Cuando Venezuela tenía una economía estable e instituciones sólidas, independientes y democráticas, la Navidad era una época de alegría y de celebración, el tiempo ideal para pasar en familia, rodeado de seres queridos, compartiendo con dicha las tradiciones que nos caracterizan. Hoy, de esa época solo nos queda el recuerdo. La Navidad ha perdido su magia y ya no es la alegre festividad que solía ser.
Decretar la Navidad desde el 1 de octubre en un país donde los aguinaldos de los trabajadores no alcanzan ni para comprar un mercado completo, y el de los pensionados es tan bajo que no cubre ni sus medicinas, es una burla. No hay dinero para la ropa ni regalos de los chamos, mucho menos para vacacionar. A duras penas algunas familias podrán hacer hallacas para cenar y ni siquiera podrán estar reunidas por completo ya que millones de venezolanos han abandonado el país en búsqueda de la calidad de vida que aquí no pueden encontrar. No hay decreto que nos devuelva todo lo que nos han arrebatado.
La herida que tenemos como país es demasiado profunda como para poder disfrutar nuestras fiestas. No hay festividad que celebrar cuando el estómago está vacío, ni año nuevo que esperar si los servicios básicos fallan a diario. Las lluvias registradas en las últimas semanas han entristecido mucho más el panorama con la pérdida de muchas vidas, bienes, vías caídas y la amenaza constante de un nuevo desbordamiento y que la tierra ceda. Vivir en Venezuela se ha transformado en una penuria constante, una lucha contra las adversidades. Es indescriptible el dolor que sentimos.
El régimen sabe esto y no le importa. Su modelo fue el que nos hundió en la miseria que hoy nos arropa. Nos arrebataron la libertad, el país y la oportunidad de disfrutar plenamente nuestras fiestas. Hacen hasta lo imposible en su afán de tratar de disimular la pésima condición en la que mantienen al país y que padecemos los venezolanos. Prefieren adornar una plaza y pintar una pared antes que arreglar la crisis de servicios básicos o respetar lo que expresa la Constitución. Su única meta es conservar el poder que le robaron al pueblo.
Aunque la voluntad de los venezolanos siempre logra superar las adversidades, no podemos ignorar la situación en la que terminamos este año. Sabemos también que no vamos a rendirnos y con trabajo y compromiso vamos a recuperar todo lo que nos quitaron: la libertad, nuestra democracia, nuestras instituciones y tradiciones, para reconstruir Venezuela y lograr ese país con oportunidades, con justicia, con servicios básicos que funcionen a toda hora, donde podamos escoger nuestro futuro y donde nos podamos volver a abrazar en familia.
Stalin González