No son pocos los problemas que ha tenido el catolicismo para explicar la transubstanciación eucarística que no es otra cosa que el misterio mediante el cual Jesús se hace cuerpo y sangre en la hostia, recordando sus palabras en la última cena con el pan y el vino “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”, agregando una promesa de vida eterna para quienes la coman.
Adelantados en negar este mimetismo divino fueron Juan de Wyclef y Juan de Huss, quienes entre sus muchas críticas a las autoridades católicas negaban este fenómeno por el cual los creyentes se hacen parte del sacrificio de Jesús convertido en cordero de Dios. El segundo de ellos fue quemado en una hoguera y su despedida a gritos contra sus victimarios fue:”Dentro de cien años vendrá un ganso que no podrán quemar”, aludiendo a Martin Lutero.
En verdad es dilemático buscar explicaciones infusas a las creencias religiosas, sobre todo para quienes pertenecemos a la confesión judeocristiana donde la salvación eterna depende del apego estricto a los dogmas, a diferencia de las místicas orientales donde las revelaciones cósmicas se producen a través de la meditación que lleva al Nirvana o a la fusión del Atman con el Brahmán.
Para los judíos y cristianos el camino está en las sagradas escrituras y según el criterio como se asuman existen radicales como por ejemplo los Hugonotes y quienes como los católicos disfrutamos de interpretaciones siempre actualizadas aprovechando la puerta que nos dejo abierta San Pablo. Aunque como la interpretación es hija de la razón y las autoridades del Vaticano se vieron amenazados por los exegetas que en nombre de Aristóteles cuestionaban las estructuras jerárquicas, en el Concilio de Trento se le reservó con exclusividad esta interpretación al Papa.
No obstante esto no satisfizo a muchos y se produjeron escisiones en Inglaterra, Alemania y otros países europeos. Nacen así otras religiones cristianas que los católicos dieron a llamar Protestantes, término que hasta hace pocos años se usaba en Venezuela para designar por parejo a todos los cristianos que no tuvieran al Papa como líder espiritual, excepción hecha de los Ortodoxos seguramente porque estaban básicamente en Rusia y allí nos representaban como hermanos de fe ante el comunismo.
Total es que si para comulgar nos detenemos en el análisis de la Suma Teológica de Santo Tomás y cruzamos sus ideas con las de otros sabios en materia de doctrina que vivieron entre los siglos trece y dieciocho, nos volvemos un enredo donde la duda metodológica convierte a nuestra Fe en fácil presa de los halcones de la razón y de la inteligencia. Por eso hay que ser católicos de la manera más sencilla, con devoción de campesino y esperanzas de niño.
Afortunadamente en Venezuela y Latinoamérica en general asumimos la Fe con esta inocencia del primer catecismo. Somos católicos que admiramos el misticismo de los Santos e ignoramos el calvario de dudas que tienen los exegetas. Por ello en estos momentos cuando toca luchar en Venezuela contra el diablo personificado debemos acudir a las oraciones y desde allí blindar nuestra alma contra la maldad de los gobernantes. Dios con nosotros.
Jorge Euclides Ramírez