#OPINIÓN Los Diarios de la Zía Nona (Prohibido Olvidar) (Parte I) #24Oct

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A Carmen Teresa, Peppino y a los tres mosqueteros 

¡Porque soy tu madre y punto…!

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Carmencita Carreño de F…

<<Jamás viajo sin mi diario… uno siempre 

…tiene algo que leer en el tren>>

Oscar (Fingal, O´Flaherty, Wills) Wilde

<<No diría que no llores, porque 

…no todas las lágrimas son malas>>

J.R.R. Tolkien 

<<Todos los problemas de la humanidad 

…son producto de la ignorancia>>

Dalia Lama XIV

<<A veces la vida nos lleva a aguas profundas,

 …no para ahogarnos sino para limpiarnos>>

Anónimo

  • El Colegio

La costumbre es un arma de doble filo. Y tiene más filo cuando la costumbre habla de la madre. El filo del recuerdo materno corta como ninguno, pero también corta el pasado para darle paso al futuro. Así que para reconocer mejor el futuro hay que revolver el pasado. 

Temprano mamá me despertaba para ir a la escuela. Como cualquier muchacho me costaba un mundo levantarme de un lecho tan cálido como un nido de madre. Un beso en la mejilla era un protocolo que lavaba el alma antes que los dientes. Luego esa sonrisa bañada con ojos de amores me apuraba para la ducha pues el desayuno se enfría. Cuidaba mi dieta de futuro nadador lo que me hizo un bien tan inmenso para el cuerpo como lo era el amor para el espíritu. Mamá me enseño sin saber cómo pero sí porqué, a soñar. Que uno sepa, no habría muchas madres que sin haber tenido una vida para ensoñar, o de ensueño, estaban al tanto de cuán significativa es para el infante imaginar. A veces decía… mira lo que no se ve.

Gracias a eso aprendí a escribir y también a mi hermano Charlie que lee como fuma una puta presa y con el tiempo entendí que la vida no da puntadas sin dedal. Cuando sueñas aprendes desde el subconsciente. 

Dos cosas recuerdo con claridad y nunca coloqué a un lado del camino. La primera fue que el principal enemigo que se tiene es uno mismo, y la otra, y no menos importante es que el peor enemigo que se puede poseer es la ignorancia.

Mamá cuidaba mi alimento (por mi tendencia a engordar) tanto como mi educación como militar de escuela marcial, sin pasar por alto ningún detalle desde la higiene personal hasta el bulto de escuela. Ni hablar de modales, y que dios me libre de malas palabras que equivale a sacrilegios. Educacion y deporte eran un combo que mamá ejerció sobre sus tres hijos implacable. Tal vez fui el más triunfante en las piletas aunque mis hermanos tenían lo suyo. Me costó el exilio del menor !que mejor no se entere de cosas picantes! Ya llegará el momento de hablarle de sexo. Mamá respetaba nuestras temeridades pero con ojo de águila. Papá dejaba a mamá la ley y dirección familiar, y sólo hacía su rol de patriarca proveedor.

Tomaba el desayuno sin prisa pero sin pausa, porque íbamos tarde. Carmen tenía su carro propio, un Mercedes Benz 180 tan negro como mis ganas de ir al colegio. Llevaba mi paño y el traje de baño envuelto para la práctica diaria de natación en la pileta del colegio Santiago de León de Caracas con el célebre instructor de natación el Prof. Tomás Victoria, entrenador de Alberto Mestre y Rafael Vidal, este último medallista olímpico. 

El verbo procrastinar para mamá Carmen era más delito que pecado. El retraso para un sargento no era posible. Luego pude entender lo que es el trastorno obsesivo compulsivo por el orden. Lo entendí porque lo que se hereda no se hurta. La herencia de los caracteres adquiridos es un facto, no una teoría. Por fin estábamos ruta a la av. Francisco de Miranda cruzando a la altura de la antigua Embajada Americana en la Floresta con el edificio Creole de un azul tan marino como una playa tropical. Daba la impresión de hotel de interés social  Guaireño en la época de la dictadura de Pérez Jiménez. 

Justo al cruzar a la zurda y luego de avanzar una cuadra aparecía la lujosa clínica La Floresta donde el rico moría con gusto. De nuevo otro cruce a la izquierda y embocábamos a la entrada del colegio para ponernos en la fila de autos donde esperábamos pasar la puerta de acceso con la garita de control y dejarnos a buen recaudo con el personal docente. Nunca olvidaré la cara del Dr. Vegas roja como nalga de Babuino. A su lado la preciosa profe Zuloaga y la rolliza maestra de primaria la señorita Bello. Acto seguido, al pie de la bandera nacional se cantaba el “Gloria al Bravo Pueblo” con el alma en las gargantas del futuro; en uno donde no está mamá, y el mundo se cae a pedacitos ante nuestra asombrada mirada de incredulidad.

Mamá volvía en su Mercedes azabache con una sonrisa en los labios y linda como una actriz del cielo. Allí empezaba otro mundo. El mundo donde se aprende de todo para poder subsistir en sociedad, ese mismo mundo que cambia sueños por pesadillas y que a la dura pena enseña a que brinques o te encarames pero no podrás huir o esconderte. Este mundo humano es inmensamente cruel, y mamá fue víctima de ese mismo mundo cuando niñita, por lo que nos protegía como mamá gallina a sus amados pollitos.

Las clases eran tan solemnes como fastidiosas. Decía Bernard Shaw que aquello que debe aprenderse no se puede enseñar. Y vaya que entre la gorda Bello, la clase cansada y el amiguito perdido de temores la negritud del auto era una luz en la dimensión desconocida. Al final del día uno estaba más perdido de lo que llegó con el agravante de la tarea que era la piedra del zapato pues los penitentes teníamos la obligación de llevarla y hacerla en casa. Normalmente la tarea competía con las obligaciones del sargento en la casa. La guía para la domestica era tan completa que aterraba a las candidatas a cachifas a morir. Una prueba que la obcecación de mamá traspasaba las fronteras de la regla. Mi primo Magoo le llamaba la prueba de fuego. La mayoría salía raspada. De vuelta a casa sin cachifa y con el sargento al mando del cuartel la vida volvía a ritmo Carmencita, uno tan perfecto y severo que acabó como enemigo de lo bueno… 

MAFC

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