Un tema controvertido es el denominado culto a Simón Bolívar, aparte de deificar su figura, intentó por todos los medios ocultar ciertos episodios sobre la vida de nuestro Libertador, así como también magnificó los hechos hasta el punto de mostrarlo como un superhombre, un semidiós, alejándose exponencialmente del hombre de carne y hueso, esto sin mencionar que lo extrajo del contexto y la época en donde se desenvolvió.
No obstante, así como el Libertador fue elevado al Olimpo, otros aprovecharon sus desdichas e infortunios para destruir su figura, sus logros y hasta su legado, y tanto es así, que cuando murió el 17 de diciembre de 1830, cerca de Santa Marta, Colombia a donde había llegado el 1° de diciembre tras un penoso destierro impuesto por el nuevo Congreso de Venezuela luego de separarse de Colombia, en Venezuela ni mucho menos en los restantes países que libertó, se produjeron manifestaciones de duelo, por el contrario, festejaron con ardor el deceso.
Bolívar había liderado durante veinte años la lucha para lograr la independencia de Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, fue el hombre más poderoso de la América española durante el siglo XIX, pese a que muchos historiadores e investigadores han negado esta tesis.
Pero a partir de 1830, su figura comenzó a debilitarse después de continuos ataques de sus detractores quienes, como él, tenían intereses políticos, no precisamente de unificación de una gran nación, sino por el contrario de separación para ostentar el poder.
Exánime políticamente quedó después de presentar su dimisión ante el Congreso colombiano el 27 de abril de 1830, atormentado por el fantasma de la inevitable disolución de su proyecto de gran nación, la traición en la Convención de Ocaña, la conspiración para asesinarlo la «Noche Septembrina» y por último el rompimiento de Venezuela con Colombia mientras ‘El Libertador’ se encontrara en suelo colombiano.
El desprecio era general
En 1831, poco después de su muerte, la Gran Colombia fue legalmente disuelta, estableciéndose tres repúblicas: Nueva Granada, bajo el liderazgo e influencia del neogranadino Francisco de Paula Santander; Venezuela, con José Antonio Páez como presidente y Ecuador, con el también venezolano Juan José Flores.
En el caso del Perú, la aristocracia limeña consiguió la anhelada anulación de la Constitución bolivariana para contrarrestar las medidas impuestas por Bolívar. Allí hoy, su imagen no es bien vista ni tampoco lo consideran su libertador.
No fue hasta el 4 de febrero de 1831, –dos meses y medio después-, que la noticia de la muerte de Bolívar se conoció en Caracas. Sus familiares no creyeron en la tragedia anunciada con estruendo en las calles de la capital, pues pensaron que se trataba de un rumor de sus enemigos que celebraron con mucho ánimo.
Escribe la historiadora Inés Quintero que las reacciones sobre la muerte del Libertador fueron diversas. El gobierno venezolano no declaró duelo oficial ni ninguna ceremonia se dispuso para rendir homenaje al difunto. Los enemigos del Libertador celebraron con gran algarabía: «Ha muerto el genio del mal», «Cayó el coloso», fueron algunos de los titulares de la prensa del momento.
Anota Quintero que cuando a María Antonia, la hermana mayor de Simón Bolívar, le dieron la infausta noticia del deceso, contestó que aquello no era sino un invento más de los enemigos de su hermano, con el único propósito de desalentar a quienes esperaban el regreso triunfante del Libertador para que pusiese fin a la anarquía que se vivía en Venezuela.
En junio de 1831, seis meses después del fallecimiento -traza la historiadora-, llegó a Caracas el general José Laurencio Silva, uno de los que acompañó a Bolívar en sus días postreros, y le entregó a María Antonia el testamento del difunto. Solo entonces lloraron sus deudos la muerte del Libertador.
¿Qué sucedió con su cuerpo?
El mismo 17 de diciembre, en la noche, el cadáver de Bolívar fue trasladado desde la hacienda San Pedro Alejandrino hasta la Casa de la Aduana, en donde estuvo dos días hasta ser nuevamente trasladado hasta el panteón de la familia Díaz Granados en la Catedral de Santa Marta, en donde permaneció nueve años.
En mayo de 1834, como consecuencia de un movimiento sísmico que agrietó la bóveda; Manuel Ujueta, llevó el cadáver hasta su casa ubicada a una cuadra de la Catedral, y durante tres días, con dinero de su peculio, construyó una nueva bóveda ubicada cerca del altar; allí los restos del Libertador permanecieron tres años.
Más tarde, durante el mandato del general José Antonio Páez, propiamente el 30 de abril de 1842, decretó el regreso de los restos del Padre de la Patria a Venezuela, suceso que se llevó a cabo el 22 de noviembre de 1842 desde Santa Marta en la corbeta “Constitución” al mando del capitán de navío Sebastián Boguier, barco que atracó en el puerto de La Guaira el 13 de diciembre. Los restos pernoctaron en la iglesia del puerto después de los honores militares al frente del general Juan Uslar.
Al día siguiente, a través del camino de los españoles, las mortajas del Libertador fueron conducidas hasta la iglesia de la Santísima Trinidad donde pernoctaron hasta el 17 de diciembre de ese año 42, cuando fueron transportadas en un elaborado sarcófago en imponente manifestación de duelo hasta la iglesia de San Francisco.
Posterior a aquel inolvidable acto, el 23 de diciembre, el sarcófago fue llevado a la Catedral de Caracas y depositado en el panteón de la familia Bolívar, junto a los restos de sus padres y su esposa.
El 26 de agosto de 1876, Antonio Guzmán Blanco, presidente de la República expidió un decreto, en donde fijó para el 28 de octubre de ese año, -día de San Simón-, la fecha de traslado de los restos mortales del Libertador desde la Catedral hasta el Panteón Nacional, donde reposan en la actualidad. El mismo Bolívar, en su testamento, expresó el deseo que su cuerpo fuese trasladado a su ciudad natal.
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
IG/TW: @LuisPerozoPadua