Se corre el riesgo de convertir en lugar común, esa sentencia que nos asegura que en la Venezuela de hoy vivimos tiempos difíciles y complicados, lo que es muy cierto, dice Alfredo Álvarez, periodista que no sólo tiene experiencia en la fuente política, sino que además es asesor en comunicación social y se desempeñó como jefe de Redacción de El Impulso.
Hoy, en el ámbito político de Lara, sus reflexiones hechas el pasado jueves en la ocasión de la celebración del centenario del nacimiento de Carlos Andrés Pérez, en La Pochocha, donde disertó acerca del desagravio al expresidente de la República, tienen que estar haciendo pensar a muchos dirigentes, ya que formuló una serie de observaciones en torno a la forma como la oposición se ha conducido en nuestro país.
En otras circunstancias, posiblemente, hemos vivido peores y más lacerantes tiempos, asienta. Poseemos un inventario de tragedias lo suficientemente desalentadoras; pero esta vez nos lucen mucho más dramáticas, más patéticas, innecesariamente crueles y muy peligrosas.
La diferencia es que en esta oportunidad vienen con el añadido, que en su resolución, se demanda nuestra más decidido aporte. Esa es la única y clamorosa diferencia. Debemos actuar, pero antes debemos perdonar.
Somos sin saberlo prisioneros de la nefanda influencia del populismo viral que asola al mundo moderno, sentencia. Observamos cómo aquellas instituciones de la sociedad democrática, han sido descontruidas para dar paso a unas maneras de ejercicio político totalmente divorciadas de la génesis de nuestra esencia y del saber hacer de la política.
Así como los juristas sentencian que actualmente no existe estado de Derecho, desde mi óptica de periodista, advierto que no existe en este momento espacio público donde construir las relaciones de intercambio que han de caracterizar a una sociedad democrática.
Populismo
Somos víctimas de un lacerante populismo que no sólo erosiona las instituciones fundamentales de la democracia, sino que nos retrotrajo a un ámbito de valoraciones esotéricas y anticientíficas acerca del poder, la ciencia y el desarrollo.
Nos urge imponer los criterios más acertados acerca del equilibrio entre los poderes públicos, la rendición de cuentas, la autonomía de la justicia, la función de los partidos políticos, así como las limitaciones a la duración de los mandatos presidenciales.
Información
Alfredo Álvarez cita a David Hoffman, presidente de la organización no gubernamental Internews Network, quien afirma que los medios libres favorecen la gobernabilidad.
Democratizar la información será el principio organizativo del presente siglo, del cual ya se ha consumido una quinta parte. Por ello, la lucha contra la falta de información seguirá siendo el reto fundamental para el desarrollo humano
El acceso desigual a la información inhibe el crecimiento de la sociedad civil y del buen gobierno, incrementa la corrupción, degrada el entorno, exacerba los problemas de salud pública e incrementa la pobreza.
Con la red 2.0 la comunidad política es mucho más rica que el partido, promueve nuevos liderazgos que surgen sin prejuicios ni corsés, explica. La red sólo reconoce autoridad, no jerarquía. Ese es el nuevo paradigma para quienes hacen de la política un paradigma existencial.
Voz y participación
No es nuevo lo que se está planteando. Alfredo Álvarez recuerda que el Banco Mundial, en el año 2.000, realizó una encuesta a gran escala que persigue medir cuál era la mayor expectativa de la gente que vivía en pobreza y en pobreza extrema. No era tener dinero. La gente quiere, como en ese entonces, tener voz y participación en la toma de decisión sobre aquellos problemas que más les afectan.
El modelo político tradicional fundamenta la autoridad en la jerarquía organizativa, desde el primer secretario hasta el último militante. Vale decir que sin libertad de prensa no se puede hablar de verdadero desarrollo económico. El estado totalitario reprime y suprime con un cerco absoluto el libre acceso a la información. La radio es la primera fuente de noticias en los países en vías de desarrollo. Aquí cada día, por órdenes de CONATEL son cerradas cinco emisoras en todo nuestro territorio.
Liquidación de la política
El objetivo estratégico del gobierno es, en efecto, garantizar a la persona que ocupa el mando en Miraflores del más absoluto control de los resortes de la vida nacional y destruir para ello, los lugares del poder alternativo que toda institucionalidad republicana supone.
De lo que se trata es contribuir a la liquidación de la política, estrangulándola con la renta petrolera y la mano peluda de una estatización delirante.
Esta demencia estatizadora, no se alojó súbitamente en la mentalidad del hombre nuevo, hijo socialismo del siglo 21, producto de una iluminación doctrinal. Es su mejor arma para mantener el control de la sociedad a través de la banalización de la política. Y como primera conclusión admitimos que la política dejó de hablarle al ciudadano y que hoy se le pide permiso al elector para actuar en la política.
Demócrata integral
Alfredo Álvarez dijo en La Pochocha que Carlos Andrés Pérez y su tragedia política constituye una grave inflexión en la historia de nuestros héroes civiles.
Al respecto precisa que con su arbitraria e ilegal defenestración se inicia un proceso de imprecisos y oscuros gestos políticos que nos han colocado en una crítica situación.
Los sucesos devenidos luego de la decisión del máximo tribunal de la República constituyen una frontera difusa a partir de lo cual la conjunción de política y democracia se han constituido en nuestra mayor quimera.
Hay quienes hoy coinciden en señalar que no hacía falta destruir el país para llevar a cabo un juicio contra el político que era Carlos Andrés Pérez.
Para el clima de opinión que vivió el país, el recordado historiador Manuel Caballero advertía que todo el mundo asegura que Carlos Andrés Pérez está muerto. Lo único que preocupa y hasta aterroriza a algunos es la posibilidad de su resurrección.
Frente a ese clima de venganza, de odio y retaliaciones, Pérez se presentó como un hombre provisto de una gran generosidad, sin rencores y ajeno a toda pequeñez. Quedó reivindicado como un demócrata integral al entregarse sin condiciones ante la justicia, aunque no existía posibilidad alguna de que se le hiciera justicia. Actuaba convencido que ese tribunal no podrá: peculado y malversación, acciones que no pueden coexistir. Peculado supone enriquecimiento personal, tomar dinero público para sí o para otro. La malversación implica utilizar fondos públicos en una finalidad distinta a la autorizada.
Carlos Andrés Pérez fue absuelto del delito de peculado, pero el fiscal Iván Darío Vadel también lo había acusado de peculado espiritual.
Se le condenó por su apoyo moral y práctico a la naciente democracia en Nicaragua, apoyando con recursos de la partida secreta la conformación de la policía de ese país. A Pérez lo linchó la muchedumbre.
El historiador Germán Carrera Damas conoció y trató de cerca al presidente Pérez. Fue su embajador en México y expresa una muy solvente opinión acerca del polémico personaje y su final político. Para Pérez, nos dice, la patria era la república liberal democrática y se sentía responsable de su permanencia.
No se refugió en ninguna embajada. Con una integridad ejemplar, tampoco rehuyó de aquel terrible aprieto de cárcel, juicio político y todo lo demás.
Es un hombre que asume completamente todo aquel proceso de vejación y de humillación.
Nadie puede decir que intentó dar un golpe de Estado, o que intentó valerse de lo que podría tener como fuerza militar o lo que fuera. Lo suyo fue un acto de conciencia democrática ejemplar.
Alfredo Álvarez se formula la pregunta: ¿ Por qué desagrada tanto la figura de Carlos Andrés Pérez y alguna gente no quiere que se le recuerde? Y piensa que la respuesta es que es un reproche vivo a todo el mundo.
Pérez es execrado porque su ejemplo no tiene precedente en la historia de Venezuela. En cierta forma se inmoló para preservar el mensaje democrátio.
Otro inobjetable adversario de Pérez, el periodista Manuel Malaver, escribió en esos aciagos días que “en el juicio, pasión y encarcelamiento de Carlos Andrés Pérez, Venezuela han tenido de nuevo la oportunidad de hacer demostración de uno de sus deportes favoritos; un regusto por la necrofilia, que convierte al pasado en presente y a la muerte en la raíz de la vida”.
Predominio del conflicto
De acuerdo al análisis que ha hecho Alfredo Álvarez, en el curso de los últimos 30-40 años en la política venezolana ha predominado más el conflicto que el consenso.
Es más visible un conflicto existencial caracterizado por el intento de aniquilación política, económica o moral del adversario que el conflicto agonal, de competencia.
Se prescinde de las reglas que regulan las diferencias y se intercambian por las imágenes estereotipadas, los prejuicios atávicos y las libres derivaciones de lo que se supone es el juicio de la opinión pública.
En otras palabras, todo se vale y tienen más peso las representaciones sociales dicotómicas, que la realidad misma.
A estas alturas no hemos podido liberarnos de la nefasta impronta de tío Conejo, el más incívico de los ciudadanos venezolanos, comenta este periodista que ha vivido muy de cerca la política nacional en su ajetreo de trabajo.