La verdad es que no se como empezar a escribir sobre este extraño Mundial de fútbol, al igual que la mayoría de los periodistas presentes en Catar y otros miles en todo el mundo. Si alrededor del planeta existe alguien que haya logrado un resultado exacto sobre los partidos jugados durante las competencias debe ser un verdadero adivino con una capacidad sensorial única. Esta columna ha seguido religiosamente todo lo ocurrido en Qatar y debo confesar mi derrota a la hora de acertar no solamente el país ganador de la preciada copa. Estuve fatal en casi todas las casillas, no imaginé la eliminación de Brasil, por ejemplo, menos la mala suerte que acompañó a la selección Portuguesa, víctima de un Marruecos que se agigantaba en los octavos de final, mi planilla pronosticando los avances de Inglaterra era una vergüenza. Apenas supuse lo de Croacia, como una sorpresa y perdí de nuevo señalando a España como gran candidata a ganar la Copa hasta que la realidad me golpeó sin piedad. Cuando escribo estas líneas juré nunca más oficiar de mago, el fútbol, como el rey de los deportes no resulta propicio a crear situaciones anticipadas, es mejor esperar la finalización de las acciones para intentar explicarnos los fracasos de quienes consideramos los llamados a ser los grandes candidatos en el próximo torneo olímpico para no ser protagonistas de estos papelones. Ah, confíamos, entonces, que este miércoles podamos celebrar con los franceses la conquista de la Copa y que Dios nos agarre confesados. Me agradaría que fuera a una finalísima con la brillante selección Argentina.
Argentina, como ya saben, tomó venganza por la derrota frente a Croacia en el pasado mundial. Su gran Almirante ha sido de nuevo Leonel Messi el conductor de los 11 gladiadores en el terreno junto a otro Leonel como director general del maravilloso grupo que el domingo buscará otro título en un partido muy emocionante para toda sudamérica, hoy un abrazo y en la dulce espera de una finalísima merecidísima. Un abrazote a los hermanos argentinos.
II
Cuando ví por primera vez a Pedro Castillo tuve la sospecha de estar frente a un personaje que podía ser otra cosa, menos un presidente de la República. Su discurso en la campaña electoral, que lo llevó a la Primera Magistratura era muy pobre y si bien tampoco me agradaba mucho la hija de Fujimori, no podía creer que el futuro de la Nación se debatiera entre ambas candidaturas. Perú, como es de suponer, tiene entre la población gente mejor preparada para un cargo de tanta responsabilidad. Castillo prefirió irse a las zonas más pobres donde pensó que era más fácil para vender su promesa sin ser cuestionado. Enfundado en trajes propios de la región logró camuflarse entre los campesinos para luego ir a por la conquista de la capital reuniendo los votos necesarios y ganar las elecciones. Ya desde la presidencia su gobierno mostró su inoperancia política, admiraba a Fidel y Raúl Castro, los matarifes del caribe y a los jefes de gobiernos de otros países, también de tinte rojillo. Sucedió entonces todo lo que muchos esperaban, Pedro Casillo ha querido ser como sus camaradas latinoamericanos para con convertirse en un dictadorzuelo más, Su falta de talento político lo condujo a propiciar un golpe de Estado y cargarse a las instituciones, como el Congreso de la República, en lo que muchos han calificado un asombroso caso de autosuicidio. La política nacional de Perú no ha sido, desde años atrás, un verdadero desastre. El país ha tenido en seis años el mismo número de Presidentes y no sabemos si la nueva Jefe del Estado hará el milagro de recomponerlo, aunque tenemos muchas dudas.En ese inmenso disparate que ha sido CASTILLO, en la que ha predominado el gigantesco espejismo, se ha difuminado la realidad de un cambio tan importante como el sentido de permanencia de los peruanos para avanzar hacia un futuro de mejores perspectivas de tener lo grande que una vez tuvo el Imperio Inca..
III
Ha llegado la navidad, una fecha entrañable para unos y desgraciada para los más vulnerables, golpeados de una manera innoble por quienes tienen la obligación de velar por el buen estado de una nación que una vez fuera la envidia de nuestra América Latina. Los que sobreviven a las políticas erradas han sido incapaces de sostener sobre sus frágiles espaldas, el peso de las malas decisiones en un país hermoso todavía, pero anacrónico, extemporáneo y trasnochado. Ya desapareció nuestra moneda y casi todos los combustibles que mueven el aparato productivo. Nos debatimos en una lucha de clases donde los gobernantes irrespetan a los ciudadanos, cuyos lamentos no tienen la suficiente fuerza para ser escuchados. Estas navidades podrían calificarse como las más pobres y tristes de nuestra historia, pero a nadie parece importarle, la decepción crece al mismo ritmo que crece la desesperanza.
Esta es la última columna del año y quiero aprovecharla para recordar a los venezolanos que están fuera de esta Venezuela que amamos con una pasión infinita y a la cual deseamos su pronto regreso al tiempo donde una vez estuvimos unidos por la gracia de Dios Padre, a esos lectores que hemos multiplicado, a los que aman y sufren ausencias obligadas. A mis hijos, Nadiuska, Veruska, Luis David, José Luis, también para Ignacio, Alfonso y Carlos, mis amados hijos..: ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
LRM