«Aún hay dos justos, pero nadie les escucha: la soberbia, la envidia y la avaricia son las tres chispas que han inflamado los corazones.»
Releyendo el libro “Oráculo manual y arte de prudencia”, publicado en 1647, y cuyo autor fue el sacerdote Baltasar Gracián, S.J., me paseo con agrado nuevamente por su contenido.
Se lee en la Introducción: «Oráculo manual y arte de prudencia (1647) es un tratado práctico, concebido para que el pensamiento y los principios abstractos se supediten a la[s] situaciones de la vida en una mezcla equilibrada entre ingenio cotidiano y saber filosófico.» Esta modalidad o propuesta se conoce como «conceptualismo» y consiste en mezclar lo complejo y lo breve en un aforismo.
La técnica empleada por el autor –sacerdote jesuíta como se desprende las siglas que suceden a su nombre- consistió en «…establecer asociaciones conceptuales del contraste de dos términos en una misma imagen. Creía que estas relaciones entre signos son semejantes a las que se dan entre las cosas reales.» Estos aforismos del siglo XVII tratan una variedad de temas y hasta ahora no he logrado conseguir un patrón u orden. La primera oración es indicativa del tema al cual se va a referir y le sucede el aforismo en sí mismo. Los aforismos en esta obra van numerados del 1 al 300 y he colocado el respectivo número usando el formato «n» como antecedente del texto.
Me llamó la atención un grupo de aforismos del autor que bien pudieran ser relacionados con nuestra crisis política actual. Los traigo a consideración haciendo dos incisos. El primero es que los textos transcritos lo han sido literalmente del original que poseo y están escritos en español antiguo ya en desuso. He comparado mi versión con otra de la Biblioteca Cervantes y difieren sustancialmente. Deseo aclarar que no se trata de errores de ortografía o de gramática de mi parte; así es como están escritos en la edición que poseo. De allí que algunas palabras usadas por el autor ya no se encuentran en el actual «Diccionario de la lengua española» de la Real Academia Española. El segundo inciso es que el autor utiliza adjetivos que, quizás, eran usuales en 1647 y que hoy muchos no usaríamos porque ahora resultan un tanto chocantes advirtiendo también que no hay detrás ninguna segunda intención de mi parte.
Con ocasión de las estrategias para restaurar la democracia
«17»
«Variar de tenor en el obrar. No siempre de un modo, para deslumbrar la atención, y más si émula. No siempre de primera intención, que le cogerán la uniformidad, previniendo, y aun frustrando las acciones. Fácil es matar al vuelo el ave que le tiene seguido, no así la que le tuerce. Ni siempre de segunda intención, que le entenderán dos veces la treta. Está a la espera la malicia; gran sutileza es menester para desmentirla. Nunca juega el tahúr la pieza que el contrario presume, y menos la que desea.»
«151»
«Pensar anticipado: hoy para mañana, y aun para muchos días. La mayor providencia es tener horas della; para prevenidos no hay acasos, ni para apercibidos aprietos. No se ha de aguardar el discurrir, y á de ir de antemano; prevenga con la madurez del reconsejo el punto más crudo. Es la almohada Sibila muda, y el dormir sobre los puntos vale más que desvelarse debajo dellos. Algunos obran, y después piensan: aquellos más es buscar excusas que consecuencias. Otros, ni antes ni después. Toda la vida ha de pensar para acertar el rumbo: el reconsejo y providencia dan arbitrio de vivir anticipado.»
Con ocasión de los ataques al Interinato
«144»
«Entrar con la ajena para salir con la suya. Es estratagema del conseguir. Aun en las materias del Cielo encargan esta santa astucia los Cristianos maestros. Es un importante disimulo, porque sirve de sebo la concebida utilidad para coger una voluntad: parécele que va delante la suya, y no es más de para abrir camino a la pretensión ajena. Nunca se ha de entrar a lo desatinado, y más donde hay fondo de peligro. También con personas cuya primera palabra suele ser el No conviene desmentir el tiro, porque no se advierta la dificultad del conceder, mucho más cuando se presiente la aversión. Pertenece este aviso a los de segunda intención, que todos son de la quinta sutileza.»
«143»
«No dar en Paradoxo [extraño o extravagante en su modo de pensar o dictamen formado de esa manera] por huir de vulgar. Los dos extremos son del descrédito. Todo asunto que desdice de la gravedad es ramo de necedad. Lo paradoxo es un cierto engaño plausible a los principios, que admira por lo nuevo y por lo picante; pero después con el desengaño del salir tan mal queda muy desairado. Es especie de embeleco, y en materias políticas, ruina de los estados. Los que no pueden llegar o no se atreven a lo heróico por el camino de la virtud, echan por lo paradoxo, admirando necios y sacando verdaderos a muchos cuerdos. Arguye destemplanza en el dictamen, y por eso tan opuesto a la prudencia; y si tal vez lo funda en lo falso, por lo menos en lo incierto, con gran riesgo de la importancia.»
Con ocasión de las aspiraciones particulares de personajes de la oposición a la candidatura presidencial.
«20»
«Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron lo que merecían, y muchos, aunque le tuvieron, no acertaron a lograrle. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso. Pero lleva una ventaja el sabio, que es eterno; y si este no es su siglo, muchos otros lo serán.»
«47»
«Huir de los Empeños. Es de los primeros asuntos de la prudencia. En las grandes capacidades siempre hay grandes distancias hasta los últimos trances: hay mucho que andar de un extremo a otro, y ellos siempre se están en el medio de su cordura; llegan tarde al rompimiento, que es más fácil hurtarle el cuerpo a la ocasión que salir bien della. Son tentaciones de juicio, más seguro el huirlas que el vencerlas. Trae un empeño otro mayor, y está muy al canto del despeño. Hay hombres ocasionados por genio, y aun por nación, fáciles de meterse en obligaciones; pero el que camina a la luz de la razón siempre va muy sobre el caso: estima por más valor el no empeñarse que el vencer, y ya que haya un necio ocasionado, excusa que con él no sean dos.»
«51»
«Hombre de buena elección. Lo más se vive de ella. Supone el buen gusto y el rectísimo dictamen, que no bastan el estudio ni el ingenio. No hay perfección donde no hay defecto; dos ventajas incluye: poder escoger, y lo mejor. Muchos de ingenio fecundo y sutil, de juicio acre, estudiosos y noticiosos también, en llegando al elegir, se pierden; cálanse siempre con lo peor, que parece afectan el errar, y así éste es uno de los dones máximos de arriba.»
«55»
«Hombre de espera. Arguye gran corazón, con ensanches de sufrimiento. Nunca apresurarse ni apasionarse. Sea uno primero señor de sí, y lo será después de los otros. Hase de caminar por los espacios del tiempo al tiempo de la ocasión. La detección prudente sazona los aciertos y madura los secretos. La muleta del tiempo es más obradora que la acerada clava [palo o porra] de Hércules. El mismo Dios no castiga con bastón, sino con sazón. Gran decir: “el Tiempo y yo, a otros dos”. La misma Fortuna premia el esperar con la grandeza del galardón.»
Con ocasión de las campañas pre-electorales
«114»
«Nunca competir. Toda pretensión con oposición daña el crédito. La competencia tira luego a desdorar, por deslucir. Son pocos los que hacen buena guerra, descubre la emulación los defectos que olvidó la cortesía. Viviero muchos acreditados mientras no tuvieron émulos. El calor de la contrariedad aviva o resucita las infamias muertas, desentierra hediondeces pasadas y antepasadas. Comiénzase la competencia con manifiesto de desdoros, ayudándose de cuanto puede y no debe; y aunque a veces, y las más, no sean armas de provecho las ofensas, hace dellas vil satisfacción a su venganza, y sacude esta con tal aire, que hace saltar a los desaires el polvo del olvido. Siempre fue pacífica la benevolencia y benévola la reputación.»
«165»
«Hacer buena guerra. Puédenle obligar al cuerdo a hacerla, pero no más. Cada uno ha de obrar como quien es, no como le obligan. Es plausible la galantería en la emulación. Hase de pelear no sólo para vencer en el poder sino en el modo. Vencer a lo ruin no es victoria, sino rendimiento. Siempre fue superioridad la generosidad. El hombre de bien nunca se vale de armas vedadas, y sonlo las de la amistad acabada para el odio comenzado, que no se ha de valer de la confianza para la venganza; todo lo que huele a traición inficiona el buen nombre. En personajes obligados se extraña más cualquier átomo de bajeza; han de distar mucho la nobleza de la vileza. Préciese de que si la galantería, la generosidad y la fidelidad se perdiesen en el mundo avían de buscar en su pecho.»
Termino esta entrega con un toque en el siglo XIV citando un diálogo de «La divina comedia»:
«Después de grandes debates, llegarán a verter su sangre, y el partido salvaje arrojará al otro partido causándole grandes pérdidas. Luego será preciso que el partido vencedor sucumba al cabo de tres años, y que el vencido se eleve, merced a la ayuda de aquel que ahora es neutral. Esta facción llevará la frente erguida por mucho tiempo, teniendo bajo su férreo yugo a la otra, por más que ésta se lamente y avergüence. Aun hay dos justos, pero nadie les escucha: la soberbia, la envidia y la avaricia son las tres chispas que han inflamado los corazones.» (Diálogo con Ciacco condenado por gula. Canto Sexto).
La humildad supera a la soberbia. Así también la nobleza lo hace frente a la envidia y la generosidad frente a la avaricia. Que los próximos eventos para la vida en libertad, justicia, equidad y bienestar tengan por rumbos seguros la humildad, la nobleza y la generosidad.
Dios guarde a V. E. muchos años,
Luis Alejandro Aguilar Pardo
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