Ya se acerca la navidad del Señor. Una de las tradiciones más hermosas de mi infancia era: La carta al Niño Jesús. Sospecho que, a estas alturas de mi vida, estoy volviendo la memoria a aquellos años de inocencia y de ilusión.
Hoy quiero pedirle al Niño Dios varias cosas. Para mí, para mi familia, para mi país y para el mundo. En primer lugar quiero pedirle Paz. No la paz de los sepulcros. Paz con justicia, paz en la conciencia de cada uno de nosotros. Que prevalezca la Paz en cada una de nuestras familias, en Venezuela y en el mundo entero. La paz como lo contrario a la violencia y a la guerra.
Quiero pedirle al Niño Dios también que nos fortalezca en las tres virtudes teologales: Fe, esperanza y caridad. En mi experiencia personal prefiero una vida inspirada en el amor a Dios y no una vida desolada por la ausencia de Dios. Lo mismo quiero para Venezuela: conciencia de Dios. Amor a Dios. Temor de Dios. Lo mismo quiero para el mundo. Un mundo sin Dios es un mundo sórdido, egoísta e inhumano.
Prefiero una vida iluminada por la fe y la esperanza. La esperanza en una vida mejor, en un futuro de progreso y de bienestar. Eso lo quiero en mi vida personal, en la de mi familia, en la de mi país y en la del mundo. Una historia iluminada por la fe, la esperanza y la caridad que es el sinónimo del amor.
A la hora de escoger entre el amor y el odio, no tengo la menor duda. Quiero que en mi vida prevalezca el amor y no el odio. Quiero lo mismo para mi familia y para mi país y para el mundo entero. Le pido al Niño Dios que nos conceda la posibilidad de vivir en una civilización fundada en el amor, la fraternidad, la solidaridad y no en el odio, el egoísmo y la soledad.
Para Venezuela, para todos los venezolanos y para todos los seres humanos quiero que prevalezca la alegría y no la tristeza. Quiero que no falte la comida en la mesa de ningún venezolano, ni de ningún ser humano. Quiero que haya más y mejor democracia. Más respeto por los derechos humanos y por la libertad. Quiero pedirte, querido Niño Jesús, que ilumines la mente y el corazón de nuestros gobernantes para que vacíen las cárceles de presos políticos y para que promuevan un ambiente de paz y de reconciliación.
Quiero pedirle al Niño Jesús que haya agua potable para todos, luz eléctrica, salud, educación, empleos modernos y bien remunerados. Que haya transporte y telecomunicaciones. Que todos tengamos acceso al internet, a la radio y a la televisión. Que nuestras ciudades y nuestros pueblos resplandezcan por su limpieza y por su alegría.
Como no quiero abusar de la bondad del Niño Jesús no agrego otras peticiones. Prefiero dejarlo de ese tamaño.
Seguiremos conversando (el próximo año).
Eduardo Fernández
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