Entre 1959 y 1964 el ingenio popular denominó al entendimiento político gobernante como la guanábana, fruta que combinó el verde de Copei y el blanco de Acción Democrática.
Fue en la Cuarta República con la existencia de esos dos grandes partidos políticos dominantes que durante varios años tuvieron posibilidades reales de ocupar el poder el cual se alternaban cada cinco lustros.
Mirando de lejos estaba Unión Republicana Democrática con Jóvito Villalba a la cabeza. Era una tercera opción que nunca les dio frío ni calor.
Acción Democrática dividida entre sus sectores más a la izquierda, era preferida por las masas y la burguesía nacional, y Copei el único preparado para competir consistentemente con el llamado partido del pueblo.
Una organización con Rafael Caldera como perpetuo candidato del “Comité de Organización Política Electoral Independiente” (COPEI), el cual fundó el 13 de enero de 1946.
Presentó su candidatura a las elecciones presidenciales de 1947, en las cuales resultó electo Rómulo Gallegos por Acción Democrática (AD), y nuevamente en los comicios de 1952 donde mantuvo una moderada oposición al régimen del General Marcos Pérez Jiménez que pagó con la cárcel y el exilio en 1957.
Fue postulado nuevamente en las elecciones de 1968 y resultó electo en 1969-1974, Magistratura que volvió a obtener en 1994-1999 con el apoyo de micro partidos de izquierda en una coalición conocida popularmente como “el Chiripero”.
Fue de vital importancia en la formación doctrinaria e ideológica del partido la presencia de Arístides Calvani y el posterior surgimiento de figuras como Luis Herrera Campins, Presidente entre 1979 y 1984; Lorenzo Fernández, candidato presidencial en los comicios de 1973 resultando perdedor ante su contrincante Carlos Andrés Pérez; Eduardo Fernández apodado “El Tigre”, candidato para las elecciones presidenciales de Venezuela de 1988; Oswaldo Álvarez Paz, exgobernador del Zulia, candidato presidencial del partido en 1993, y Henrique Salas Romer, exgobernador del Estado Carabobo.
Acción Democrática (AD), fue creado en 1941 en torno a la candidatura presidencial del escritor Rómulo Gallegos, siendo sus fundadores además, Rómulo Betancourt, Presidente de Venezuela de facto entre 1945 y 1948, llegando al poder mediante el Golpe de Estado de 1945, y constitucional entre 1959-1964 después de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez; Andrés Eloy Blanco; Gonzalo Barrios; Luis Beltrán Prieto Figueroa; Juan Oropeza; Juan Oropeza Riera; Leonardo Ruiz Pineda; Jesús Ángel Paz Galarraga; Virgilio Cayama; Domingo Figallo Amarista; Tirso Salaverria y José Manuel Hernández entre otros, bajo la consigna “Por una Venezuela libre y de los venezolanos”.
Entre sus filas estuvieron los prominentes líderes Raul Leoni, Presidente de la República en los años 1964 y 1969; Carlos Andrés Pérez, quien ejerció la presidencia de la República en dos períodos (1974-1979 y 1989-1993; Gonzalo Barrios; Jaime Lusinchi, Presidente entre 1984-1989.
Hace años teníamos dos candidatos perdurables en las elecciones cuarta republicanas que se convirtieron en iconos populares. Uno era un señor de sombrerito de fieltro y cara de “yo no fui” que tenía su Comando de Campaña por Caño Amarillo en Caracas, de apellido Pedroza, y el otro el anti comunista, periodista Germán Borregales.
Nunca llegaron, pero le daban un carácter de libertad a las elecciones que el pueblo llegó a sentirles afecto. Pedroza caminaba por el centro de Caracas con su traje beige, con una libretica debajo del brazo sonriéndole a todo el mundo y escuchando a la gente que se le acercaba para sacarle algún pensamiento.
Germán Borregales vivía en uno de los bloques de El Silencio y era natural verlo con su alta figura, corbata de lazo y eterna cara de simpatía cruzar por cualquier esquina capitalina.
Los dos personajes eran unos señores muy decentes. Pedroza utilizaba un fluido verbo sazonado con unas que otras palabras “domingueras” de limpia simetría para dialogar con la gente, y Germán Borregales, ni hablar.
Era columnista del vespertino “El Mundo” y escritor. Daba gusto oírlos. Entendíamos que nunca iban a ganar la presidencia, sobre todo en un país que se regía por el dualismo puntofijista AD – Copei.
El presente artículo florece de una conversación con el diputado larense por “Voluntad Popular” Macario González, al comentar el tema que representa actualmente la situación del ingeniero Juan Guaidó, sobre la Presidencia Interina de Venezuela.
De manera inesperada el dirigente nacional opositor visitó la ciudad de Valera e hizo un recorrido por los más diversos sectores donde sentenció: “No los vamos a dejar solos. El 5 de enero instalaremos la directiva de la Asamblea Nacional”.
Lo consultaron sobre su aspiración presidencial pero evadió la pregunta señalando que “sus recorridos sólo tienen la intención de estimular la participación unitaria en el proceso eleccionario primario que tiene como objetivo derrotar de punta a punta la dictadura”.
Un gran despliegue periodístico le hizo el diario “Los Andes”, donde se notó un sólido apoyo del pueblo andino.
“Está dándole con furia», respondió Macario. Creo que va a imponerse en las primarias”.
Tiene un solo contrincante de fuerza: María Corina Machado, replicamos.
“Sí”, respondió el Parlamentario.
El resto de candidatos que nutre la lista a las primarias parece un relleno en el bazar de partidos políticos que existen en Venezuela, lejos de aquella Cuarta República.
El pasado año estaban habilitadas ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) un total de 111 organizaciones con fines políticos: 35 nacionales, 52 regionales, 6 indígenas de carácter nacional y 18 indígenas de carácter regional.
Se dice esencialmente que los partidos políticos son fundamentales para la democracia; de hecho, no hay democracias sin ellos.
Las organizaciones opositoras no han podido acceder a la presidencia de la República desde 1998, por lo que el foco está puesto en cómo se han comportado y de qué forma han podido influir en el proceso político venezolano actual.
Hay una generación completa que no vivió esos tiempos e ignoran la historia.
En esta nueva etapa nacen organizaciones como “Voluntad Popular”, “Primero Justicia”, “Proyecto Venezuela” y “Un Nuevo Tiempo” que junto a AD y Copei lideran la oposición venezolana.
De aquella “guanábana” solo afloran los recuerdos desembocando en el presente esa legión de toldas políticas, donde la única representativa sigue siendo “Acción Democrática” por su historia, aunque con un candidato poco conocido.
El AD-Copei del presente está personificado con los susodichos Marina Corina Machado, profesora, ingeniera, coordinadora de “Vente Venezuela”, y Juan Gerardo Antonio Guaidó Márquez, ingeniero liberado de la militancia partidista en “Voluntad Popular” desde que asumió la presidencia interina.
El futuro de Venezuela comenzará entonces cuando uno de los dos esté listo, después de las primarias, para sustituir la dictadura, cuyos protagonistas entrarán en discusiones internas dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), en un colapso evidente por el cansancio interno que ni ustedes ni nosotros conocemos, pero presumimos.
El Primer Mandatario Nacional Nicolás Maduro realizó sus estudios secundarios en el liceo “José Ávalos”, ubicado en la Intercomunal de El Valle en Caracas, pero no llegó a cursar en la universidad, lo que dice de la cultura necesaria para dirigir un país, recordándose el día que dijo, “Cristo multiplicó los penes”, o, “Las autoridades venezolanas trabajarán las 35 horas del día”; “Esos capitalistas que roban como nosotros”, o el discurso frente a una multitud en Caracas donde le puso femenino a la palabra millón: “Hoy tenemos millones y millonas de Bolívar”.
En su juventud trabajó como conductor en la compañía de transporte Metro de Caracas, llegando a ser miembro de la Junta Directiva convirtiéndose en dirigente sindical.
Recientemente se inició un debate en redes sociales, motivado a un tuit en el que el editor del PanAm Post, Emmanuel Rincón, proponía que en el futuro la Constitución de Venezuela debería establecer la necesidad de requerir título universitario a los ciudadanos que deseen aspirar a cargos de elección popular, en el Poder Legislativo y Ejecutivo.
Tirar piedras, manejar un autobús, ser sindicalista, no puede ser un mérito para convertirse en diputado o Presidente de la República. Todas las empresas exigen títulos, pero a Venezuela la puede gobernar un simio, fueron algunas de las respuestas de las propuestas que adquirieron conocimiento casi masivo rápidamente.
Que Dios reparta suerte, dicen en los medios taurinos.
Orlando Peñaloza