Después de publicar con gran éxito Enciclopedia Larense, 1941, en el año 1954 y tras más de veinte años dedicado al estudio del Libertador, publica el psiquiatra autodidacta larense Rafael Domingo Silva Uzcátegui en Buenos Aires, Argentina, Historia Biológica de Bolívar. Obra profusamente documentada. Tiene un subtítulo bastante largo y es una suerte de índice de contenidos: La historia biológica. El genio de los estados psicopáticos. Estudios científicos hechos sobre Bolívar. Herencia y educación. Excesos y traumatismos psíquicos. Constitución psiclotímica. Los accesos depresivos. Constitución emotiva. Fenómenos inhibitorios. El estupor emotivo. El Delirio sobre El Chimborazo. El delirio de Casacoima. El rapto ansioso, etc. Fue publicada en tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez en Venezuela y fue comentada en diversos actos de la llamada Semana de la Patria, en Barquisimeto, Venezuela, política de ensalzamiento de los valores de la nacionalidad llevada adelante por este régimen de fuerza.
En esta obra hay un gran ausente: el médico judío húngaro Max Nordau y su polémica obra Degenerados, publicada en alemán en 1891 y traducida al castellano en 1902. Este libro se había constituido en libro de cabecera del temprano R. D. Silva Uzcátegui, y basándose en sus criterios insostenibles e hirientes, escribirá su controversial Historia crítica del modernismo en la literatura castellana, en 1925, que es a su vez un despiadado ataque a los poetas franceses del siglo XIX, los llamados “poetas malditos”: Baudelaire, Verlaine, Lautréamont, Moreas, y a los bardos americanos Rubén Darío y Leopoldo Lugones. Cuando el venezolano escribe esta obra Max Nordau es apenas un doloroso recuerdo en la cultura europea.
Observemos a continuación los numerosos elogios recibidos por esta obra sobre Bolívar. El doctor Gregorio Marañón (1887-1960), autor de Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo, escribió: “Conozco bastante bien la bibliografía de Bolívar y realmente faltaba profundizar en el conocimiento del gran caudillo americano. Sinceramente, creo que el libro de usted cumple esa necesidad.” (Yépez, Bernardo. 2011, p. 29).
El médico psiquiatra francés, firme opositor del psicoanálisis de Freud, Henri Baruk (1897-1990), escribe:
Su muy bello trabajo pone en evidencia el papel de los fenómenos periódicos cíclicos o maniacos (en los genios y grandes hombres), cosa que demasiado a menudo se olvida en psiquiatría. (…) yo me prometo analizarla en las revistas francesas, en particular en la Revue Neurologique, para hacer conocer estas bellas investigaciones a los médicos a los lectores franceses.
Otros comentarios, siempre elogiosos, serán los del doctor José Solé Segarra quien escribe: “…saca usted acertadas conclusiones biológicas sobre el psicótico que estudia. El médico argentino Dr. Enrique Gandía dirá: “Ha penetrado usted con sinceridad en sus emociones y en los recónditos secretos de su alma.” El muy conservador Diario La Religión dice: “El insigne escritor y crítico profundo ahonda los estados más difíciles de la psicopatología, así como de la herencia y educación que influyeron en el alma del Libertador.” Finalmente, el Dr. David Anzola, médico barquisimetano, hablará de “su vasta preparación, la seriedad en el concepto, la imparcialidad de sus juicios, su estilo castizo.”
En el prólogo de la obra dice su autor, Silva Uzcátegui, que el libro Psicopatología de Bolívar del Dr. Diego Carbonell, escrito en 1916, es ya anticuado (p. 45). Ello lo afirma porque el médico sucrense no conoció los avances en psiquiatría de los eminentes médicos europeos Kraepelin, Krafft, Ebing, Dupré, Laignel-Lavastine, Baruk, Bleuler. Se trata entonces de una actualización del voluminoso y bastante técnico libro, con lo cual el joven médico sucrense se ganó serias enemistades y adversas críticas. Una de las cuales fue la del Dr. Luis Razetti, quien dijo que Carbonell está escribiendo un libro para demostrar que Bolívar fue epiléptico.
Pero es un hecho cierto que el Dr. Carbonell y R. D. Silva Uzcátegui comparten el mismo criterio cientificista del positivismo decimonónico y que bebe de las fuentes de la muy prestigiosa Escuela Francesa de Psiquiatría, la que dominó tales estudios en el orbe hasta mediados del siglo pasado con las eminentes figuras de Pierre Janet y Henri Baruk, entre otros. Estos dos galenos franceses, es necesario destacar, se encuentran muy alejados de los estudios de las anomalías psíquicas llevadas a cabo desde finales del siglo XIX por el médico judío-vienés Segismundo Freud y sus discípulos.
Para el escritor larense existe una afinidad estrecha entre el genio y los estados psicopáticos. El genio es una neurosis acompañada frecuentemente de una superioridad intelectual. Bolívar tenía una personalidad psicopática que encuadra dentro de los límites clásicos de la constitución ciclotímica de Kretschmer y la constitución epileptoide de Minckoswski. En el Libertador existían una serie de factores predisponentes (p. 80): la herencia, en sus ancestros hubo manifestaciones psicopáticas en ascendientes y colaterales; la educación, la pareja Rodríguez-Bolívar constituye una verdadera pareja psicopática; excesos y fatigas que le provocaron diversos traumatismos psíquicos, la muerte de su esposa en 1803, el acceso de depresión posterior sufrido en París.
En conceptos del escritor larense, Bolívar presentó dos constituciones asociadas: la constitución ciclotímica, (inestabilidad del humor, genio variable, un excitado constitucional, la depresión sucede a la energía) y la constitución emotiva. Después establece las etapas psicológicas de la vida de Bolívar. 1º. La de la evolución puberal: joven atolondrado, quimérico, extravagante. 2º. Etapa de la edad viril. Bolívar se muestra el hombre de genio a plenitud, las grandes campañas, la actividad casi sobrehumana, es la etapa del hombre de las dificultades. 3º etapa. Es la de véspero declinante, las melancolías, la hipocondría. (p. 142 y ss).
Los accesos de melancolía del Libertador fueron varios: 1º. Con la muerte de su esposa, 1803. 2º. El que sufrió en Alemania, una depresión melancólica, 1805. 3º. Con la caída de Puerto Cabello y la Primera República, 1812. 4º. El que sufrió en Pativilca en 1824, donde cayó gravemente enfermo. 5º. Un ataque de gravedad en Guayaquil, 1829. (p. 148).
La constitución emotiva del Padre de la Patria lo hizo padecer de frecuentes insomnios, exagerado sentimentalismos y lágrimas, hiperestesia sensorial (le molestaba demasiado el humo del tabaco), la inquietud y el fastidio. El asesinato del Mariscal Antonio José de Sucre le turbó el espíritu. El intento de magnicidio en 1828 en Bogotá le produjo estupor emotivo: manía persecutoria con alucinaciones. (p. 197). Un fenómeno psíquico curioso nos presenta R. D. Silva Uzcátegui: los fenómenos inhibitorios en los banquetes: en ocasiones saltó el Libertador sobre las mesas, brindaba y decía palabras exaltadas. Ello ocurrió tres veces. (p. 210).
Y no podían faltar los delirios, alucinaciones que son como una manifestación de una gran emotividad: El Delirio sobre el Chimborazo, que está cumpliendo 200 años, en donde exclama: “Me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.” Y finalmente el Delirio de Casacoima (Venezuela, 1817) donde Bolívar se puso a hablar con gran entusiasmo de grandes `proyectos. Decía que irían a libertar a Nueva Granada y después pasarían a Ecuador, de dónde irían al Perú y luego llevarían sus armas triunfantes hasta el Potosí. Fue una de las emociones-conmociones depresivas más grandes de su vida. (p. 218).
Y finalmente el rapto ansioso: Los paroxismos de terror sucedidos durante el terrible periodo de la Guerra a Muerte en Venezuela, 1813. Y termina nuestro escritor larense con Última enfermedad y muerte: La tuberculosis le quita la vida al Libertador el 17 de diciembre de 1830. (p. 221).Es un libro que se aparta de la historiografía tradicional venezolana en torno al héroe, muchas veces presentado en todo su romanticismo y, en consecuencia, idealizado, tal como lo presenta Eduardo Blanco en Venezuela heroica (1881). Nuestro escritor larense muestra a un “Bolívar de carne y hueso”, como diría el médico psiquiatra Francisco Herrera Luque, sometido a las contingencias y limitaciones de una constitución biológica, lo que a menudo olvidamos o ignoramos.
Luis Eduardo Cortés Riera