Advertencia preliminar
Este ensayo no pretende ser un estudio acabado y exhaustivo de la obra múltiple y maravillosa de Gerónimo Pompa. Quiere ser apenas un estímulo para futuras investigaciones sobre el autor de Medicamentos indígenas. Se trata de un escritor autodidacta, patriota connotado, humilde hombre de nuestro turbulento siglo XIX, que le entrega a Venezuela una obra literaria casi desconocida que espera de sus críticos. Quien escribe se ha limitado a estudiar uno de sus múltiples trabajos, el referido a la medicina folclórica o etnomedicina y del cual he esbozado apresurados puntos de vista. Dejo pues a otros investigadores continuar lo que he empezado. Es una deuda que tiene la cultura venezolana con este autor mirandino y venezolano que hizo prodigios de cultura en “tierra de desordenados”, como dijo Mariano Picón Salas.
¿Quién era Gerónimo Pompa?
No podía imaginar este comerciante nacido en Guatire, Estado Miranda en 1810, que su libro Medicamentos indígenas, editado en 1868, se iba a convertir en un auténtico best seller multieditado en Venezuela, un país de pocos lectores y enormes saldos de analfabetismo. Editado inicialmente en la ciudad de Puerto Cabello por la imprenta J. A. Sagrestáa, conocerá hasta el presente más de 54 ediciones. Pocos libros venezolanos gozarán de tan impresionante palmarés cultural en nuestro país.
Desde joven muestra Gerónimo Pompa, hijo de militar independentista, interés por la cuestión social, política y cultura. En 1845 redacta un proyecto para establecer el Instituto Industrial; como escritor dará a conocer en 1850 su comedia El amor casado; fue de los promotores del primer Ateneo de Caracas en 1852, y además diputado por la Provincia de Caracas en 1857, nos refiere el Diccionario de Historia de Venezuela.
Pero fue en 1868, poco después de la terrible Guerra Federal, cuando después de 40 largos años de investigación publica su conocidísimo Medicamentos indígenas, Colección extraída de los reinos vegetal, animal y mineral. Índice para sus aplicaciones, un texto que no falta en los hogares venezolanos y que le abre las puertas de la inmortalidad.
Tengo entre mis manos la bella y cuidada edición número 41, impresa en España en 1974 por Editorial América S. A., de esta singular y curiosa publicación que nos viene de nuestro turbulento siglo XIX, que como el celebrado Manual de Urbanidad y Buenas Maneras de Manuel Antonio Carreño, editado en 1853, y Venezuela heroica de Eduardo Blanco (1881) vencen el ultraje del tiempo, como diría Jorge Luis Borges. Ha tenido lectores entusiastas en el siglo de su edición primera, entusiasmo y confianza que pervive en el siguiente siglo XX y que se traslada victorioso al tercer milenio.
Botánico y patriota
Don Gerónimo Pompa muestra un gran patriotismo, diciendo que es este sentimiento lo que lo motiva hacer su investigación médica, la que hogaño llamaríamos homeopática. Habla de “medicamentos nacionales”, defiende a las razas indígenas casi desaparecidas de este país (pág. 8), se lamenta que Gobernadores de provincias no hiciesen recoger los preciosos conocimientos de los indígenas (pág. 7), se refiere al “fango colonial” (pág. 9), y como haciéndose eco del racionalismo del siglo XVIII, escribe que “los pasados siglos coloniales de ignorancia (que) se sobreponían a la razón.”
Afirma que la ciencia médica del viejo continente a veces debe reconocer la eficacia de la farmacopea aborigen cuando escribe: “los preciosos específicos con que los indígenas nos han asombrado tantas veces en sus aplicaciones…con mengua de la ciencia, transportada a estas regiones desde la culta Europa.”
Gerónimo Pompa es un hombre a medio camino del conocimiento tradicional indígena y la ciencia médica moderna experimental que acaba de nacer en Francia desde principios del siglo XIX, como afirma Mario Bunge (Filosofía para médicos). Ha recogido en su vejez (en sus 58 años) información “del labrador inocente, el indígena curandero, el anciano experimentado”, pero respeta y admira la ciencia médica y botánica del Dr. José María Vargas (1786-1854) y el licenciado J. M. Benítez, autor de Principios para la materia médica del país (pág. 8).
Se lamenta no haber podido cursar en su juventud estudios de medicina en la Universidad de Caracas o en la Universidad de Mérida, “en una época en que la libertad de la Patria era el único pensamiento de sus hijos.” Aspira a “la indulgencia de los profesores y a la consideración de los que, como yo, sólo tengan ligeras nociones de la medicina doméstica” Pero advierte que “la invencible experiencia es la reina de la sabiduría.” (pág. 10)
Como muestra de su insuflado patriotismo afirma que su obra se trata de un “libro nacional”, en el que “se muestran los portentosos secretos revelados a los hijos de las selvas americanas por la Madre Naturaleza.”. por patriotismo deben apresurarse a comprarla, y además agrega que “Cuando muchos extranjeros lo han verificado por docenas de la anterior edición para remitirlo a Ultramar, mengua sería que los nacionales la viesen con indiferencia.” (pág. 5)
Medicamentos indígenas es un libro didáctico y al alcance de todos, de allí su enorme éxito, escrito en un bello y cuidado castellano del siglo XIX. Usa los tecnicismos de la ciencia médica, “sin conocerla”, y en donde “he procurado, dice Pompa, explicarme con la claridad posible.” (pág. 9). Habrá que investigar si fue material de lectura en nuestro sistema escolar en algún momento, como plantea para Francia Pierre Nora (Los lugares de la memoria,1997, citado por Reinaldo Rojas en Fiesta, imaginario político y nación, 2011, pág. 29. Si Francia construye su imaginario de nación con el Pequeño Larousse, Brasil con Casa Grande y senzala de Gilberto Freire, en Venezuela podemos agregar a Medicamentos indígenas de Gerónimo Pompa a la lista de impresos formadores del imaginario de la nación. Es una investigación pendiente y que el ensayo nuestro es apenas un comienzo indagatorio.
Su labor fue laboriosa y larga, pues debió recoger y anotar muchísimos medicamentos “unos encubiertos con el velo del misterio, los más a merced a menguados informes o mal combinadas explicaciones” (pág. 9). Se trata de la increíble cantidad de 456 medicamentos indígenas y sus aplicaciones, acompañados de hermosas ilustraciones a todo color, algunos de los cuales “asombrarán al ser estimados como fabulosos e infieles” (pág. 10), considera que algunos “perecieran increíbles y otros mera ficción” (pág. 11), tal como veremos después.
Pero al final del Prólogo le tiende la mano a la ciencia médica occidental europea, cuando dice que “Tócale a los profesores de la ciencia médica hacer estas averiguaciones…examinar las virtudes de los medicamentos que les presento, y, en fin, les toca ofrecernos otros si ellos no son exactos, si ellos no producen los beneficios que yo me he propuesto, si ellos difieren de los resultados que yo he alcanzado en los que he tenido la ocasión de examinar.” (pág. 11)
Todo parece indicar que el libro de Pompa tuvo éxitos a ambos lados del Atlántico y en los Estados Unidos. Lo decimos porque la Editorial América S. A. tiene oficinas en Miami, Florida, y en la ciudad de Panamá, a lo que debemos agregar que la edición de 1974 fue impresa en los talleres de GREFOL, Madrid, España, y, como si fuera poco, la Editorial El Perro y la Rana, Ministerio de la Cultura del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela lo edita en 2007 y 2017.
Las enfermedades
En un país enfermizo y plagado de guerras civiles como era Venezuela hace siglo y medio, no nos deberá sorprender la enorme cantidad de enfermedades que aparecen en el libro de Gerónimo Pompa, unas 200 dolencias de todo tipo, veamos cómo aparecen en el Índice de Medicamentos indígenas (1974):
Abcesos, apostemas, abortos, almorranas o hemorroides (29 citas), anginas o esquinencias, asma (35 citas), bronquitis, astricciones del vientre, bicho o lombrices, blenorrea, bubones o incordios, dolores de cabeza (38 citas), palpitaciones de corazón, cánceres o cancros (23 citas), callos y cadillos, catarros o resfriados, cólicos, epilepsia o mal del corazón (43 veces citado), mordedura de culebras, impotencia, diarreas (citadas 112 veces) escaldaduras, escorbuto, escrófulas (citadas 8 veces), espasmos o resfriados, estreñimiento, fiebres (48 citas), flatos o ventosidades, gonorrea, blenorragia, hemorragias, heridas, hidrofobia, hidropesía, hígado, histerismo, ictericia, inflamaciones, lombrices, (37 veces), manchas, melancolía, menstruo, muelas y dientes, nervios, sordera y zumbidos de oído, ojos, opilaciones u obstrucciones, orina (82 citas), perlesía o parálisis, picaduras, porrazos o contusiones, pulmones y bronquios (58 citas), purgantes, quebraduras, reuma, reumatismo (42 citas), sarna, (44 veces citada), satiriasis, ninfomanía o priapismo, (2 veces), sífilis, sincope, sudores, testes, tétanos, tisis y toses, tumores, carbuncos, panadizos, ulceras (64 veces), catarros, piedras en vejiga, venéreo (29 veces), vómitos,
Título equívoco
Examinando con detenimiento el libro de Pompa, advertiremos que muchos medicamentos que en él aparecen no son indígenas o americanos. Muchas plantas de la Colección son europeos, asiáticos o africanos. Tales son los casos del ajonjolí, ajos, algodón, anís, arroz, azúcar, berenjena, café, caña dulce, coco, durazno, lechuga, espárragos, fresas, garbanzos, girasol, jengibre, limón dulce, mango, membrillo, naranjas, rábano, repollo, rosas, tabaco, tomates, vainilla, valeriana, zanahoria. A ello debemos agregar que aparecen animales procedentes de otros continentes: caballos, vacas, burros, cabras, palomas, carneros, cerdos, perros, gallos, entre otros.
Sin embargo es de destacar que la mayoría de las especies vegetales son americanas: covalonga, cacao, yagrumo, orégano, ocumo, cují, ñongué, piña, achote, apio, auyama, batata, bejucos, cambures, cariaquito, caujaro, chayota, chiquichique, chirel, cocuy, copey, corozo, currucay, dividive, escorzonera, guaco, guanábano, guayaba, guayacán, huele-huele, indio desnudo, issocá, jobo, maguey, mapurite, mastranto, mastuerzo, papaya, parcha, peonía, poleo, quimbombó, quinchoncho, quiripití, rompesaraguelo, saúco, sangre de drago, sarrapia, supí, tabaco, tártago, tegue, tomate, tuturutu, totumo, verdolaga, viravira, yuca, zábila, zarzahueca.
De igual modo, los animales americanos son legión: abejas, caimán, cangrejos, coneja, culebra, danta, erizo, patos salvajes, hormigas, iguanas, lagartijos, lombricas, manatí, matejea, mapurite, monos, moscas, morrocoy, pereza, alacrán, zorro, ranas, sapos, temblador, tigre, venado,
Minerales medicinales
El carbón es antipútrido y desecativo se usa en úlceras sucias y cancerosas, el carbón de conchas de plátano para los pujos. Ceniza para heridas levs, bubones venéreos, calambres e hinchazones, quemaduras. La greda de avispones disuelta en leche tibia y colada, se unta con unas plumas en la erisipela, es excelente vomipurgativo, cura apoplejías, cólicos, mata lombrices. El hierro se toma de mil maneras da tonicidad al estómago, nervios, arregla el menstruo, para la clorosis, las flores blancas, lombrices, flatos, hipocondría, impotencia sexual. La lejía en cataplasmas de pan puesta en los bubones venéreos, pediluvios, retenciones de menstruo, fiebre tifoidea, con flores de manzanilla se aplica en toda clase de tumores, especialmente en los escrofulosos. El expresidente de los Estados Unidos Donald Trump recomendó la lejía inyectada para combatir el Covid19 (23 de abril de 2020).
Piedra de águila, así llamada porque el águila las conduce a su nido para preservar a sus polluelos de animales dañinos, es contraveneno eficaz, en los partos difíciles se ata la piedra al muslo derecho y brevemente se realizará el alumbramiento, afecciones de la matriz, opilaciones u obstrucciones menstruales, esquinencia o angina, para soldar las quebraduras. Y no podía faltar la sal común, que es purgativa y resolutiva, purgante, resuelve hinchazones y tumores, con saliva en ayunas resuelve tumores y lobanillos.
Agua natural, que se recomienda hervirla para combatir el cólera asiático, su vaho caliente se usa en el ojo cuando baila a causa de un mal aire, el agua serenada se toma en las diarreas, lociones de agua fría en casos de reumatismo. Acero en limaduras disueltas en vino dulce para expeler lombrices, para disecar la matriz, detener las flores blancas. La cal viva con claras de huevo y aceite de olivas para sanar quemaduras y heridas, agua de cal para los pujos intestinales y la disentería, como ungüento para vinagre es excelente pócima en caídas y porrazos, con aguardiente alcanforado quita dolores de cabeza, poniéndola en la coronilla y cubriendo aquélla.
Los informantes
El libro se resiente bastante al no informar quiénes son los informantes de Gerónimo Pompa durante los 40 años que dura su exhaustiva investigación que inicia en 1828 y finaliza con la publicación de la obra en 1868. Ningún nombre de etnias indígenas, ningún nombre de curandero, chamán o brujo de alguna etnia indígena que no menciona de ninguna manera. De igual manera se omiten lugares, nombres de pueblos y ciudades, provincias de Venezuela. Apenas aparecen algunos nombres, tales como Cartagena, Sabana Larga (Colombia), Ciudad Bolívar (Venezuela). Cabe la posibilidad de que en otras ediciones, ¡que son más de 50!, aparezcan estas preciosas informaciones, las que nos darán idea de este periplo grandioso que hizo Pompa por la inmensa geografía patria en búsqueda de los tesoros de la medicina natural. Habrá que investigar.
Libro laico
Como se podrá creer, el libro de Pompa no es religioso, no hace alusión a la Iglesia Católica, ni a ningún santo o santa (el Dr. José Gregorio Hernández era un niño entonces). Ninguna alusión al espiritismo o al chamanismo, lo que se podrá interpretar como una influencia de la filosofía del positivismo, pues hace repetidas referencias a la ciencia médica y a la palabra clave de nuestro siglo XIX: progreso. Como sabemos, el positivismo fue introducido a Venezuela en 1861 en la Universidad de Caracas por los doctores Adolfo Ernst, Vicente Marcano y Rafael Villavicencio.
Es una obra que se adelanta, afirma Francisco Javier Pérez, a otros estudios realizados entre los siglos XIX e inicios del XX por el Dr. Lisandro Alvarado y Dr. Henry Pittier, lo que convierte a Gerónimo Pompa en precursor de los estudios etnobotánicos y del folklore médico en Venezuela (véase anexo).
Enfermedades del Caballo
La edición que tengo en mis manos (1974) tiene en sus páginas finales un Suplemento titulado Enfermedades del caballo y su manera de curarlas, que comprende las paginas 263 hasta la 296. Su autor es el señor José A. Díaz y su obra El agricultor venezolano. Los equinos, caballos, mulas y asnos, eran en el siglo XIX el más importante medio de locomoción y transporte hasta la llegada del ferrocarril y los automóviles. La posesión de estas bestias podía medir la fortuna de una persona, familia o pueblo. La ciudad de Carora, ubicada en el semiárido occidental de Venezuela, contaba a finales de siglo XIX con la enorme cantidad de 5.000 burros de carga para el trasporte de mercancías.(Telasco Mac Pherson. Diccionario del Estado Lara. Pág. 120)
Esas enfermedades en equinos son: casquera, hormiguillo, zapatazo, gomillas, hinchazón del bajo vientre, mataduras, alunaduras, sarna, arestín, espundia, derrengadera, garrapatas, muermo, enfermedades de los ojos, cólicos, torozón, tabardillo, cólico nervioso, lombrices, casco hendido, hermosura, pasmo, tétanos, garrotillo, gomas, casco blando, abertura de pecho, haba, pujo de orina, aguaduras, aguas en las piernas, astas o canceres en la boca, agallas, asma, huélfano, cardo, carbuncos, dolor de cabeza contagioso, encabestradura, erisipela, hidropesía, lamparones, mordeduras d animales venenosos, musaraña, pleuresía, pulmonía, purgas, cólicos, retortijones.
La triaca, medicamento de la Antigüedad
En la página 167 de Medicamentos indígenas (1974), hace Pompa una curiosa referencia a la triaca, un medicamento que viene de la Antigüedad greco romana: “En los flujos de vientre, se toman tres cucharadas de conserva de membrillo, y se le agregan unas tres de azúcar rosado y tres dracmas de buena triaca, y bien incorporado todo en un mortero, se le añade un poco de jarabe de membrillo o de roas, de cuya opiata tomará el enfermo una cucharada en ayunas y otra un poco antes de cada comida.”
La triaca es un medicamento muy antiguo que Geronimo Pompa recoge como tradición medica que viene del siglo III a. C. , continúa con Galeno (siglo I d. C.). Contiene unos 70 ingredientes de origen vegetal, siendo el opio el principal.
Otros ingredientes de la triaca son: eléboro, jengibre, iris de Florencia, valeriana, acorus aromático, ruibarbo, potentilla, raíz de aristolochia, raíz de asarum, raíz de genciana, maderade aloe, canela de Ceylán, escila, díctamo de Creta (mejorana), rosa roja, azafrán, Champiñón de París, zumo de regaliz, extracto de acacia catechu, goma arábiga, mirra, olíbano, benjuí y otras muchas más.También se usaron ingredientes de procedencia animal, como castóreo o carne de víbora, y minerales, tales como terra sigillata, betún de Judea o sulfato de hierro.
Se le consideraba a la triaca un poderoso antivenenos, muy eficaz para combatir afecciones internas. Se dice que fue el rey del Ponto, Mitrídates (siglo II a C), quien por temor a ser envenenado experimentaba en delincuentes y consigo mismo su efectividad. Con el aparecimiento de la química y medicina modernas en los siglos XVIII y XIX, se puso en tela de juicio su efectividad. Pero en Venezuela don Gerónimo Pompa sigue convencido de sus poderes milagrosos a fines de siglo XIX. Es que no tuvimos, escribe Octavio Paz, pensamiento Ilustrado, no tuvimos siglo de la Razón. (In/mediaciones. Pág. 43)
Algunas curiosidades del libro
El Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez, habría leído con enorme gusto y deleite este libro de Gerónimo Pompa. Mucho material para escribir sus novelas y cuentos habrían podido extraerse de las fantásticas páginas de Medicamentos indígenas. Una asombrosa realidad a medio camino de la ficción. Veamos algunas de estas curiosidades:
Peonía. “Las semillas se llevan al cuello para quitar las manchas provenientes del hígado, y pulverizas las toman también los epilépticos.” (pág. 189)
Pereza o Perezoso. “La piel de este cuadrúpedo se acondiona y se coloca en el asiento (bien sea de casa o de montar a caballo) de la persona que padece de las hemorroides, y se considera que contribuye poderosamente a su curación.” (pág. 191)
Zamuro. “El tuétano que se extrae de la canilla de este volátil se aplica en una mechita a cualquier fístula y se curará en cuatro o seis días. El corazón , puesto por 24 horas en infusión de aguardiente, y tomado diariamente por el enviciado en la bebida, hará que la aborrezca”(pág. 218)
Hojas de salvia (en latín: planta que salva). En los partos laboriosos y cuando el feto ha muert en el utero, se ordena la cataplasma de salvia en la vulva y el zumo interiormente.” (pág. 216-217)
Piedra de águila. “Llámanla así porque el águila las conduce a su nido para preservar a sus polluelos, es eficaz contraveneno.” (pág. 192)
Venado. Del buche de este cuadrúpedo tómese la suciedad que contiene. Deslíese en vino y désela a beber al que padece gota coral al acometerle el acceso, o cuando sienta los síntomas, y a pocas veces sanará.” (pág. 245).
Consideraciones finales
Medicamentos indígenas es uno de los textos fundantes de Venezuela como “comunidad imaginada” (Benedict Anderson, Comunidades imaginadas 1983). Ayuda de manera significativa a darle origen a la conciencia nacional, de manera parecida a los libros de Manuel Antonio Carreño y Eduardo Blanco. Anderson nos habla del capitalismo impreso, el libro como una mercancía que es la clave para la generación de ideas del todo nuevas de simultaneidad (pág. 62,63). Más adelante dice Anderson que la convergencia del capitalismo y la tecnología impresa …hizo posible una nueva forma de comunidad imaginada, que en su morfología básica preparó el escenario para la nación moderna (pág. 75) y menciona a la novela nacionalista mexicana Periquillo Sarniento (1816) como ejemplo formador de comunidad imaginada.
Pompa se adelantó en muchos años al “segundo descubrimiento de Venezuela” cuando convoca Juan Liscano en 1948 al Gran Festival Folclórico celebrado en Caracas, donde el país toma conciencia sobre su hasta ahora ignorada cultura popular, folklore, la Nación y el espacio público. Una visión de pueblo aflora en 1948.
Gerónimo Pompa mostró a los venezolanos de la hora menguada que era 1868, que teníamos una tradición milenaria en lo que a farmacopea se refiere. Mescla con maestría conocimientos médicos tradicionales europeos con los americanos, con lo cual logra una afortunada conjunción de saberes médicos. Debemos entender ello como un portento de diálogo entre el viejo mundo de Ultramar y el Nuevo Mundo americano. No se inclina servilmente al discurso medico de Europa, sino que lo complementa desde la realidad de los “tesoros inapreciables” que acumulan las primeras naciones y el pueblo mestizo venezolano.
Don Gerónimo Pompa descubre y pone en las manos ávidas de los venezolanos necesitados, una “cultura popular” arcaica y no académica, un folklore medicinal o etnomedicina, según dice Rafael Strauss Diccionario de cultura popular, 1999, volumen I, pág. 443, que le dio sin embargo al pueblo llano y mestizo y a las clases acomodadas una seguridad, la de su integridad física y mental, en tiempos en que la atención facultativa era extremadamente escasa y deficiente.
Éramos un “país archipiélago”, usando la expresión de Elías Pino Iturrieta, descoyuntado, pobre, enfermo y analfabeto. Pero el conocimiento de la medicina indígena y popular llagaba a amplios sectores de la población gracias a la lectura en voz alta, dice Roger Chartier, que realizaban curas, boticarios, y algún maestro de escuela, del precioso e inestimable libro de don Gerónimo Pompa.
La medicina natural ha tenido terribles detractores, uno de los cuales es el mencionado científico y filósofo argentino Mario Bunge (Filosofía para médicos) quien acremente la acusa de fraude, que no tiene laboratorios y que no resiste la experimentación, una medicina no validada científicamente. Pero en el escenario de la pobre y palúdica Venezuela agrícola y campesina de siglo y medio atrás, cumplía un papel esencialísimo el libro de Gerónimo Pompa, pues en muchos casos era la única herramienta del conocimiento médico a disposición de los famélicos y enfermizos venezolanos del siglo XIX y también el siglo XX.
Pompa es iniciador de un indigenismo que no nació de indígenas sino de blancos, tal como escribe el mexicano Leopoldo Zea (“Negritud e indigenismo”, 1986), indigenismo que, a diferencia de la negritud, es corriente de pensamiento elaborada por negros, afirma José Ramiro Podetti en Cultura y alteridad, 2007, pág. 195. Valora don Gerónimo de gran manera la medicina no académica e indígena, en un país que como Venezuela es poseedora de pequeñas comunidades aborígenes si las comparamos con las muy grandes de México, Guatemala, Perú, Bolivia, y aun Colombia.
Como un San Marín de Porres venezolano, don Gerónimo Pompa fue un puente unificador de las farmacopeas europeas, aborígenes americanas y africanas, tal como hizo entre los siglos XVI y XVII el médico sanador peruano de ascendencia africana “Fray Escoba.”. Dicho de otra manera, representa Pompa la conjunción de tres tradiciones médicas muy antiguas: la aborigen, la europea y la africana. Todo un portento de cultura mestiza e híbrida que tenemos por obligación valorar en su justa medida.
Luis Eduardo Cortés Riera