo que digas, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo»
Voltaire
Cuando yo, tenía 8 años de edad comencé a apasionarme por la realeza. Recuerdo que invitaba a mi amiga Zuleima a jugar a las princesas, y como no teníamos alfombras caminábamos sobre cartones pintados con acuarelas y salpicados de escarcha. Entonces nos poníamos unas tazas de plástico como si fueran coronas encima de nuestras cabezas y desfilábamos por esa alfombra “real»… ¡Éramos princesas! y como tal esperábamos la reverencia protocolaria de aquellos súbditos imaginarios.
A mi temprana edad, leía y escribía sobre la monarquía británica, pero eso me causó inconvenientes con mi maestra Carmen de Barragán en Duaca, quien criticaba mi actitud por el gran empeño en leer y recortar de las revistas todo sobre la familia real.
«¡Mija!, preocúpate por las matemáticas, en especial por la división que es donde vas tan mal», insistía mi maestra.
Hacen 62 años de aquellas inquietudes y hoy, a mis 70, sigo intrigada y emocionada por la realeza. Y es que hay una especie de magia y misterio que nos envuelve, provocando en el común de los mortales gran fascinación. Magia y misterio que ahora el príncipe Harry ha intentado disipar mostrando a una familia tan normal, común y corriente: con sus conflictos intra-familiares y hasta con maltratos a menores como en cualquier hogar.
Es asombrosa la naturalidad con la que el príncipe Harry expresa sus intimidades y, la valentía (o, no sé si inocencia) con la que él ventila algunos asuntos de Estado.
Por otra parte, me llama la atención la escogencia por demás acertada, de un premio Pulitzer como escritor (fantasma) me refiero a: J. R. Moehringer quien se describió anteriormente en su autobiografía: con traumas de infancia que hasta lo llevaron al alcoholismo por el supuesto abandono de su padre. Deduzco entonces que estos elementos ayudaron a solidarizarse con aquella tristeza contenida por años del príncipe Harry y así plasmar con trazos largos y sueltos dichas memorias. Obviamente, que ambos comparten esa sensación de pérdida y abandono en sus vidas. Considero entonces que por la yema de los dedos de Moehringer venían ya destilándose los recuerdos atormentadores por aquellas heridas de su infancia.
A propósito de las memorias del príncipe Harry o Harold como lo llama en la intimidad su hermano Guillermo (heredero al trono). Son muchas las críticas que vemos en las redes sociales por atreverse a contar los problemas familiares en ese libro (el cual se convirtió en best seller). Pero ¿Quiénes somos nosotros para juzgar lo que no hemos visto? ¿Qué sabemos si este muchacho, en el fondo se está muriendo por ese inmenso dolor? ¿Cuál es la fuerza que lo obliga a soltar la verdad? y ¿cuál es el trauma que desde los doce años lleva a cuestas? (De hecho habla de muchas cosas que quedan aún guardadas, “amenazando con un segundo libro»).
Entonces porqué impedir que salga ese grito atragantado. ¿Y por qué la falta de empatía por parte de nosotros que no tenemos nada que ver con la monarquía?
Confieso que yo, era una de las que criticaban su salida del reino unido, yo, era la que junto a varios Youtubers hacía comentarios en contra de las decisiones de este joven pelirrojo que además, tuvo la dicha de nacer en cuna de oro.
No obstante luego de leer una parte de sus memorias, llegué a la conclusión de que nadie debe morir con una historia guardada, no contada y mucho menos un «PRÍNCIPE DE REPUESTO». De modo que usted Harry: ¡cuente! ¡cuente! Y desahogue, mientras que yo con mis 70 años seguiré leyendo y seguiré escribiendo!
“No hay nada más triste que llevar una historia no contada dentro de ti”.
Maya Angelou
Natividad C. Castillo P. (Natty)
