Si el gobierno ha venido promoviendo la descalificación de las organizaciones políticas, la división de éstas y la desvalorización del voto, al mismo tiempo se ha venido produciendo la desconfianza en los partidos y en los políticos porque se ha seguido la conseja de autodestruirnos, sin excepción.
Así lo confiesa a El Impulso, Henri Falcón, exalcalde de Iribarren, exgobernador del estado Lara, excandidato presidencial y presidente fundador del movimiento Futuro, que en unas eventuales elecciones regionales, en el caso de que éstas sean
adelantadas, nuevamente se postularía como candidato a la gobernación larense.
Reitera su esperanza de que el diálogo en México, suspendido por la delegación oficialista en y reanudado desde el sábado pasado, con el estímulo del reino de Noruega y de los presidentes de Argentina y Colombia, al fin se imponga la sensatez y se llegue a un entendimiento para comenzar a resolver la crisis de nuestro país.
Si usted ha venido sosteniendo la necesidad de dialogar, ¿por qué no lo llamaron a esas conversaciones?
Porque ya estaban conformadas las comisiones que vienen desarrollando una metodología previamente acordada desde la iniciativa anterior y nosotros nos sentimos, sin complejos, formulando propuestas de manera que se puedan generar concreciones que, al fin, produzcan las soluciones satisfactorias a la población venezolana.
¿No cree que ha sido demasiada prolongada esta crisis política, económica y social, la cual ha causado las mayores dificultades a la inmensa mayoría de la gente?
La crisis ha alcanzado niveles de tal complejidad que han repercutido en diversas áreas, porque no supimos atajarla. Y digo esto porque más allá de la voluntad de tratar de sentarse a conversar, no entendimos que la política es diferencia, diálogo, negociación y acuerdo, por un lado; y por el otro, el gobierno ha sido sordo, incapaz e ineficaz para hacer un abordaje certero en el punto neurálgico de la crisis: la economía, que ha generado graves consecuencias en otros ámbitos de la vida nacional. Incluso, me atrevo a alertar sobre la descomposición institucional del Estado venezolano, lo cual es sumamente grave. De allí que se ha hecho imperativo un cambio en el marco de una transición hacia la democracia.
En ese sentido, ¿cuáles han sido sus planteamientos?
En líneas generales, nuestros planteamientos han sido los siguientes:
Primero, la reinstitucionalización del Estado venezolano, partidizado al extremo por los factores del gobierno.
Segundo, un programa de recuperación económica, que pasa indefectiblemente por el restablecimiento de los servicios públicos esenciales: electricidad, agua, movilidad, y el principal, el de la salud, destrozado a tal punto que está en el suelo.
Tercero, restablecimiento de las relaciones de Venezuela con la comunidad internacional y especialmente con sus socios comerciales en el marco de una política seria, que ofrezca garantías y seguridad jurídica con el objetivo de recuperar los mercados perdidos y atraer la inversión necesaria, que contribuya a la reactivación del aparato productivo nacional.
Cuarto, un plan de atención social para los sectores más vulnerables de la población, que atienda las desigualdades del salario, los problemas de desnutrición, la alimentación, la salud, la vivienda, así como los subsidios y pensiones y a las familias en situación de miseria.
Tiene que ser un proceso en general abierto, inclusivo, de concertación nacional, que promueva los acuerdos políticos, económicos, empresariales, militares y laborales. En otras palabras, que pudiera repercutir en el estudio y revisión de la Constitución e instrumentos legislativos necesarios para habilitar los cambios expresados anteriormente.
Usted se ha referido a las desigualdades del salario. ¿Mantiene el criterio de dolarizar el salario?
Esa era mi propuesta en el 2018 por considerarla pertinente en aquel momento cuando todavía el gobierno no se atrevía a hablar del dólar. Creo que en este instante es necesario sincerar y regularizar la dolarización de facto, que arropa todos los espacios de la economía del país, sin excepción, generando una gran desigualdad, especialmente en los trabajadores. El Ejemplo más visible es el de alguien que realiza trabajo doméstico, por lo general gana 150 dólares al mes; mientras que los trabajadores al servicio del Estado están muy mal remunerados, como es el caso de los educadores que perciben apenas veinte dólares o de un médico, que recibe treinta o algo más por su labor en un hospital.
No hablo únicamente del salario, la regularización tiene que hacerse obligatoriamente porque el propio Estado incurre en la perversión de utilizar el dólar para que se le pague cualquier trámite y luego paga en bolívares devaluados a sus trabajadores. Aquí las dependencias públicas cobran los servicios en dólares, la gasolina se paga en dólares y el dólar es la moneda de transacción que opera por doquier. Más del 80 por ciento de los venezolanos se encuentra detrás de la línea de la pobreza, mientras que al otro lado están los que sí pueden comprar en dólares, asistir a conciertos, ir a la playa y entrar a los bodegones.
En tanto, el gobierno pretende ahuyentar el hambre con unos subsidios que les da diferentes nombres: bonos de tal cosa, bonos de tal efemérides y asi por el estilo. Pero, si vemos la realidad, ¿qué alcanzan esas dádivas? El mismo salario mínimo de 130 bolívares se esfuma en un día y le queda al que lo recibió la frustración para el resto del mes. Asi ocurre con los trabajadores del sector público, que conforman la mayoría porque el Estado es el principal empleador y es el que paga peor. De modo, pues, que la brecha social se ha agrandado demasiado y, lamentablemente, se sigue ampliando.
Ya nadie cree en la propaganda de las sanciones como responsable de la situación económica, porque sabe perfectamente que el gobierno es el que ha causado la crisis.
El desequilibrio y las desigualdades del pueblo venezolano se debe a la incapacidad, a la ineficiencia y a la insensibilidad de un gobierno que no ha oído el clamor que se ha venido propagando en el curso de los últimos ocho años.
Temas como estos son los que deben tratarse en las conversaciones, porque la gente ya está cansada de vivir en condiciones críticas.
Por eso, la gente se sigue yendo.
Lamentablemente. Hay que pensar en el recurso humano, conservarlo, porque es el que puede contribuir a la recuperación del país y a la democracia. El problema más grave es la descomposición de la familia, célula fundamental de la sociedad. Y, por supuesto, la fuga de talentos que costaron preparar y nos hacen falta.
¿Cuál es su observación acerca de lo que ha impedido buscar soluciones a esta situación?
La polarización, la confrontación y la pelea recurrente no han servido para nada. La política es una actividad muy dinámica y, por tanto, no se puede paralizar por enfrentamientos, porque éstos no ayudan a resolver problemas. Hay que estudiar y ahondar en las dificultades para poder encontrar salidas beneficiosas para la gente.
Ahora que menciona a la gente, ¿no la ve apática?
Ya le decía que la confrontación y la pelea recurrente no ha aportado nada al país; al contrario, nos ha hundido. En nuestra historia republicana nunca se había visto una crisis de la magnitud que está padeciendo Venezuela.
A mis hermanos, a todos los que tengan interés por el país, les pido que reflexionemos profundamente. Primero, para ponerle fin a la inmadurez política; segundo, para dejar a un lado los intereses mezquinos, individuales, que en nada contribuyen a la marcha del país y a la tranquilidad de los ciudadanos; y tercero, acabar con la insensibilidad social.
De acuerdo con las encuestas, existe un gran rechazo al gobierno, pero también hacia la oposición porque ésta no ha podido lograr los cambios que prometió llevar a cabo y ha incurrido en errores muy grandes. ¿No se siente usted aludido?
-Yo he recorrido todo el país y conozco la realidad que hemos venido viviendo. Si el gobierno ha promovido la descalificación de las organizaciones partidistas, la división de éstas, su intervención y la desvalorización del voto, al mismo tiempo se ha producido la desconfianza en los partidos y en los políticos porque se ha seguido la conseja de autodestruirnos, sin excepción. Tenemos, por tanto, como ya lo he expuesto, que reflexionar profundamente, buscar el verdadero equilibrio social e incidir particularmente en lograr que las condiciones de vida de la gente sea digna y muy humana. Siempre he sido partidario de la inclusión, de llevar adelante un proyecto que tome en cuenta a toda la población y de plantearnos el diálogo cordial para discutir los temas que nos afectan a todos. Porque el potencial del país no son sus riquezas materiales, sino el empeño, el esfuerzo y el trabajo que pongamos todos por sacar a Venezuela del atolladero en que se encuentra.
Dice usted haber recorrido el país, ¿qué ha encontrado?
A la gente que tiene esperanzas de que esta situación cambie. Porque ya he señalado la incapacidad, la ineficiencia y la insensibilidad como características que identifican a un gobierno que no ha hecho obra alguna de importancia, sino todo lo contrario y por eso es que los servicios no funcionan. Así está todo el país y Lara no es una excepción. Aquí se miente descaradamente.
Si supuestamente se produjeran cambios en el gabinete presidencial y fuese llamado a ocupar un ministerio el actual gobernador de Lara y, por tanto, se convocará a un nuevo proceso electoral regional, ¿buscaría nuevamente la gobernación de Lara?
La población de Lara me conoce, sabe lo que he hecho por este estado y cómo he puesto toda mi voluntad, mi trabajo y mi disposición por este estado. Cada año, en ocasión de la visita de la Divina Pastora de Santa Rosa a Barquisimeto, se inauguraron cinco o seis obras de interés social. Y si se presenta un nuevo proceso electoral, estaré dispuesto a participar, sin duda alguna.