Era espeluznante ver como niños, ancianos y hasta mujeres, luego de tenebrosos episodios de escalofríos recurrentes y una incesante sudoración, dejaban de respirar y a los pocos minutos parecían, sin que ningún médico o curandero diera con el origen de semejante dolencia. La mayoría de los decesos acontecieron en víspera de Navidad.
El reconocido médico investigador Antonio María Pineda, nacido en Barquisimeto el 27 de septiembre de 1850, egresado de la Universidad Central de Venezuela y doctorado en Francia, escribió para el Boletín del Hospital de la Caridad sobre una «terrible y despiadada epidemia» que azotaba Barquisimeto y otras localidades.
En la edición del 3 de julio de 1890, este médico dice que a finales de 1874 apareció una fiebre extraña que llamaban trapiche, por la sensación que experimentaban los enfermos como si los estuviesen pasando y comprimiendo entre dos cilindros.
Entre noviembre de 1879 y febrero de 1880, adiciona el Dr. Pineda, reinó un tipo de fiebre que los médicos calificaron de fiebre amarilla. Este médico larense deja entrever que era la misma denominada trapiche.
Durante un año, de 1880 a 1881, el Dr. Pineda tuvo la oportunidad de observar la epidemia que imperaba entonces y que, según otros estudiosos, no era otra que fiebre amarilla. Sin embargo, desapareció ese año, pero regresó con más ímpetu en 1883, «y también en 1889, en que reapareció nuevamente persistiendo hasta ahora».
Advierte el galeno en su boletín que, aunque esa enfermedad tanto podría ser fiebre amarilla como fiebre biliosa palustre o remitente grave, pues casi todas las manifestaciones son comunes a ambas enfermedades, como los síntomas tifoideos, hemorrágicos, biliosos y urémicos. «Creemos que se trata de fiebre amarilla y no de una fiebre remitente paludosa, porque esta ciudad es su foco principal».
Fiebre mortal
En la edición del mismo boletín del 3 de noviembre de 1890, asentó el Dr. Pineda un párrafo titulado: Fiebre amarilla, y en referencia a esta epidemia que persistía en la ciudad desde el año anterior, y que ya no solo atacaba en el mes de diciembre por ser el más frío del año, suministra un dato inquietante: «Sentimos no poder dar la estadística de la mortalidad general porque hasta ahora no tenemos sino la del hospital, que es en esta epidemia de 73 por 100» o sea 73%.
Según el Censo de la República de 1891, Barquisimeto tenía 9.093 almas de las cuales solo el 33,6% habitaba en el “área urbana”, que en comparación con ese 73% del que apunta el Dr. Pineda, obviamente es una suma exponencialmente elevada que impuso un lento crecimiento debido a las constantes enfermedades endémicas como la fiebre amarilla, el paludismo, el chagas, la tuberculosis aunada a las muy deficientes condiciones nutricionales y sanitarias.
Según registros del Dr. Pineda, entre 1888 y 1892, la principal causa de mortalidad en pacientes masculinos atendidos en el Hospital de La Caridad de Barquisimeto fue la fiebre amarilla con 34 muertes; seguido la tuberculosis con 25, luego el paludismo con 11.
Con respecto a las pacientes femeninas, especifica el médico larense, que 25 fallecieron por causa de fiebre amarilla, 13 de tuberculosis, 3 de afecciones respiratorias; y como dato curioso, otras 3 murieron por alcoholismo.
En el boletín número 28 del 3 de noviembre de 1890, Antonio María Pineda plantea una serie de consideraciones sobre el tratamiento de la fiebre amarilla, aclarando que la mortalidad de 73% no es de toda la epidemia sino de aquel centro asistencial, donde llegan los casos más graves, «la mayoría en un estado irreversible».
El paludismo también era endémico en los caseríos apostados en las riberas del río Turbio y en diferentes puntos de la sabana, como también en los alrededores del sitio conocido como Patarata.
La económica
Entre los primeros veinte años del nuevo siglo, -el XX-, cuando ya se había erradicado la fiebre amarilla, surgió otra epidemia palúdica, que arrasó en Barquisimeto, Cabudare, Los Rastrojos, La Piedad, Yaritagua, Río Claro y Sarare, entre otras zonas, conocida como fiebre fría -llamada también la económica, porque no daba tiempo de comprar medicamentos.
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
IG/TW: @LuisPerozoPadua