«Cada vez que una persona desorientada levanta los ojos, y al ver una estrella renace en ella la esperanza, es Navidad«.
Esta cita la guardé en mi corazón hace treinta años, cuando la leí por primera vez. He debido guardarla también en mi mente, pero no lo hice con tanta efectividad, pues no recuerdo de quién es. Tengo la vaga idea de que pudiera pertenecer al General Douglas MacArthur, quien produjo muchas frases enaltecedoras como ésta, pero no puedo asegurarlo.
Sea quien sea quien la haya pronunciado, logró describir en pocas palabras el sentido de la Navidad. Millones de cristianos se reunirán en familia esta noche para celebrar una vez más el milagro que ocurrió en Belén hace dos mil años. Muchas personas que no son cristianas, de igual manera, se han sentido atraídas por la magia y la esencia de esta historia que ha sido fuente de tantos eventos y cosas hermosas. ¿Quién no se ha conmovido, por ejemplo, con la música y la letra de «Noche de Paz»? …
¿Qué tiene la Navidad que engendra tantos buenos sentimientos y propósitos? Ciertamente la respuesta tiene que ver con el mensaje que habla de amor, de paz, de esperanza. Los seres humanos tenemos la necesidad, aún en las peores circunstancias, de reconciliarnos con la vida. De creer en la bondad de los otros. De bajar la guardia y sentir que no hay necesidad de estar alertas, porque existen razones para confiar en nuestro prójimo. Quienes han sobrevivido a los campos de concentración, coinciden en decir que nunca perdieron las esperanzas.
Hace unos años, cuando escribí mi artículo de Navidad, un lector me envió por correo electrónico una historia que había leído en la web, y que deseaba compartir conmigo. Relataba una Navidad en el frente, en Francia, durante el primer año de la Primera Guerra Mundial.
Los alemanes, ante la imposibilidad de tomar París, se habían retirado hacia la costa. Sin embargo, una columna de los ejércitos escoceses y belgas les opuso férrea resistencia muy cerca del pueblo de Yprès. A pesar de los llamados de paz del Papa, lo que se esperaba era que los alemanes atacaran la noche de Navidad, y la recomendación que emanaba de los cuarteles generales era que mantuvieran una vigilancia especial en esa fecha.
La costumbre hoy común en todo el mundo de adornar los pinos, en 1914 era en la práctica una costumbre exclusivamente alemana. El ejército alemán había enviado arbolitos a todas las tropas que se encontraban en el frente. El Regimiento de Guardias Sajones que se encontraba cerca de Yprès tenía varios de ellos. Cuando los iluminaron la noche de Navidad, los hombres del Segundo Regimiento de Guardias Escoceses que estaban del otro lado, pensaron que se trataba del ataque anunciado, y comenzaron a disparar. Pero la respuesta a sus disparos los desconcertó: en el frente alemán sólo se escuchaban cánticos navideños. Y a continuación ocurrió algo que desconcertó aún más a los ya desconcertados escoceses: unas voces en un inglés cargado de un fuerte acento, les gritaban: «you no shoot, we no shoot» («ustedes no disparan, nosotros no disparamos»).
La historia cuenta que se pactó entonces una tregua para recoger a los caídos que se encontraban en la tierra de nadie, pausa durante la cual algunos soldados alemanes se animaron a acercarse a los británicos para regalarles cigarros y chocolates. Incluso llevaron carteles que decían «Merry Christmas«.
La mañana del día 25 fue de absoluta sorpresa para los oficiales. De manera espontánea, los soldados alemanes, completamente desarmados, dejaron sus trincheras y se acercaron a la tierra de nadie para estrechar las manos de sus enemigos. Juntos, protagonizaron una auténtica confraternización en la que hubo intercambio de una variedad de obsequios: coñac, periódicos y hasta fotografías de familia, además de cigarros y chocolates. Los reportes confirman el regalo que el Regimiento de Sajones hizo a los escoceses: un tonel de cerveza, como muestra de buena voluntad, y relatan que se jugaron varios partidos de fútbol.
La tregua se extendió hasta fin de año.
Lo que resulta más increíble de esta historia es que esos hombres se las hayan arreglado para celebrar juntos la Navidad, en un acto que en su momento habló de paz y entendimiento, y no de guerra y enfrentamiento, porque la Primera Guerra Mundial ha sido una de las guerras más cruentas que haya sufrido la humanidad. Por supuesto, resulta también contradictorio que después de haber departido como si fueran amigos, hubieran vuelto a enfrentarse como enemigos. Pero el tema es que los sucesos reflejaron el verdadero espíritu de la Navidad: amor, paz y esperanza, para todos los hombres de buena voluntad.
El General Mac Arthur dijo (y esto sí estoy segura que lo dijo), que el soldado reza por la paz más que ninguna otra persona, porque es el soldado quien más sufre y padece las profundísimas heridas y cicatrices de la guerra.
Para todos aquellos que se sienten desorientados, confundidos, cansados, tristes, agobiados. Para todos aquellos que han perdido a alguien amado. Para todos los que sufren. Para todos quienes sienten, padecen y esperan, hoy la Navidad les recuerda que sí es posible construir un mundo mejor. Para quienes tienen sueños, proyectos, deseos. Para quienes sienten alegría, ánimo, aliento. Para quienes aman y se regocijan, confían y saben esperar, la Navidad les nutre esos sentimientos.
Pienso que los venezolanos debemos salir a estrecharnos las manos, aprovechando la maravillosa sensación que nos invade por la Navidad, como hace ciento ocho años se las estrecharon, en una tierra de nadie, unos soldados alemanes y escoceses. Estoy segura de que sabremos ofrecernos una acogida mejor que la de aquella noche de 1914. Estoy también segura de que muchos se sorprenderán de la cantidad de coincidencias que encontrarán en ese acercamiento. Entonces levantaremos los ojos, y buscaremos una estrella en el cielo, para que, al verla, renazca en nosotros la esperanza. Y en ese momento, será Navidad en el corazón de todos.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb