#OPINIÓN Expedito Cortés, defensor de la vida #19Dic

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El padre Félix Quintana daba unos sermones muy curiosos y que pocos entendían, allá en la andina y apacible población de Sanare, en  la ya lejana década de los años 1940, cuando Venezuela recién salía de la larga noche gomecista. Sus sermones impresionaron a un niño cuando reclamaba con vehemencia este levita desde el púlpito que se respetara la Naturaleza como creación de Dios, y advertía a los campesinos de los enormes daños que ocasionaban sus quemas y talas de árboles en las nacientes de los ríos cordilleranos.  No podía sospechar este magnífico sacerdote que su llamado por la protección de nuestra casa natural iba a tener un impacto tan grandioso y durable en Expedito Cortés, mi padre, quien desde esos momentos se convirtió en uno de los más apasionados, reconocidos y entusiastas ecologistas de la Región Centroccidental de Venezuela. 

Cuando Expedito, siendo muy joven, fue designado docente en la Escuela Rural del caserío La Escalera, cercano a las nacientes del Río Tocuyo, “el Nilo de Centroccidente”, recordó las palabras del presbítero Quintana, y al ver el languideciente caudal de la quebrada, acometió junto con sus alumnos de la escuela primaria, la reforestación de sus nacientes. Fue este hecho uno de los primeros actos conservacionistas que se emprendieron en el Estado Lara y, quizás, en el país. Fue un acto ecologista cuando ni siquiera existía la palabra ecología, comentaron unos especialistas.

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Lo que resulta admirable y hasta sorprendente es que esta vocación al servicio y protección de la Madre Naturaleza tenga orígenes religiosos. Me inclino a creer que el reverendo Félix Quintana estuvo influido por las extraordinarias disposiciones de la Encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, instrumento conceptual que le abrió a la Iglesia Católica el mundo de lo social en 1892. La Iglesia se aparta un tanto del inútil ritualismo y del estéril ceremonialismo y sale a la búsqueda de Dios entre los problemas que aquejan a todas las sociedades.

Y es acá donde aparece el palpitante tema de la destrucción de la naturaleza por el apetito devorador de los seres humanos. La Iglesia Católica se siente comprometida con este nuevo y vital escenario que se le presenta a la humanidad. Y debemos mencionar que ha surgido en el seno de la Iglesia una nueva teología que da la cara a la Naturaleza: la ecoteología, corriente del pensamiento que ha nacido en el país que tiene el mayor y más grave compromiso con el mundo natural, el Brasil contemporáneo. En el país carioca destaca como figura de esta novedosa corriente el sacerdote Frei Betto, a quien se le identifica como abanderado de la ecoteología del siglo XXI. Una alianza de la religión católica, la Teología de la Liberación Latinoamericana con la conservación de los recursos naturales.

Expedito Cortés profesa una ética conservacionista que le va a acompañar hasta su fallecimiento en 2001. Como católico sincero que era, creyó propicio y necesario proteger la única casa que nos ha proveído el Creador y que es un dilema que no tiene alternativas: destruir o preservar. Sus convicciones religiosas fueron derivando paulatinamente a una especie de panteísmo: todo lo existente es parte de la naturaleza divina. Dios y el mundo natural son una y única cosa inseparable.

Armado de tan sólidas convicciones, emprende mi progenitor una labor conservacionista sin paralelo en las tierras del semiárido larense venezolano. Reforesta plazas y parques en Carora, El Tocuyo, Quíbor y Duaca, dicta charlas en institutos de educación, crea sociedades de protección al ambiente, de las cuales será la de mayores logros y alcances el Frente Ecológico Regional Lara, realiza Congresos conservacionistas, escribe cuentos ecologistas para niños, defiende al cardenalito (Carduelis cucullata) , y al oso frontino (Tremarctos ornatus),, redescubre la dieta aborigen a base de la nueza (Caryodendrun orinocense), así como a la Uniminarro, una diosa precolombina de las aguas.

Pero su mayor logro será el de crear en los Andes larenses el Parque Nacional Dinira en 1988, y el Parque Nacional Cerro Saroche, en tierras del semiárido larense, en 1989, en compañía de eminentes figuras de la conservación como Edilberto Ferrer Véliz, Robert Smith, Reina Mejías, Leobaldo Acurero, Joel Meléndez, Mirla Coronado, Otto Chávez, el Chino Lau, Miyel Rodríguez.

A costa de su salud, deteriorada por la bacteria helicobater pilory, que le horadó lentamente su resistente estómago, seguía Expedito su incansable labor en defensa de nuestro hábitat. Madrugaba y emprendía en soledad largos viajes en su vieja camioneta, contentiva de diversas especies vegetales, que con sus propias manos plantó en las áridas tierras del Estado Lara. Una como resignación franciscana que le llegó a convencerse de que la muerte es también creación divina. 

Se retira de la vida terrena mi padre Expedito Cortés, el 28 de mayo de 2001, hace ya 21 años. Tres institutos de educación, así como una popular calle barquisimetana llevan su nombre, así como la primera promoción de ecologistas de la Universidad Yacambú.  Su extraordinario legado conservacionista espera ser recapitulado por nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio, tiempo en que la amenaza del cambio climático es dramática realidad y de la cual nos advirtió oportuna y tempranamente Expedito Cortés.

La ecología fue un aspecto en el que se distinguió mi padre, pues también fue escritor, folklorista, político, gremialista, memorialista, animador cultural, amante y protector de la música y de músicos, pedagogo, fundador de instituciones, “Maestro de Monte”, como le gustaba autodenominarse. De ello nos referiremos en posteriores oportunidades.

A Expedito Cortés le sonrió la diosa fortuna al haber nacido en 1923, año en que vieron luz también cuatro eminentes caroreños y torrenses: los Maestros universales de la guitarra Alirio Díaz y Rodrigo Riera, el inmenso poeta Alí Lameda, el compositor Valentín Carucí. En consecuencia, es 1923 “Año Eje de la cultura caroreña, larense, venezolana y universal”. Debemos estar preparados de antemano para celebrar orgullosa y festivamente tan importante el Centenario de la Cultura del Semiárido Larense Venezolano. 

Luis Eduardo Cortés Riera

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