Trabajo de: www.runrun.es
En diciembre de 2021 Venezuela logró salir de la hiperinflación que estalló a finales de 2017 y la administración de Nicolás Maduro comenzó a hablar de “recuperación económica”, pero crece el temor a un nuevo ciclo de aumento descontrolado de los precios.
Según la definición clásica, creada por el economista Philip Cagan en 1956, un país se hunde en la hiperinflación cuando los precios aumentan 50% en un mes y sale cuando transcurren doce meses en los que aumentan menos de 50%.
El Banco Central oculta las cifras desde octubre, pero mediciones de consultoras y organismos como el Observatorio Venezolano de Finanzas indican que los precios están aumentando a tasas que bien pueden ser el preámbulo de otra hiperinflación.
El Observatorio Venezolano de Finanzas precisa que en diciembre la inflación fue la más elevada en veinte meses y se ubicó en 37,2%. Macroconsultores no mide la inflación general, pero sigue de cerca el precio de una canasta de alimentos básicos y los resultados son preocupantes.
La medición semanal de la canasta, compuesta de harina de maíz, harina de trigo, pasta, aceite, leche en polvo, arroz, atún enlatado, azúcar y granos indica que, en promedio, el precio aumentó 44,8% en diciembre.
Los venezolanos conocen los estragos que causa un aumento meteórico de los precios. En la hiperinflación pasada, la capacidad de compra del salario se hundió, la pobreza se multiplicó, la emigración alcanzó niveles inéditos y tan solo en 2018 los precios aumentaron 130 mil por ciento.
Si bien una hiperinflación suele ser un evento caótico en esta oportunidad, de concretarse, podría ser menos virulenta porque no hay precios represados como en el pasado y el mercado, aunque con muchas imperfecciones, está operando.
Las causas que explican la aceleración de la inflación se resumen en déficit en las cuentas del gobierno, falta de confianza en la moneda y depreciación del bolívar.
Gobierno en rojo
Tras no ahorrar durante el boom de altos precios del petróleo, expropiar empresas que hoy generan pérdidas, pésima administración de Pdvsa, sufrir el impacto de las sanciones de Estados Unidos, una caída brutal en la producción de petróleo y la recaudación de impuestos, los ingresos del gobierno cayeron estrepitosamente.
Para cubrir parte del gasto, la administración de Nicolás Maduro recurre al Banco Central, que crea dinero para financiar a Pdvsa, la empresa petrolera del Estado.
El economista Hermes Pérez, profesor de la Universidad Metropolitana y exfuncionario del Banco Central, explica que al cierre de 2022 el financiamiento a Pdvsa supera 19 veces al resto del dinero base creado por el Banco Central.
Una vez este dinero ingresa a la economía a través de las distintas tuberías del gobierno genera presión inflacionaria porque se traduce en más bolívares detrás de pocos productos o una demanda de dólares que propicia la depreciación de la moneda.
“El financiamiento con emisión de dinero del Banco Central comenzó a repuntar desde mayo del año pasado y es mayor, en proporción a la base monetaria, al que existía cuando comenzó la hiperinflación en 2017, esto es preocupante”, dice Hermes Pérez.
Los problemas de caja del gobierno se agudizaron en el segundo semestre del año pasado por la caída en los precios del petróleo y la mayor competencia de los barriles rusos en el mercado asiático.
El gobierno se financia con dinero que emite el Banco Central a pesar de que dejó de pagar la deuda por los bonos en dólares emitidos por el Estado. En 2022, por capital e intereses, debió desembolsar 9 mil millones de dólares y en total la deuda pendiente, que en algún momento tendrá que ser reestructurada, suma 85 mil millones de dólares.
Repudio a la moneda
El dinero requiere confianza en el gobierno y las instituciones que lo respaldan y en Venezuela la fe en la moneda está rota. Tras la constante pérdida de capacidad de compra del bolívar, las empresas y las familias buscan deshacerse de él lo antes posible comprando dólares o cualquier cosa.
En la economía conviven el bolívar y el dólar pero mientras el bolívar circula y cambia de manos rápidamente, el dólar se emplea para ahorrar, fijar los precios y en una parte relevante de las transacciones.
Esto se traduce en que tan pronto el gobierno realiza pagos en bolívares rápidamente este dinero se dirige a la compra de dólares o en demanda de bienes y servicios. La presión no es mayor porque la administración de Nicolás Maduro aplica un salvaje recorte de gasto en las pensiones y el salario de los trabajadores públicos.
Además, para evitar que los bancos presten bolívares que puedan emplearse para comprar dólares, obliga a las entidades financieras a mantener bajo llave 73% del dinero que gestionan.
Caída del bolívar
A comienzos de 2022 los venezolanos podían comprar un dólar con 4,5 bolívares. Hoy necesitan 18,8 bolívares si van al mercado oficial o 20,6 bolívares si acuden al mercado paralelo. Este hundimiento del bolívar es el resultado de una demanda de dólares que supera por mucho a la oferta.
En los últimos doce meses el Banco Central vendió alrededor de 4 mil millones de dólares para abastecer al mercado oficial pero este monto fue insuficiente para estabilizar el tipo de cambio. En Venezuela, donde las empresas y los comercios calculan costos y precios en dólares, la pérdida de valor del bolívar respecto al dólar tiene impacto inmediato.
José Guerra, exgerente del Banco Central, director del Observatorio Venezolano de Finanzas y diputado en la Asamblea Nacional elegida en 2015, afirma que la devaluación se transfiere inmediatamente a los precios «porque los precios están fijados en dólares, rápidamente se comienza a pedir más bolívares por los productos y servicios”.
Añade que en un entorno donde se tiene la percepción de que la administración de Maduro y el Banco Central son incapaces de evitar la constante depreciación del bolívar los precios reciben un impulso extra por las expectativas negativas: la inflación del pasado impacta en la inflación del futuro.
“No es solo a cuánto está el dólar hoy, también influyen las expectativas de cómo va a estar el dólar mañana. Las empresas y los comercios tienen que reponer sus inventarios”, dice José Guerra.
El tanque de dólares que tiene el Banco Central para vender en el mercado se encuentra en mínimos históricos. Las reservas suman cinco mil millones de dólares de los cuales más de tres cuartas partes son barras de oro.
El plan inexistente
En un trabajo publicado por el Fondo Monetario Internacional, The Modern Hyperinflation Cycle: Some New Empirical Regularities, el economista José Luis Saboín analiza los distintos episodios de hiperinflación en el mundo con una base de datos de hasta 62 variables para 196 países y detecta rasgos comunes en la medicina para abandonar por completo la enfermedad.
Básicamente, los ciclos hiperinflacionarios terminan cuando “las cuentas fiscales se aproximan al equilibrio y el crecimiento del dinero base disminuye sustancialmente, aumenta de forma importante la capacidad exportadora e importadora, disminuye la carga de la deuda externa y se detiene el nivel estrepitoso de la devaluación de la moneda” concluye José Luis Saboín.
Agrega a la lista factores estructurales como que las libertades económicas «aumentan» y hay una «mayor estabilidad en el gobierno”.
Venezuela está lejos de un plan que reúna estas características, por ahora. La administración de Nicolás Maduro ha aplicado un precario ajuste que está colapsando y consiste en recorte de gastos, sobre todo en salarios y pensiones; restricción del crédito bancario y venta de dólares para tratar de estabilizar el tipo de cambio.
Aun si el país no ingresa al túnel formal de la hiperinflación todo indica que seguirá padeciendo incrementos de precios que impiden la estabilidad, golpean la capacidad de compra de los consumidores y limitan el crecimiento de la economía.
En 2021, de acuerdo con los datos del Banco Central, la inflación fue de 686% y en 2022, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Finanzas, 305%, con una notable aceleración en los últimos cuatro meses con variaciones de dos dígitos.
Hermes Pérez advierte que “la definición de Philip Cagan es un número arbitrario. Lo cierto es que con una inflación mensual de 30% se está ante incrementos muy elevados que pueden ser exponenciales. Esto es muy preocupante”.
Lea más en: www.runrun.es