Para colgar en el cuello el escapulario de mis sueños, nunca es tarde para abrir de par en par ventanas a la esperanza, para hacerme un collar con gotas de rocío, nunca es tarde para pedir luz a los cocuyos y al final refugiarme en el rincón del último cuadro y desde allí seguir escribiendo mis primeras y últimas vivencias hasta que se me acabe el lápiz de la vida y se vuelvan amarillas las hojas de mis escritos…
Un año que se va y otro que llega cargado de esperanzas, un sueño que se va y otro que llega a la vida con sus cargas y sus alivios… La vida es bella, razón por la que hasta el último momento la esperanza de continuar es y seguirá siendo el sueño del hombre, aunque ya no tenga tiempo…
Se pasa uno la vida entera asomándose a la ilusión, acariciando sueños, anhelando milagros, esperando lo que nunca llega y así vamos soñando, bajando al abismo o ascendiendo en espirales, a veces nos sentimos olvidados, otras olvidamos, unas veces nos sentimos frescos como una flor, otras como flujo incansable que pronto será deshecho…
Las verdaderas amistades y los viejos tiempos son los que al final de los años pueden sacarnos del marasmo, de la soledad y de la tristeza que va dejando atrás la lozanía de otro tiempo, donde éramos la envidia de las mismas flores que crecen, lucen, se secan y se mueren con el avance de los días, como nosotros…
Diciembre es la época en la que todo nos viene a la mente: los ancestros, la niñez, el recuerdo de la casa paterna que se quedó sola, sus paredes descoloridas, el paisaje desnudo y el viento rudo que tumba al árbol las hojas que ya no brillan; poco a poco vamos viendo cómo todo se va convirtiendo en un rastrojo. Y así continuamos hasta que llegamos a la vejez solos, viviendo en una casa fría, bañada de invierno bajo la escarcha del tiempo, historia que termina sumergida en las aguas del olvido…
…Y dijo el ángel no habrá más tiempo. Urge inventar cosas nuevas, incluso idear una nueva soledad para el deseo, que siga la luna recorriendo el infinito buscando lo inefable, que salten los altos manantiales no importa hacia donde salten ni donde caigan. Hay ríos secos que se llenan con las lluvias, como hay esperanzas que no dejan de reverdecer, crepúsculos que encantan y enfermedades que se alejan cuando nos ponemos de pie y afrontamos las dificultades con optimismo y con fe.
Las duras pruebas demuestran lo que puede lograr la resistencia humana cuando la voluntad se impone. A unos les tocarán las pruebas más duras, a otros las más suaves. Nadie es inmune al miedo, al dolor ni a las pérdidas. Para evitar el enmohecimiento de nuestras neuronas bien vale la pena librar cualquier batalla.
Una vida sin propósitos, sin sueños, sin voluntad ni alegrías solo producirá profundas depresiones, el deterioro acelerado del cuerpo y también la pérdida de la memoria.
El camino se nos oscurecerá el día que dejemos de ver la luz del sol y no sintamos sobre el cuerpo la calidez de su abrazo. Mientras haya vida habrá esperanzas, mientras las caléndulas permanezcan en floración no será tan duro el inminente invierno. ¡Nos sabremos defender!
¡Nunca es tarde para vivir feliz!
Feliz Año
Amanda N. de Victoria