No se ha de tener indulgencia con la malicia de los hombres.
Aforismo Romano.
Para lo que me queda en el convento, me cago dentro. Así da su ultimátum el coronel psicópata. Con este refrán se recoge la eventualidad por la cual, aquel que sabe que va de salida, pero de carácter innoble, porque ya se le agotó su tiempo en razón de cualquier circunstancia y no le importa el qué dirán de su comportamiento, entonces decide “cagarla aún más”. Es decir, sellar con su desprestigio, mala reputación y su deteriorada imagen lo que realmente anida en su mente y en su corazón y por tales invirtudes decide dejar como despedida una huella sucia de su descompostura moral y antiética, de su desorden de la personalidad y de sus burlas a las normas de convivencia y de los usos sociales, de su siniestra y enferma manera de violar las leyes. Este es el caso del coronel psicópata, es su realidad es su estilo.
El coronel psicópata está haciendo “caída y mesa limpia”. Este idiota moral – persona que cual paciente de cretinismo no diferencia entre lo moral y lo inmoral – pero en el caso de este coronel nunca más ascendido que no tiene ninguna alteración en su inteligencia, se cree y está convencido de que las normas morales, ni las normas en general, están hechas para ser obedecidas por él, por lo tanto no son aplicables a su persona y entonces prefiere para provecho propio comportarse con laxismo y considera leve lo que es grave, y permitido lo que está prohibido. Se está afincando en llevarse de la institución todo lo que pueda ratear, chantajear, extorsionar. Está como en el juego de cartas, haciendo “caída y mesa limpia”. Ha dado instrucciones a sus correveidiles, a sus monos voladores, a sus cómplices pues, que deben robar, corromper y extorsionar lo máximo en este tiempo de veda. Les ha caído como un balde de agua fría la noticia de su remoción, por lo que hoy está en el Distrito con regalos para su nuevo líder emprendiendo en su contra para engañarlo, un proceso de embaucamiento y pretendiendo la disuasión seguramente por los métodos que él acostumbra que sea la corrupción en su más impura expresión, para violentar las defensas éticas de su superior. Este coronel psicópata no tiene ninguna contención moral.
Como la psicopatía de este coronel narcisista supera su IQ e incluso su inteligencia, sintiéndose dueño y señor de la institución y de los empleados; le parece “injusto” que lo quiten de donde hay. Él se siente un gerente de lo indecente, que se merece todo, todo, todo lo mejor porque es una deidad y que su desorden bipolar lo justifica para seguir enquistado, atornillado, parasitando la institución y vendiendo ilegal e ilícitamente documentos por los cuales sus ostentadores no han cumplido ningún requisito legal para obtenerlos, que no sea el pago en divisas para provecho propio del coronel. Ah sí, este sujeto también sufre de desorden bipolar. El estudio prolongado y exhaustivo de su personalidad y sus modos de comportamientos han arrojado que se trata también de un paciente con el trastorno bipolar, antes denominado «depresión maníaca», que es una enfermedad mental que causa cambios extremos en el estado de ánimo que comprenden altos emocionales (manía ohipomanía) y bajos emocionales (depresión). Toda vez la euforia que experimenta cuando conquista sus planes de corrupción y la depresión en que cae cuando no los logra o cuando piensa que no los logrará. De su trastorno de bipolaridad escribí en una ocasión aunque episódico tendiendo a la cronicidad, en todo caso es de cuidado. Es una joyita este coronel psicópata.
Así nos narra un funcionario. No entendía aquel hombre, la circunstancia por la cual, aun siendo eficiente y colocando al servicio de aquella entidad sus conocimientos para el desenvolvimiento transparente de los procesos, y aportando respuestas éticas a las problemáticas que se le presentan para su análisis y resolución, sin embargo se le mantenía a distancia, con cautela. Había una aprensión hacia él, que no lograba deducir. No alcanzaba atinar aquel empleado la circunstancia por la cual no conquistaba calar en aquel círculo, no había ósmosis hacia aquellos a quienes prestaba su quehacer profesional.
Parece este coronel gente normal, pero experimenta cambios bruscos de ánimo diariamente, lo que por la mañana es alegría y excitación por la tarde se convierte en tristeza y frustración y viceversa. Se muestra depresivo, irritable, con falta de atención, con patrones del sueño alterados y grandiosidad. Cualquiera con una mínima información sobre las enfermedades mentales, concluiría que es bipolar.
Pero es que estas características nos alejan de la realidad que padece, se trata de gente disfrazada en un mundo lleno de complicidades. Algo así como, “el diablo lo hizo y él juntó a sus monos voladores”.
Y es que tiene un discurso de corrección, pero la realidad revela siniestralidades. Es una práctica deshonesta para él y la sanción para quien pretenda “descubrir sus negocios”. Aquí la honestidad desentona. Le molesta la gente honorable, pero la tolera por conveniencia mientras no se acerquen a sus realidades oscuras. Usa a la gente íntegra para adornar sus apariencias con decencia y virtud, pero todo acomodaticiamente para mantener un perfil disimulado.
Al fin descifró nuestro personaje, el enigma por el cual el círculo está cerrado para él, porque la honestidad desentona en ese ambiente, que no sea para dar discursos falsos de rectitud, pudor y moderación; porque es el círculo de los corruptos y sus miembros, ya se conocen recíprocamente y tienen tasadas sus ventajas y prebendas y el redondel está lleno que no sea para jactancias y prepotencias de las ganancias mal habidas. La plaza está ocupada por el círculo de los corruptos, allí la honestidad desentona.
Así las cosas, en las vísperas de cambios, el coronel psicópata tiene una fijación por mantenerse enconchado en la institución a la que ha convertido en una cueva de ladrones, en un antro de corrupción, porque la ha parasitado y ha torcido su misión y su visión, en la que sus productos están alterados, son una burla a la sociedad y no tienen las cualidades que de ellos se requieren y que constituyen en la gestión del coronel psicópata la peor imagen y el más grande desprestigio para la comarca. Repetitivo pero necesario ha sido, advertirles que los psicópatas cuando están al frente de las instituciones las desprestigian y hacen que pierdan toda credibilidad social.
El daño que el coronel psicópata ha producido a la institución ha sido descomunal e inaudito, no es posible que hayan dejado que un hombre cometa todo tipo de delitos en perjuicio de una institución cuyo legado era otro y no que le sirva de mampara para enriquecerse a través de la corrupción que lidera intra y extramuros este felón psicópata narcisista, licántropo y voyerista.
Dios conceda discernimiento al superior del coronel psicópata para que libre a la institución de este parásito, que no se deje engañar, que no sucumba a las estratagemas delictuales de este militar que por su prontuario se le impidió ascender a General no obstante su antigüedad.
Lo que no ha comprendido y no comprenderá el coronel psicópata, es que hay un orden mayor, hay leyes y nada de lo que ha robado, nada le pertenece ni le pertenecerá, porque no es legítima su procedencia. Con robar me refiero en una acepción superior a la que está contenida en los libros y en las leyes, porque desde infante se le conoció como el negro ladrón, por todas las trampas y controles y manipulaciones que hace para conseguir sus fines ilícitos y de corrupción.
Es el coronel psicópata un hombre que carece de vergüenza y de escrúpulos, y no le causa pena ni culpa toda la maldad, el sadismo, y la corrupción que perpetra en la institución y a lo largo de los años en los que se ha desempeñado como gerente de empresas o localidades del estado. Cuanta maldición le ha caído a esta organización en manos del coronel psicópata. En mala hora este coronel psicópata se ha cruzado en el camino de gente decente, inocente y honorable a quienes ha desprestigiado y a quienes ha convertido en víctimas, todo producto de sus trastornos de la personalidad.
Este coronel psicópata es un hombre malicioso, es un nombre fraudulento y es justo que el fraude se vuelva contra su autor.
Nada más cómplice que encubrir los delitos, so pretexto de ignorarlos.
Aforismo Romano.
Crisanto Gregorio León