Hace varios años -en 2011, para ser más preciso- publiqué un artículo el Día de los Inocentes, con tres noticias falsas y cogí como tales a un gentío. ¿Cuáles eran esas noticias? La primera, que yo había sido nominada para el premio de periodismo Rey de España; la segunda, la muy próxima beatificación de José Gregorio Hernández; y la tercera, que Hugo Chávez se marchaba enfermo a Cuba y entregaba el poder. Algunos lectores ni terminaron de leer el artículo para reaccionar. Uno me escribió desde España contentísimo porque al fin reconocían mis méritos; otro, llamó a su cuñado sacerdote eufórico por lo de la beatificación y éste le dijo: Si lo dice Alicia Álamo es verdad. Cuando comenté con un amigo muy docto, también caído en mi trampa, que no me explicaba esta reacción tan inocente de mis lectores, me contestó: Es que tú tienes autoritas. ¡Dios mío, qué responsabilidad!
Me sentí muy pequeña. Bastaba terminar de leer mi texto. Al final yo explicaba que si alguien había creído estas noticias, simplemente había caído por inocente. La más cerca de la verdad era la de Chávez, porque si estaba enfermo y se marchaba a Cuba, pero sin la menor intención de entregar el poder. Le quedaba un año de vida. Dos personas me dijeron que no habían caído. Un sacerdote, a mitad del artículo, comenzó a sospechar. Un sobrino me contó que él se había hecho la promesa de que nunca más lo cogerían por inocente, cuando, muy jovencito, el chofer de su abuela lo hizo salir de casa para que viera el Ávila nevado.
Recordé este episodio de mi falsedad porque en estos días corren noticias sobre cosas por venir, tales como que va a nevar en el Ávila, entre otras, relacionadas con el fin del mundo. Si nieva en el Ávila, realmente es fin de mundo. Nuestra majestuosa montaña, icono o tótem de mi predilección, ni es tan alta y está situada en plena zona tropical. Verla nevada es un sueño de la fantasía. El planeta Tierra tendría que cambiar sus coordenadas, inclinar su eje o qué sé yo. No es que no pueda suceder, todo puede suceder en este vasto universo tan desconocido para los terrícolas. Somos apenas un punto, un grano de arena en esta inmensidad.
Síntomas de fin de mundo ciertamente no faltan, tantos, como están señalados por el mismo Cristo en el Evangelio y por San Juan en el Apocalipsis. Lo que no podemos saber es el tiempo señalado para esos sucesos. Dispuestos desde la eternidad, lo que nos parece mañana es dentro de mil años. Además, siempre han existido esos síntomas: catástrofes naturales como terremotos, inundaciones, tsunamis, incendios, enfermedades, pestes. Y catástrofes provocadas por el hombre: guerras, erosión, contaminación. Lo que pasa es que hoy, por los adelantos de la tecnología de la comunicación, los conocemos inmediatamente y tenemos la sensación de su inminencia.
Bueno, que eso nos sirva de alerta, ¡y que Dios nos agarre confesados!
Alicia Álamo Bartolomé