El expresidente Carlos Andrés Pérez estuviera cumpliendo 100 años de haber nacido en Rubio, estado Táchira, fue un político ciento por ciento, de ideas claras y democráticas, y ha sido muy difícil para sus enemigos opinar negativamente, sobre su actuación pública en las dos oportunidades que resultó electo mayoritariamente, y muy fácil para sus enemigos, que los tuvo hasta su fallecimiento. No alimentó en su vida ni odio ni rencores, pero sí una enorme capacidad para defender sus ideas y entenderlas a cualquier costo,con un respeto absoluto de la opinión de sus rivales. ideológicos, más no de enemigos con los que compartió sus luchas.
DE MADRUGADA
Tuve la magnífica oportunidad de conocerle personalmente en una fría madrugada con motivo de una visita de 24 horas a Barquisimeto. Se había hospedado en el hotel Jirahara junto a su pequeña corte, casi todos dirigentes regionales encabezados por el gobernador Mariano Navarro, anfitrión del jefe del Estado, y otros dirigentes de Acción Democrática, su debilidad como político. En ese acto me atreví a solicitarle a CAP una entrevista amplia para publicarla en las páginas de este diario de la familia Carmona. No lo pensó dos veces.
¿Le parece bien mañana? Eso sí, muy temprano.
Se lo prometí, y a eso de las 5:00 de la mañana llegué a la recepción del hotel, explicándole a la Casa Militar mi cita con CAP. Sin mucho protocolo, el militar me dijo que subiera hasta la suite presidencial, que me estaban esperando.
Fue muy afectuoso y comenzó a preguntarme cómo estaban las cosas aquí en Lara, mientras intentaba arreglarse la corbata. Un minuto para tomar un café y luego a comenzar la entrevista.
¿Es cierto que usted llegó a un acuerdo con el presidente colombiano Lopez Michelsen? Al menos eso me dijo cuando hablé con él en un viaje entre Bogotá y Cúcuta.
Solo hablamos de la importancia y la necesidad de arreglar el problema del diferendo entre nuestros países para bajar de alguna manera la enorme tensión pública que hoy vivimos. Solo a un loco se le ocurre pensar en un conflicto entre dos países hermanos. La voluntad entre López y yo puede ser de gran utilidad en el futuro.
Más de una hora, el presidente siguió hablando de Colombia y sus nexos y recordó que Venezuela está muy cerca de Colombia y en lugar de andar peleando era mejor entendernos.
Ya amaneciendo, a eso de las seis, dimos por terminada la entrevista, sin antes de otras rondas de preguntas y respuestas. Le hice la observación que yo era muy errático manejando los grabadores y antes de despedirnos me alertó sobre la manera de manejar el aparato. Tenía la sospecha de que algo estaba saliendo mal y allí mismo lo comprobé. Cuando quise oír la voz del presidente solo escuchaba un ruido. Casi me da un infarto.
Recordé entonces un consejo de un experto periodista y la treta que usó una vez en un caso similar al que les cuento hoy.
Regresé de inmediato a las oficinas de redacción, cerré mi habitáculo y comencé a reconstruir la entrevista. Apoyándose solamente en la atención que siempre le dedico a los personajes. Al siguiente día la entrevista fue publicada a página entera, pero a mí me quedaron muchas dudas.
En la noche se celebró un agasajo del gobernador Navarro como anfitrión. Cuando supe que el presidente estaba en el salón principal de la residencia intenté cobardemente huir de la escena, pero fue Pérez el que me detuvo y me apartó a un lado para preguntarme a solas.
¿Se le dañó el grabador, no?
Muy apenado conteste afirmativamente, hasta que de nuevo y en voz muy baja me alivió.
Estuvo muy bien, recordaste lo principal, lo más noticioso, muy bien, ¡¿Verdad gobernador?!
Respiré profundo y me fui de aquel lugar, donde había pasado el susto de mi vida.
LRM