Elliott Ortiz, ejemplo de tenacidad, esfuerzo y sacrificio en la proyección de la danza #2Nov

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Al joven Elliott Ortiz, en el Táchira, donde se crió y estudió hasta bachillerato, su familia quería que hiciera la carrera de medicina y trató de complacerla, pero su inclinación era ́por el teatro y la danza, lo que le hacía soñar con irse a Nueva York a estudiar en la Juilliard, por donde han pasado los que han llegado a ser  los más consagrados artistas del escenario. Y logró ingresar a esa prestigiosa y centenaria escuela, gracias a su tenacidad, esfuerzos y sacrificios que hizo desde, prácticamente, los quince años.

Es de resaltar que comenzó su formación artística en Barquisimeto, donde después de haberse ido a Caracas a acumular conocimientos, regresó para proyectar una compañía de danzas por espacio de más de 10 años actuará en diversos lugares, incluyendo París, ganándose no sólo aplausos sino el reconocimiento de la crítica especializada.

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Desde Nueva York, donde reside, Elliott Ortíz hace un espacio en su apretada agenda para realizar una semblanza de su vida con esta casa editorial. En estos momentos está preparando junto a Julieta Valero Barroso, bailarina y coreógrafa, la obra Arepa Coalition Project, que más o menos quiere decir, según nuestro entrevistado, historia de festejos alrededor de una arepada. Claro está, todo eso es danza.  

Cuando a través del teléfono se le pide que nos hable de su vida, de inmediato dice:

Tengo muy gratos recuerdos de El Impulso porque era uno de los medios que nos apoyaba frontalmente, casi de manera exclusiva, cuando actuábamos. Incluso, muchos de los eventos que hacía Danza Diez Barquisimeto eran patrocinados por El Impulso como medio y organización.

¿Cómo comienza Elliot Ortiz su vida artística?

Mi historia se remonta a los años 80. Llegué a Barquisimeto, desde San Cristóbal, en donde nací,  porque mi familia casi me había obligado a estudiar medicina y la Escuela de Medicina de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado era una de las mejores del país. Frente a esta casa de estudios  tenían una casa mis tíos, en donde me hospedé.  Cuando inicio mis estudios, mis primas, que estaban involucradas en danzas folklóricas con Danzas Terepaima, me animan a incorporarme a esa academia y yo, paralelamente a la UCLA, comienzo a tomar primero clases de folklore y luego de jazz. Como resulté ser muy bueno, mi maestro, Marco Tulio Colmenárez, me refirió a la Academia de Danza y Ballet Taormina Guevara y así empecé a estudiar ballet clásico por espacio de aproximadamente dos años, pero en un arrebato que le dio a ella  porque quien era su pupilo y  primer bailarín se había ido a Caracas, los demás hombres pagamos el plato roto porque nos despidió a todos.  Mucha gente de la época sabe esa historia porque yo hice mucho ruido por esa situación, pero las nuevas generaciones, ignoran este hecho.

Entonces me fui a la competencia, que era su prima María Luisa Álvarez, más conocida como Maguicha, con quien estuve por espacio de año y medio. Al término de ese tiempo tomé la gran decisión: abandonó la medicina y me voy a Caracas para trabajar en mi arte.

Mi intención era ingresar a la Compañía Nacional de Teatro, pero no lo logré. Decidí entrar en la Escuela Nacional de Teatro, que se llamaba Instituto de Formación para el Arte Dramático (IFAD) y estando en ésta, la Compañía Nacional de Teatro llama a una nueva audición. El director de la Escuela me pregunta por qué no voy a audicionar,  yo le respondo que no, porque ya había  ido antes, no había quedado y no me iba a decepcionar otra vez,  pero insistió tanto que me hizo ir y quedé. 

Luego se me presenta un dilema: la Compañía me ofrece un contrato y la Escuela, dentro de su política, impedía que los no graduados no podían trabajar. Tras una serie de conversaciones entre el director y los profesores, se logró hacer una excepción conmigo y así fue como comencé a trabajar con la Compañía Nacional de Teatro. Paralelamente, hice cosas como incorporarme al Ballet del Teresa Carreño.

Estuve como cuatro o cinco años con la Compañía Nacional de Teatro y eso es lo que considero mi verdadera universidad, porque la Compañía para ese momento era un monstruo cultural, en la Venezuela saudita de los años ochenta, tres grandes compañías dominaban no sólo el escenario teatral venezolano, sino internacional: la Compañía Nacional de Teatro, Rajatabla y el grupo Theja. Había otras, pero las mencionadas eran las mayores.  

Quienes trabajaban en la Compañía Nacional de Teatro tenían un buen sueldo, contrato por varios meses y se montaban tres o cuatro obras al año. La rutina del trabajo era muy fuerte, ya que en el día se ensayaba la obra que se iba a estrenar y en la noche había que trabajar en la obra que estaba en cartelera y ésta se desarrollaba de miércoles a domingo, pero eran dobles las funciones del sábado y del domingo. Yo vivía en el teatro, pero cuando estaba libre trabajaba en el Teresa Carreño o en otra compañía. Fue una época súper productiva para mí.

Cuando regreso a Barquisimeto para descansar, porque me encontraba muy agotado por trabajar en teatro y televisión, la Sociedad Amigos del Teatro Juares me llama  para ser parte de la celebración del centenario del Teatro Juares. Me contrata para ser jefe de la programación y en ese trabajo estuve año y medio, lo que me dejó una experiencia muy rica.

De allí en adelante  decido formar Danzas Diez, en 1992. Entonces comienza una etapa de trabajo muy fuerte porque soy coreógrafo y director de mi propia compañía.

Durante ese tiempo, que fue de diez u once años, se creó el festival Encuentro de Artes Escénicas y el tema principal era que la  danza invitaba a las otras artes. Aunque había teatro,  música y poesía,  lo principal seguía siendo la danza. El festival  que se hizo en 1997 siguió corriendo hasta el 2005.

En 1999 yo, en Nueva York, estaba tomando clases en el Broadway Dance Center, el cual trabajaba con una institución paralela. Regreso a Venezuela y vuelvo en  el verano. Participo en un taller de coreógrafos y allí gano una beca para estudiar teatro musical. Cuando regreso a Barquisimeto era como la oportunidad que yo había querido tener desde joven. El curso era de año y medio. Renuncio a la universidad, me vine y logré que ese instituto y la Universidad de Nueva York me becaran por año y medio más.  Y así fue como me quedé.

Luego tratando de ubicarme y abrir mi propio espacio, trabajo para Dance Theater Workshop (DTW),  que era un taller de doce semanas para coreógrafos experimentados. Audiocinamos 77, quedamos 10 y de éstos yo era el único latino. Había que presentar tres proyectos de teatro para ser desarrollados y mi trabajo fue uno de los seleccionados, lo cual me abrió de una u otra manera las puertas de Nueva York. Mi proyecto fue similar al que había hecho en Venezuela.  

Cuando yo vine a los Estados Unidos no era quedarme, pues mi intención era hacer ese taller. Tomé la decisión después. La danza tiene una ventaja, que es un idioma universal. Vayas a donde vayas, la mayoría de los pasos técnicos son en idioma francés y, por lo tanto,  si sabes medianamente los números en inglés, como era mi caso,  y tienes la capacidad de sostener una conversación, no es necesario  dominar totalmente el idioma.  

Pero, al intentar moverme en otras áreas es que me doy cuenta que el idioma es necesario y ahí es cuando busco estudiar el inglés formalmente y es la oportunidad que se me presenta con la beca de la Universidad de Nueva York.

Al salir del bachillerato mi sueño realmente era venirme a Nueva York a estudiar teatro en la Juilliard School, la cual es la escuela de arte más prestigiosa, fundada en 1905, y la que aparece en la película Fama. 

Claro, yo me gradué muy jovencito y mi papá y mi mamá no iban a dejar ir a un chamo de quince años a Nueva York. Esa fue la razón por la que me quedé porque los miembros de mi familia me decían: tú tienes que ser médico. Por eso cuando se me presenta la oportunidad de la beca digo:  O lo hago ahora o no lo hago nunca.   La decisión vino después porque ya habían pasado casi dos años y  entonces vienen los primeros líos en el país con el gobierno de Chávez, la huelga petrolera, el autogolpe. Mucha gente que sabía de política y diplomacia me aconsejan que aproveche y, entonces, hice todas las diligencias de los papeles para venirme y quedarme. Esas decisiones fueron casi accidentales, no fueron planeadas. Cuando ya me vine tenía 35 años.  Sencillamente lo que hice fue tomar ventaja de lo que se me había presentado. Ya para entonces tenía estabilidad, un cargo en la Universidad, Danza 10, un nombre. 

Los Estados Unidos no me llamaban la atención porque con el festival de Danza 10, nosotros viajábamos mucho a Europa. París era nuestro centro de operaciones y en ningún momento estaba en los planes, venirme a los Estados Unidos. Pero mi sueño había sido Nueva York.  Hay una diferencia en lo que es Nueva York y el resto de los Estados Unidos,  parecen dos lugares diferentes, aunque uno está insertado en los otros. La escogí porque tenía las cosas que me gustan en la vida. Es cosmopolita, bohemia y tiene un nivel cultural casi único. No la tiene ninguna otra ciudad en el planeta. Y aquí estoy haciendo lo que me gusta. Claro está, nada es fácil. Se requiere mucho trabajo, esfuerzo y sacrificio.

¿Qué extraña de Venezuela?

En general muy poco, porque tengo 22 años aquí, pero te puedo decir que el olor a café en casa de mi abuela y las playas venezolanas, solo se pueden comparar con las de las Islas Fiyi.

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