La gran enseñanza de comercialización de los principales rubros agrícolas, que está dejando el conflictos que se ha generado entre los productores y la agroindustria, es que el productor no puede seguir sembrando a ciegas, desconociendo cómo va a vender sus cosechas 120 días después de sembrado, por lo tanto se impone la agricultura de contrato y ese es el camino a seguir en 2023.
El pronunciamiento está contenido en el editorial del Instituto de Políticas Agrícolas de Fedeagro, órgano de divulgación de la organización gremial agrícola, como una de las recomendaciones fundamentales para reglamentar las relaciones entre las dos partes, evitando para el futuro que se repitan situaciones como las que están viviendo los productores de maíz, el cual damos a conocer por los aportes que hace ante la problemática planteada, donde además presenta un análisis de la problemática planteada. .
El maíz es el rubro más emblemático de la agricultura venezolana y el de mayor peso en la producción vegetal, contribuye con alrededor del 36% del Valor de la Producción Agrícola Vegetal y el 16% del VPA total. Se cultiva en toda la geografía nacional en más de 180.000 explotaciones, genera empleo y encadenamientos hacia atrás y hacia delante en la cadena de valor y aporta el 32% de las calorías y el 14% de las proteínas totales requeridas por el venezolano promedio, explica el IPAF.
La producción de maíz en Venezuela en los últimos años, mostró un ritmo de crecimiento acelerado entre 1998 y 2008, año en el cual se registró la producción récord de 2.995.000 t (cifra MAT). A partir de ese año se inicia un descenso sostenido hasta el 2019, cuando se produjeron 850.000 t (cifra Fedeagro), equivalente a la producción registrada seis décadas atrás.
Para este año se estima una producción cercana al millón de toneladas y un incremento en la productividad física del rubro superior a 4.000 kg/ha.
La liberación de controles (precios y cambio), el acceso a insumos importados, un régimen de lluvias favorable y la tenacidad de los agricultores venezolanos se conjugaron para obtener los resultados del último trienio.
El pequeño repunte de la producción interna cubre alrededor del 34% de la demanda de la industria de harina precocida y de alimentos balanceados para animales, debiendo recurrirse a las importaciones para satisfacer el consumo nacional.
Recuperación del sector en riesgo
El avance logrado en este rubro corre el riesgo de detenerse y revertirse, habida cuenta de la problemática que se ha presentado con el precio del maíz de la zafra de este ciclo productivo; en efecto, los agricultores se animaron a sembrar maíz inducidos por los resultados del ciclo anterior, cuando se terminó pagando precios por encima de 0,40 $/kg.
La empresa Polar, líder del mercado de harina precocida y principal comprador del maíz blanco, está pagando 0,36 $/kg y no ha atendido las demandas de los agricultores quienes se resisten a entregar sus cosechas a un precio que no le genera utilidad, salvo que se obtengan productividades por encima de 5.000 kg/ha.
El Ejecutivo ha intentado conciliar las posiciones de la industria y de los agricultores; no obstante, hace falta más que un llamado de atención, y actuar con las herramientas e instrumentos de políticas a su disposición para resolver el conflicto y evitar las consecuencias del precio fijado unilateralmente por la industria.
Es importante referir que los agricultores crecieron en superficie a pulmón propio, dadas las limitaciones del sistema bancario y este esfuerzo no se vio compensado, en consecuencia, difícilmente arriesguen nuevamente sus mermados ahorros.
Números reflejan la realidad
Veamos con un ejemplo algunos números que refieren la significación para el país de lo posible de lograr si los agricultores recibieran un precio adicional de 11 centavos de dólar a lo pagado por Polar:
• La producción estimada de esta zafra de 1.000.000 de toneladas con los 11 centavos de dólar demandados por los agricultores representaría 110.000.000 $
• Considerando un costo de producción de 1.600 $/ha, se pudieran sembrar en 2023 68.750 ha adicionales.
• La siembra de esta superficie generaría 1.375.000 jornales de trabajo, aproximadamente 11.458 empleos directos en el campo.
• Considerando una productividad de 5.000 kg/ha (muy por encima del promedio nacional), se producirían 343.750.000 kg de maíz.
• Además de la mano de obra, se demandará a la industria y el comercio nacional: fertilizantes, semillas, herbicidas, insecticidas, fungicidas, equipos, e implementos diversos por el orden de $ 33.481.750, que generaran valor y empleos agua arriba del proceso productivo.
• El transporte movilizaría de finca a silo, y de silo a planta 343.750 t de maíz.
• Aguas abajo del proceso productivo agrícola.
.- Se producirían 240.625.000 kg de harina precocida.
.- El transporte movilizaría de planta a industria 240.625 t de harina precocida.
.- Se ahorrarían en divisas $ 173.250.000.
.- Proveeríamos de los requerimientos de maíz de 9.046.520 venezolanos.
En números gruesos alrededor 1.660 millones de $ estarían al margen de la economía agroalimentaria del país y se le restringiría la posibilidad de activarse económicamente a 10 estados del país donde el maíz es el rubro productivo más importante.
Es importante que el gobierno actúe y llame la atención de la industria sobre el sacrificio que hace el país si no se llega a un acuerdo satisfactorio para ambas partes. De no tomar en cuenta este llamado, lamentablemente se deben acometer las medidas y herramientas que la normativa legal ofrece para proteger al agricultor: aranceles, contingentes OMC, precios de sustentación, exoneraciones, cupos, entre otros.
La gran enseñanza de comercialización del maíz, el arroz, el café, leguminosas y oleaginosas de ciclo corto en 2022, rubros cuyo destino es el procesamiento agroindustrial, es que el productor no puede seguir sembrando a ciegas, desconociendo como va a vender sus cosechas 120 días después de sembrado. Se impone la agricultura de contrato y ese es el camino a seguir en 2023, señala el editorial del IPAF.