«El éxito sin honor es el mayor de los fracasos»
Vicente del Bosque
Para quienes obedecen a ciegas al coronel psicópata es obligatorio sacudirlos. Cito un pasaje del libro “El arte de mandar”, del capitán André Gavet: “Nunca encuentra la humanidad más ocasiones de manifestarse como en la guerra, hasta tal punto que constituye ella uno de los elementos del honor militar. Los actos inhumanos cometidos fuera del campo mismo del combate han sido considerados siempre como deshonrosos”.
Entérese entonces el equipo del coronel psicópata que la institución es una empresa civil, con fines civiles y que ni los clientes internos que son los empleados, ni los clientes externos que son los usuarios, ninguno de ellos son objetivos militares, que el personal no es el enemigo y, por lo que no estamos en un campo de combate, que ustedes y su jefe protagonizan bochornosos actos deshonrosos. Que el coronel psicópata no tiene ningún honor y que no ha participado ni siquiera en una guerra de minitecas. Que Sussana además de vender cargos, no está haciendo gestión humana, sino atormentando y persiguiendo con látigo al personal. Y ni se diga de los usuarios, a quienes someten a constante extorsión, serán entonces ellos luego unos extorsionadores.
La envidia es una manifestación del síndrome de Procusto que sufren el coronel psicópata, la Calderona y Sussana, entre otros personajillos grotescos adoradores de Mamón y palafreneros del antro en que han convertido a la institución; que les tienen animosidad a quienes aún permanecen dentro y que poseen legítimamente honores académicos extraordinarios, siendo eso suficiente “ofensa” para tratarlos con desprecio y despectivamente, para atacarles su autoestima. Porque las piezas del coronel psicópata por imitación degradante se portan como él, destruyen lo que sirve y se alían con delincuentes. El tiempo de honrarte a ti mismo llegará a su fin coronel psicópata.
Intrigan, adulan y engañan, en vez de terminar con la corrupción que carcome a la institución, cuando mayor es su abominación por ser ellos las manos de un soldado sin honor. Una aberración que le ha permitido a este militar nunca más ascendido salirse del forro, extorsionar, vender documentos ilícitamente, cometer desafueros y atropellos a los derechos humanos con la anuencia o el silencio de sus correligionarios, sus tenientes, sus piezas, sus monos voladores; en una institución para la cual las leyes no existen salvo que sea en una aplicación acomodaticia para victimizar a inocentes y a quienes no se dejen extorsionar y /o pisotear. Por cierto, aquí prefieren a profesionales con el síndrome Dunny Kruger, y a consultores iletrados, con títulos de dudosa procedencia como el obtenido por el doctor fraude, que a propósito de su posición circunstancial se otorgó él mismo el pergamino y desde luego ya ustedes saben de quién se trata. Adivinaron, se trata del coronel psicópata, conocido en los bajos fondos como Marión el doctor fraude.
No hay legado de dignidad. Estos personajes, sus cómplices monos voladores, son las piezas del enemigo. Piezas de un soldado sin honor, son «parte activa y voluntaria» de una red destinada a extorsionar grosera y arbitrariamente en dólares a los usuarios para por ejemplo en el caso de Ananás, desayunar, almorzar y cenar, junto a sus catarinas en costosos restaurantes de la localidad; comprarse autos, una lujosa casa y montar bacanales a todo arcoíris, incluso con cocaína y con putos. Tal como se sabe de esta Catarina que monta fiestas desenfrenadas donde se come, bebe y mantienen relaciones sexuales sin cortapisa. Este Abacaxi ha acumulado mucho poder “corrupto” en corto tiempo y ha superado superlativamente en depravación a quien lo antecedió que comparada con él, es una niña de pecho. Algunos quieren usarte, algunos quieren ser usados por ti, algunos quieren abusar de ti, algunos quieren que abuses de ellos. La caja de valores de estos personajes es una oda al inframundo. El desorden moral es alarmante, en esta Sodoma y Gomorra. A todos los espera el trullo, porque “no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz. Si alguno tiene oídos para oír, oiga”. Marcos 4:22.
Como la ocasión en que aquella que con dinero mal habido, en complicidad con el destronado rey, se hizo las nalgas, las tetas, se colocó un abdomen de cuadritos, montó un centro de copiado en la institución y le regaló una camioneta a su padre, y que con el apoyo de Joselito es una hábil hurtadora de los pollos del comedor; sin contar con sus muchísimos gastos personales que salen del bolsillo de los usuarios, y que ahora desde otra empresa del mismo giro que la parasitada por el coronel psicópata hace burdelización de lo sagrado y que por cuya apoyo secuaz el coronel Marión, el tío negro, el idiota moral, el narcisista se mantiene aferrado a la Jefatura de la institución que solo a unos pocos le duele su prestigio y su futuro incierto. Muchos dicen ser cristianos, pero por sus obras los conoceréis. De falsos cristianos está llena la institución, así el Putativo reseñan sus compañeros, que llegó llorando cuando ingresó porque no tenía que darles de comer a sus hijos, ahora está al descubierto porque roba, hurta, extorsiona, corrompe, y aunado a eso extrae los alimentos del comedor y los vende clandestinamente; además que con altanería está inflado por el poder que para delinquir le ha delegado el psicópata y cuya frase preferida es ¿Cuánto hay pa’ eso? Pero aún, diciéndose que profesa la fe cristiana, mantiene adulterio notorio con la enfermera y es del coronel psicópata su cariñoso secreto a voces. Es que sigue el mal ejemplo del narcisista, que como todo psicópata es bisexual y ha preferido la juventud ajada de Isabel su barragana etílica que respetar a su esposa, aquella dedicada mujer que por veinticinco años le lustró las botas para que asistiese elegante a “servir”, pero a quien golpeó y manipuló con Gaslighting.
Pero como muchos, ninguno piensa en sus almas, sino en obtener dinero negro, como del que se apropia el coronel psicópata. Porque siendo personajes que se dejan usar; ellos son usadores y se sienten henchidos porque el soldado sin honor los voltea como a un calcetín sucio. Este equipo de malhechores que comparten la deshonra de haber provocado el desprestigio de la institución y de sus productos que bajo la gerencia psicopática del coronel, son un grupo de sujetos que ha decidido reventar, barrenar el último grado de decencia que todavía pueda existir en la institución. Causa náuseas, tanto relajo espiritual, moral, ético y legal en la institución que parasita este militar nunca más ascendido.
Obeso, por ejemplo que no tiene amor propio, es una peligrosa pieza encubierta del coronel psicópata, que por su astucia delictiva le guarda una admiración nociva para sí mismo y una lealtad enfermiza. “A juro tienes que quererme le dice Obeso al coronel psicópata”. El propio “jala bolas”, el jaleti, el enchufado. Obeso es, la gallina del psicópata. Lo despelleja vivo y él insiste en profesar amor al psicópata. Se presentan muchas incógnitas aquí. El caso es que lisonjea al soldado sin honor, al coronel psicópata y se convida solo para servirle de espía. Lo ilustraré con un ejemplo: “Stalin dictador soviético, desplumó viva a una gallina, que desesperada por el dolor, intentó fugarse, pero no pudo. Y dijo: “Observen lo que va a suceder”. Puso a la gallina en el piso y se alejó de ella un poco y tomó un puño de trigo mientras sus cómplices observaban cómo la gallina, asustada, adolorida y sangrando, corría tras de Stalin mientras este le iba tirando trigo y daba vueltas en la sala. Así funciona el cerebro de Obeso. “Yo amo al coronel psicópata, él me pateó pero él es muy inteligente. Yo lo admiro, es mi héroe. Soy su espía, soy muy listo”. Sin duda, Obeso como el colectivo institucional sufren del síndrome de Estocolmo. Los afectados al justificar a su agresor cuidan afrentosamente sus puestos de trabajo y sus menguados ingresos salariales.
Con relación a la obediencia debida, algunos subalternos y oficiales quizás se hayan sentido obligados a cumplir al pie de la letra las órdenes del coronel psicópata. Pero el primer acto de la obediencia debida es el respeto a la Constitución y a las leyes, encuadrados en el contexto de una filosofía democrática republicana, donde impere la ética y la moral. Dejen de estar montando guisos. Y nunca olviden que han de presentarse ante el tribunal de Dios.
«El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien,
debe aspirar a que nunca puedan obrar mal»
Mariano Moreno
Crisanto Gregorio León