#OPINIÓN Carora: Las luces del gomecismo (1908-1935) Parte I #9Ene

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Hace algún tiempo, en 1987, publica la historiadora Yolanda Segnini un libro bastante polémico y perturbador Las luces del gomecismo (Alfadil Ediciones), en el que destacaba los adelantos culturales de un gobierno al que se trataba siempre de brutal y bárbaro, como el del general Juan Vicente Gómez (1908-1935). En esta investigación, la autora muestra que en los años del gomecismo (1908- 1935) Venezuela no fue una nación privada de luces ni aislada del acontecer intelectual del mundo. Aparece así una vida cultura compleja, con instituciones culturales relevantes y donde la censura asumió posiciones contradictorias. Con ello se contradecía la opinión de destacados intelectuales venezolanos que vieron en esos largos 27 años de dictadura una calamidad para la cultura, señaladamente Mariano Picón Salas cuando dijo “Venezuela entró al siglo XX en 1936.” 

Si bien es cierto que Gómez cierra la Universidad de Caracas entre 1912 y 1925, un auténtico retroceso cultural, no debemos olvidar que la filosofía positivista llega a su periodo de esplendor en los comienzos del siglo XX con Lisandro Alvarado, José Gil Fortoul, Laureano Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya, Pedro Emilio Coll, César Zumeta, entre otros. Se editan solamente en Caracas más de 100 publicaciones periódicas en un país donde el analfabetismo rondaba el 70%. La revista El Cojo Ilustrado y el diario El Universal son auténticos paladines culturales. Los planes de reformas y modernización educacional de Gil Fortoul, Felipe Guevara Rojas y Rubén González, ministros del ramo, son considerados los más avanzados del siglo XX, afirma Ramón J. Velázquez. En 1910 decreta Gómez la creación Comisión Científica y Exploradora de Occidente. El educador Rómulo Gallegos publica su inmortal novela Doña Bárbara en 1929 y Canaima en 1935. Teresa de la Parra escribe Ifigenia. El caraqueño Tito Salas se convierte en el pintor de lo nacional. La novela La casa de los Abila de José Rafael Pocaterra será de 1922. 

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Sin embargo, hay criterios sombríos de la cultura durante el gomecismo. José Luis Salcedo Bastardo (Historia fundamental de Venezuela) nos dice que será con gran retardo se conoce en Venezuela a Mendel, Claude Bernard, Zolá, Dickens, Kipling, Turgeniev, Tolstoi, Cézanne, Manet, Gauguin, Ibsen, Dostoievski, Brahms, Debussy, Rodin, Verlaine, Rimbaud, Chesterton, Shaw, Rilke, Croce, Pirandello, Chejov, Gorky, Unamuno, Ortega y Gasset. Que para el año final de Gómez, Venezuela posee nada más que 60 maestros titulares, en 1932 uno solo se gradúa en la nación. Durante el régimen de Gómez nunca hubo más de 125. 000 niños inscritos en el sistema escolar y que apenas había 2.157 escuelas, 188 cátedras de educación secundaria, dos únicas escuelas normales, tres liceos, 15 colegios con 1,100 asistentes, las dos universidades sobrevivientes, Caracas y Los Andes, suman 1.52 estudiantes (pág. 442 a 444) 

Siguiendo esta idea de pensamiento de Yolanda Segnini, como se habrá  noyado muy diferente a la del Salcedo Bastardo, hemos adelantado una investigación sobre el estado de la cultura en la sociedad de Carora y el Distrito Torres durante el prolongado régimen del general andino. Quedaremos sorprendidos, pues no todo fue oscuridad, retroceso y atraso, como apresuradamente se afirma. Seguramente se deba aquel juicio contra el gobierno del general Gómez a nuestra propensión en América hispana a amar las generalizaciones y despreciar los hechos particulares, como nos advierte Octavio Paz. (Sor Juana Inés de la Cruz. Pág. 464)

Las luces del gomecismo en Carora

Esta remota y particular ciudad del semiárido larense contaba a principios del siglo XX con una población de 8.000 almas, en el vértice de la cual se hallaba la “godarria caroreña”, una clase social minoritaria que domina el comercio, está en proceso de crear los grandes latifundios ganaderos en el Distrito Torres y ejerce una hegemonía ideológica y cultural en esta urbe que vive de la artesanía, el comercio y la cría de ganado caprino y bovino.

Estos patricios caroreños, clase social endogámica, fiel a su pasado hispánico o insular canario, está compuesta por los apellidos Alvarez, Zubillaga, Riera, Meléndez, Gutiérrez, Montesdeoca, Herrera, Oropeza, Silva, Perera, los cuales han realizado a finalizar el siglo XIX una importante agitación socio-cultural: han creado distintos periódicos, el selecto y excluyente Club Torres (1898), el Colegio de secundaria La Esperanza (1890), dominan la vida religiosa, los cargos eclesiásticos, las cofradías y hermandades de la Iglesia, comienzan a instalar sus grandes haciendas ganaderas, monopolizan el comercio, son los profesionales liberales, abogados, médicos, farmaceutas. Y, sobre todo, su catolicismo es conservador, vivido de manera más o menos militante, con un fervor y pasión que deviene de nuestro pasado colonial y barroco.

La Encíclica Rerum Novarum

A principios del siglo XX, dos sacerdotes pertenecientes a la “godarria caroreña”, influidos por el Concilio Vaticano I de 1869 y la Encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, 1891, los Pbros. Lisímaco Gutiérrez Meléndez y Dr. Carlos Zubillaga Perera, realizaron una pastoral social en donde la Iglesia católica se plantea la búsqueda de Dios entre los más pobres, y a tales efectos crearon un periódico El Amigo de los Pobres, fundaron el hospital San Antonio, una congregación de religiosas, escuelas nocturnas para obreros, un asilo, instituciones de ayuda a los menesterosos, una banda musical, todo ello bajo la orientación básica de que la Iglesia debe estar al servicio de los pobres. Catolicismo social, en suma. Fue, sin embargo una experiencia muy breve, pues sus propulsores fallecieron a los pocos años de iniciada esta pastoral social que ha sido calificada como antecedente de la Teología de la Liberación de la década de los 60 del siglo pasado. Sin embargo un hermano del padre Carlos, Cecilio Zubillaga Perera, le dio continuidad a la obra de redención social iniciada, pero agregando a su combate popular un elemento doctrinal nuevo por aquel entonces: el marxismo de signo soviético.

En la remota ciudad del semiárido occidental larense y venezolano, Carora, el gobierno del general Juan Vicente Gómez se vio con amplias y comprensibles simpatías después de los turbulentos años del gobierno de Cipriano Castro, el bloqueo de las costas por las potencias europeas, los pesados impuestos de guerra y a la exportación. 

El joven periodista Cecilio Chío Zubillaga lo apoya a través de la Sociedad Patriótica Ezequiel Zamora que él crea para que Gómez fuera electo presidente por el Congreso para el periodo 1910-1014. Otro tanto hizo el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, quien buscaba que el gobierno nacional reabriera el Colegio Federal Carora que había sido clausurado por Cipriano Castro en 1900. En efecto, en 1911 fue reabierto el Colegio tras largos once años de dramático y prolongado cierre.

El presidente Gómez envía a la ciudad un simpático militar tachirense, el general Juan de Jesús Blanco, quien pronto estableció estrechos y cordiales vínculos con los godos o patricios caroreños, es admitido en el selecto Club Torres, inaugura el acueducto en 1914, la red telegráfica, el Parque Bolívar y contribuyó a reabrir el Colegio Federal de secundaria que tanta falta hacía a los patricios caroreños y sus hijos. 

El diario El Impulso, 1904

Fundar un periódico de circulación diaria en una ciudad de 8.000 almas fue considerada una   insensatez. En la comarca venezolana que  recuerda más a Castilla se funda en un caserón del siglo XVII, el 1 de enero de 1904, una empresa de cultura extraordinaria por una familia: los Carmona. Nace el primer periódico de circulación diaria de Carora, toda una temeridad a la cual se le pronosticaban negros augurios. Un escenario de odio, pero también de humanismo ve nacer El Impulso, quien desde sus primeros momentos dio muestras de vigor y de empuje, lo que explicaría por qué aquel humilde origen daría lugar al Decano de la Prensa de Venezuela de nuestros días. Sus fortalezas serán: es empresa familiar, en donde participan la esposa de Federico, Francisca Figueroa, sus hijos, con la asesoría del Dr. Pedro Francisco Carmona. Es iniciativa particular que no espera dádivas de ningún César. Otra es su discurso universalista, a contracorriente del espíritu de campanario. Quiere comunicarnos con el mundo. Saluda aquel momento de paz, el de la pacificación de Venezuela bajo la tiranía de Castro y Gómez. Exalta al telégrafo, la electricidad, que nos comunican “con todos los puestos del globo, todas las lenguas, todas las razas, la gran familia humana”, como se lee en el Editorial que da inicios a su circulación, que es todo un programa de intenciones para tender puentes con “ideas ajenas y el perenne influjo de los extraños sentimientos”. 

Dijo “Chío” Zubillaga: “El Impulso enseñó a leer a los caroreños”En esos 15 años que residió en Carora publicó a Baudelaire, Nicanor Bolet Peraza, Simón Bolívar, Eduardo Calcaño, Byron, Darío, Maupassant,  Pedro Emilio Coll, D´Annunzio, Manuel Díaz Rodríguez, José Echegaray, Tulio Febres Cordero, Dimas Franco Sosa, Bello, Benjamín Franklin, Víctor Hugo, Jorge Isaac, José Martí, Jesús Muñoz Tébar, Poe, José Asunción Silva, Pérez Bonalde, Tolstoi, Tourgueneff,  Vargas Vila, Zumeta, Polita de Lima, Arístides Rojas, Antonio Álamo, Stendhal, Lucio Antonio Zubillaga, Udón Pérez, Zolá, Goethe, Anatole France, Lombroso, Schopenhauer, Bécquer, Nervo, Chío Zubillaga, Lamartine, Blanco Fombona, Dumas, Shakespeare, Ramón Pompilio Oropeza, Nietszche, Alcides Losada, José Herrera Oropeza, Rodó. Un prodigio que una aislada ciudad se leyera tal florilegio de autores. El Impulso nos hizo entrar a la modernidad al crear el hábito de la lectura.Quien escribe da gracias por ser El Impulso el órgano periodístico que difunde nuestras letras.

El Semanario Labor, 1912

Al calor de esta euforia por el nuevo gobierno que da estabilidad política al país, es fundado el Semanario Labor en 1912 por el bachiller José Herrera Oropeza con el poeta tocuyano Hedilio Lozada, cuando ya circulaba con éxito el diario El Impulso, fundado por el bachiller Federico Carmona y de quien dijo Chío Zubillaga que ese periódico había enseñado a los caroreños a leer. Circulara en Carora El Impulso hasta 1919, cuando decide Carmona trasladarse a Barquisimeto. Ese mismo año fundará el bachiller José Herrera Oropeza el Diario de Carora.

La primera sala cinematográfica fue fundada en 1914 con el nombre Cine Venecia. Proyectó en su inauguración las cintas Epopeya napoleónica, El memorial de Santa Elena y Médico de servicio. El célebre violinista chileno Luis Palma dio varios conciertos en la ciudad, nos dice el Semanario Labor, diciembre 20 de 1914. 

En 1915, en plena guerra mundial europea, nacerá un instituto educacionista público de primaria o elemental, la Escuela Dr. Ezequiel Contreras.  Los fundadores fueron el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, Dr. Doctor en Agronomía Rafael Tobías Marquís Oropeza, doctor Lucio Antonio Zubillaga y el muy conservador Pbro. Dr. Pedro Felipe Montes de Oca, todos ellos muy ligados al Colegio Federal Carora. Su epónimo, el Dr. Contreras, fue médico egresado de la Universidad de Caracas (1855), educador y político del siglo XIX que fallece a temprana edad.

El Liceo Contreras para señoritas 1914

Desde la naciente República de Panamá, anuncia el Doctor en Agronomía Rafael Tobías Marquís Oropeza la fundación del Liceo Contreras para la educación de señoritas en Carora para el año 1914. Allí se enseñaba a las damitas del patriciado caroreño según el método pedagógico concéntrico, toda una novedad entonces. Funda además una revista feminista con el nombre de la diosa griega Minerva. El instituto cerró sus puertas en 1934 cuando ya su fundador había fallecido en Valera, Estado Trujillo en 1922. Apenas tenia 40 años al morir este educador y científico caroreño que fue execrado de Carora por los patricios. 

La enseñanza se impartía según el sistema concéntrico, o por capas, desde una más básica hasta una más compleja, siempre abarcando transversalmente los conocimientos y las aptitudes.  Consiste en examinar varias veces todo lo concerniente a un asunto, tema o a una disciplina. Cada vez se amplía y se profundiza el estudio anterior. Es un sistema que acusa una notable influencia del positivismo y el darwinismo evolucionista del siglo XIX. Hubo serios debates sobre este método, llamado también cíclico. La aritmética no puede ser enseñada bajo este método, pues ningún algoritmo es capa concéntrica de otro, señalaban sus detractores. Sus defensores sostienen que es un organizador grafico que presenta los contenidos de manera global, dando la sensación de todo, que mejora la comunicación oral y escrita y permite la interacción grupal en el aula. Es vieja discusión que nos llega hogaño, los inicios del tercer milenio. Marquís Oropeza sostiene que este sistema es el que mejores resultados ha producido en el mundo entero.

El Diario de Carora, 1919

Tras la partida hacia Barquisimeto del diario El Impulso del bachiller Federico Carmona, decide el bachiller José Herrera Oropeza fundar en 1919 el Diario de Carora. Dice el Diccionario de Historia de Venezuela (1997) que fue Herrera Oropeza “Escritor y periodista. Inició su carrera literaria en las páginas de El Impulso, publicado entonces en Carora (1904-1907). En 1907, fundó el semanario literario Ensayos; y en 1912, el semanario de intereses generales, Labor (1912-1919), redactado por el poeta tocuyano Alcides Lozada. El 1 de septiembre de 1919, fundó en Carora el periódico El Diario, cuya dirección asumió hasta su muerte. Según la opinión de Rafael Domingo Silva Uzcátegui, El Diario de Carora «nunca ha descendido al mezquino terreno de la diatriba, ni de cuestiones personales, ni siquiera de rencillas parroquiales. Siempre ha sido tribuna de cultura y es digno de notarse que, aun en los tiempos de mayor tiranía, su lenguaje fue siempre austero y supo hacerse oír en bien del pueblo». Es urgente que la colección de este periódico caroreño regrese a su lar nativo, pues se encuentra en manos de los propietarios del diario El Impulso, en Barquisimeto. En las páginas de este culto periódico inicia el autor de estas letras su ejercicio escritural en 1972.

1922: Centenario de la Muerte del General Pedro León Torres

En ocasión del Primer Centenario de la muerte del General de División Pedro León Torres en 1922 es organizada la Exposición Regional de 1922, planificadas por el Concejo Municipal, la Jefatura Civil, Diario de Carora, Club Torres y algunas casas comerciales, se transforma en lo sucesivo en Ferias de San Juan Bautista de Carora, un interesante y curioso proceso digno de enfatizar.  Lo primero que debemos destacar es que estamos asistiendo a la conformación de la Idea de Nación, la construcción de héroes, de patriotas y de ciudadanos. Sucede que el más querido héroe de la Patria de los caroreños es el desgraciado General de División Pedro León Torres, fallecido en 1822. Este patriota participa en la Campaña del Sur, liderada por el Libertador Simón Bolívar. Pero hay una coincidencia cronológica que es preciso destacar: es que el nacimiento del General Torres, el 25 de junio, coincide con la realización de las fiestas patronales de san Juan Bautista de Carora. Ello quiere decir que allí se produce, como dice Alejandro Barrios Piña, un sincretismo cultural que une la tradición religiosa católica a la tradición de la Patria en vías de conformación en los días del solsticio de verano boreal.

Es necesario e ineludible destacar una curiosa e interesante situación del bronce del héroe de Bomboná. Sucedió que el busto del General Pedro León Torres ocupó hasta 1930 el sitio que le correspondía al Padre de la Patria Simón Bolívar, esto es la Plaza Bolívar de Carora, pero cuando se conmemora con gran entusiasmo y boato el Primer Centenario de la muerte del Libertador en 1930, el busto del General Torres tendrá otro destino, pues se le construirá una plaza en su memoria a tres cuadras al Este de la Plaza Bolívar, en la calle principal de la ciudad de Carora, la calle Bolívar.

De modo pues que las Ferias de San Juan Bautista de Carora del presente tendrán como inicio el evento patriótico y nacionalista que se vincula estrechamente a la tradición del catolicismo en la antigua ciudad de san Juan Bautista el Portillo de Carora. Se trata de lo que llama Reinaldo Rojas un universo simbólico de mitos y representaciones sociales en construcción.5, es el nacimiento de la “religión de la Patria” imbricada indisolublemente a la religión católica que implantó el español desde el siglo XVI en estas remotas geografías del semiárido occidental venezolano.

1923: Año Eje de la Cultura Caroreña

Quien escribe ha llamado a 1923 Año Eje de la Cultura Caroreña, pues en esta fecha nacieron grandes y cimeras figuras de la cultura de nuestro solar nativo: el guitarrista universal Alirio Díaz Leal (La Candelaria,1923- Roma, 2016), descubierto por Chío Zubillaga,  es a no dudar el caroreño más universal del siglo XX, consagrado concertista, arreglista de aliento popular, escritor, dice  Alejandro Bruzual (La guitarra en Venezuela) que es considerado el más importante intérprete latinoamericano del instrumento luego de Agustín Barrios Mangoré, máximo exponente y difusor de la música venezolana en el exterior, ha dado conciertos en la Unión Soviética, Israel, Turquía, España, Italia e Irán. Fue su deseo que sus restos mortales fueran sepultados en Carora. 

El compositor y arreglista para la guitarra Rodrigo Riera (Carora,1923- Barquisimeto,1999) quien por su enorme capacidad de improvisación ha sido comparado al pianista Chopin, ha sido colocado, dice Alejandro Bruzual, al lado de guitarristas como Atahualpa Yupanqui y Eduardo Falú, estuvo residenciado en Francia, enseña en New York y en Barquisimeto, director de cultura de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, Doctor Honoris Causa, dicta cursos de perfeccionamiento a guitarristas como Álvaro Álvarez, Darío González, Roberto González, Valmore Nieves, Rafael Suarez , Efraín Silva y su hijo Rubén.   

El poeta, político y traductor Alí Lameda (San Francisco,1923- Caracas,1995), discípulo preferido de Chío Zubillaga, autor de la inmensa epopeya El corazón de Venezuela, El viajero enlutado, El gran cacique (Premio Casa de las Américas, Cuba) El juglar de las torres moradas, Los juncos resplandecientes: décimas al Vietnam heróico y mártir , perteneció al grupo literario Contrapunto, políglota, traductor de Valéry, Mallarmé, Rimbaud y Baudeaire al castellano, militante comunista, sufre siete años de injusta prisión en Corea del Norte, liberado por las diligencias de los presidentes  Nicolai Ceausescu y Carlos Andrés Pérez.

El educador, folklorista, político, animador cultural y ecologista, mi padre Expedito Cortés (Sanare, 1923- Barquisimeto, 2001), director del Grupo Escolar Ramón Pompilio Oropeza, Carora, cofundador de la Casa de la Cultura de Carora con el Dr. Juan Martínez Herrera, del Frente Ecológico Regional Lara, de los Parques Nacionales Dinira en tierras altas y el del semiárido Saroche. 

Y, finalmente, el compositor Valentín Carucí, (El Paso de Curarigua, 1923- Buenos Aires, 2019) autor de unas 300 piezas musicales populares entre las que destacan Palmaritales de Arauca, Romance en la Llanura, Tonada del becerrero, A la Orilla de un Jagüey, Ensoñación, Mire Comadre Mire., presidente de Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela, SACVEN. En 2005, Carucí fue electo Presidente del Comité Iberoamericano de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores.

 Carora se prepara con entusiasmo para celebrar por todo lo alto esta efeméride, cumbre de la cultura nacional y planetaria, que tiene como epicentro el semiárido occidental venezolano, caja de resonancia de un poderoso impulso cultural que se expresa fundamentalmente a través de la música y la literatura.

Luis Eduardo Cortés Riera 

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