En las pinturas rupestres, hechas por el hombre durante las remotas etapas del salvajismo y barbarie, son apreciables las evidencias del arte figurativo. Desde entonces lo acompañan artísticamente en lo sucesivo hasta el siglo XIX cuando irrumpen las nuevas manifestaciones artísticas de la Modernidad, entre éstas el abstraccionismo en las artes plásticas que se constituyen en su antítesis visual.
El figurativismo se nutre de la realidad sin contar para nada la subjetividad o conciencia social del artista quien se limita a reflejarla en el cuadro. La mayoría de los pintores principian sus actividades en esta corriente para luego derivar hacía otras cuando se trata de una decisión de cambiar para no quedarse en los moldes de la reiteración estética.
Algunos optan por atrincherarse en el realismo y otros se pronuncian por la variedad de formas del arte. Es una cuestión de libre albedrío según la escuela, maestros y modelos estéticos en que se levanta.
El pintor larense César Andrade no podía ser la excepción. Esta es una etapa de su trayectoria artística poco conocida por el predominio del abstraccionismo que lo lanza a la gloria y fama internacional.
En la década de 1950, cuando cursa estudios en la Escuela de Artes Plásticas Martín Tovar y Tovar. Se forma primero en el academicismo entre cuyas facetas tenemos el paisajismo, bodegones y retrato. Eso es lo que se enseñaba en aquella institución dirigida ortodoxamente por José Requena y que marca a todos los alumnos que por allí pasaron.
Así pues, es en la EAPMM, de los años 50 del siglo pasado, que recibe sus primeras influencias del arte figurativo con su carga de realismo. La abstracción vendrá después previo al estallido del conflicto estudiantil en el seno de la esa institución por un nuevo pensum de estudio acorde con los cambios suscitados en el arte universal.
El mismo tiene la marca de una época como lo es la transición de la sociedad tradicional larense y venezolana a la contemporánea o moderna. La misma toma forma a partir de 1936 tras la desaparición de la tiranía gomecista.
En consecuencia, los temas que estampa en sus obras son los tradicionales de una ciudad y habitantes apacibles y lentos en sus cambios. Entre estos tenemos bodegones, retratos, paisajes, sitios emblemáticos, estampas callejeras, personajes populares y costumbrismo imperante. Inevitable reflejar la arquitectura tradicional de la urbe como la de la calle Comercio que desaparece en 1967, los templos coloniales, los mercados, entre estos El Manteco. Esos parajes de la urbe los frecuentaba cuando se dedicaba al comercio informal durante sus años juveniles.
Los barrios con sus ranchos, como La Cuesta Lara, los sublima para tal vez identificarse con la pobreza que padecen. Lo acomete con un estilo que linda en la pintura ingenua, por supuesto con las distancias y diferencias del caso por tratarse de un artista formado académicamente que desde un principio evidencia talento para la plástica. Las obras de ese tiempo, como la que ilustra este escrito, destilan ternura. Pero no cede al panfleto y los ideologismos dada la fuerza social del tema abordado.
Por ser la obra de un novato, cuando apenas se asoma a la pintura, sus creaciones están muy bien resueltas desde la perspectiva de los principios de la pintura, entre estos unos decantado dibujo, lograda composición y marcada perspectiva con lo cual se despliega imponente en el cuadro. Pero constituye su primera forma de comunicación plástica mediante la cual plasma el mensaje del novel pintor, que luego se abriría a las expresiones cosmopolitas del arte, entre éstas el abstraccionismo en Francia.
Sin duda, es un heredero de esa tradición pictórica larense, pero con la particularidad de hacerlo con innovación. Sus paisajes no incurren en la repetición sino que los recrea con figuras de tamaño miniatura signo de esmero y delicadeza al trabajar el motivo.
Así pues en 1961 es notorio la evolución de su plástica figurativa en un cuadro como “Osidio” en que se aleja de las figuras diminutas y se pronuncia por los colores oscuros Para ello se vale de un montón de vehículos en completo desorden en una calle testimonio de lo citadino y la problemática ambiental. Sin embargo, está desprovisto de sutileza debido a las formas toscas del dibujo con una inevitable dosis de agresividad. A nuestro parecer, contiene una forma de mensaje contra el deterioro del entorno.
Mientras que en 1965, Andrade evidencia signos de una transición a lo abstracto en el cuadro que identifica “Sin título”. En el mismo presenta un paisaje de rasgos leves por ocupar el fondo cubierto con árboles a manera de manchas con propensión a las tonalidades oscuras. Las pinceladas tienen rasgos de expresionismo aunque tenuemente, pero opacan el paisaje con lo cual anula la figura, precisamente la esencia del abstraccionismo.
Considerado un artista óptico-cinético, lo cierto es que Andrade también se paseó creativamente por el universo del figurativismo. Ello cuando en Barquisimeto el ambiente de la plástica estaba distante de los nuevos ismos artísticos venidos de Europa.
En tal sentido, la Galería José Requena de la Alcaldía de Iribarren rinde un homenaje post mortem a César Andrade con la muestra de varias de sus obras figurativas y abstractas. Pero su centro preponderante son las segundas por lo que se titula “Caminos de la abstracción”. La curaduría es de la licenciada María Elena Díaz Carmona y la guía de sala está a cargo de la competente Osnerly Rodríguez.
El evento presenta en paralelo también obras plásticas en la corriente del abstraccionismo de Esteban Castillo, su amigo y compañero de aventura en Europa, Freddy Villareal, Amanda Arreaza, Willmer Harrinson, Jonic Milos y David Escobar. En escultura lo hacen: José Ignacio Alvarado y Miryana Wader.
Freddy Torrealba Z.
Twitter: @freddytorreal11