En Secretaría se encuentran 33 indígenas que vienen a interponer unos recursos de amparo contra el Fiscal General de la República.
– Disculpe, Magistrado.
– Pase adelante, Secretario. ¿Qué se le ofrece?
– Doctor, tenemos un problema en Secretaría.
– ¿De qué se trata ahora, Secretario?
– En Secretaría se encuentran treinta y tres indígenas que vienen a interponer unos recursos de amparo contra el Fiscal General de la República. Ninguno habla castellano y no saben escribir. Exigen que les transcribamos sus declaraciones verbales.
– ¿Tenemos intérprete, Secretario?
– No, mi “dóctor”. Pero no se trata de un intérprete. Necesitaríamos treinta y tres intérpretes porque cada uno habla una lengua indígena diferente. Aquí tengo la lista… Añú, Kurripako, Lokono, Warekena, Wayúu, Akauaio, Eñepá, Japrería…
– Basta, basta, señor Secretario. ¿Y si no hablan castellano –digo, español- cómo sabe usted todo lo que me cuenta?
– Hay un señor que mencionó que era abogado, de bigote y barba, alto y corpulento, que me lo dijo. Asómese. Es el alto, de lentes y pelo blanco, el de la sonrisita maliciosa.
– Pues si es su abogado, que lo redacte él y que lo firmen los indígenas.
– Eso fue lo que le dije yo, mi “dóctor”, pero me dijo que él es un abogado que está de paso y que no los representa y que no tiene nada que ver con el asunto. Dice que se los encontró cuando hacía un tour por el centro cuando se dirigía a El Calvario y le dio curiosidad. Para mí que esa sonrisita dibujada en su cara es sospechosa, mi “dóctor”. Pero el problema no solo es ese, mi “dóctor”. Es que ellos no se entienden entre sí. Como le dije, hablan treinta y tres lenguas diferentes. Además, me parece que cada uno quiere interponer su propio recurso.
– ¿Secretario, de verdad que no hablan español? A mí me parece que esto es una cómica montada.
– Pues, como que tiene razón, mi “dóctor”. Lo digo porque uno de ellos me entregó un recorte del artículo 9 de esa constitución del librito azul del Comandante Eterno. ¡Seguro que sabe hablar español! ¡Se lo juro por mi mamá santísima, que en paz descanse, y por el Presidente Obrero!”
– ¿Y qué dice ese artículo, Secretario? Aquí no nos llegan casos con artículos con números tan bajos. Hágame el favor y me refresca la memoria.
– Claro, mi “dóctor”. Aquí lo tengo. Dice así: “El idioma oficial es el castellano. Los idiomas indígenas también son de uso oficial para los pueblos indígenas y deben ser respetados en todo el territorio de la República, por constituir patrimonio cultural de la Nación y de la humanidad.”
– ¡Anda palauyama!, exclamó el magistrado.
– Pero eso no es todo mi “dóctor”. Cuando venía para acá me pegaron un taquito disparado con una “liguita” en el cogote. Lo recogí –pero con la dignidad del cargo, como siempre me ha repetido- , vi que había algo escrito y mire lo que dice – y lo dice en castellano o en español, no sé qué pastel es ese, mi “dóctor”- pero mire lo que escribieron: “Arco Minero”, “Voto de indígenas”, “Matanzas de indígenas” “Fuerzas Armadas y guerrillas masacrando a indígenas”, y este último que me pareció sublime, mi “dóctor” y que enorgullecería al Comandante Supremo: “Extradición de españoles para juzgarlos por genocidio durante la Conquista”.
– Mire, Secretario. ¿Usted es o se hace pasar por…? Seguro que fue a una academia especializada para cambiarle la polaridad de las neuronas.
– Nada de eso, mi “dóctor”. Estudié duro y me fajé un año completo en una universidad bolivariana.
– Proceda de inmediato, desaloje la Secretaría y que Seguridad los escolte hasta la salida. Hoy no estoy para necedades.
– Me parece, mi “dóctor”, que no sería conveniente ni propio de un verdadero chavista. Vienen aquí porque los botaron de la Fiscalía. Dicen que representan a 222.000 indígenas y que son hijos consentidos del Presidente Chávez. ¡Eso es mucha gente consentida! Mi opinión profesional es que el asunto de la extradición era lo que quería el Comandante Presidente y ahora tenemos la oportunidad de lograr nuestra venganza.
– Mire, Secretario. Lo que está consumiendo o es mucho o está adulterado. ¿Nuestra venganza? ¿Quiénes somos esos “nosotros”? Ni siquiera usted y yo somos indígenas, abogado. Nadie ha hablado aquí de venganza. Está de por medio el Tratado de Paz y Amistad entre Venezuela y España de 1845 durante el reinado de Isabel II. Para que sepa, la población de España -con niños incluidos- es de cerca de 50 millones de personas. ¿O es que piensa imputar a los niños también? Aquí no han venido 50 millones de españoles desde la Conquista. La responsabilidad penal es personal, Secretario. Los descendientes –si es que logra identificarlos- no son responsables de los actos cometidos por sus ancestros. ¡Eso pasó hace más de cinco siglo atrás, por favor! Hasta usted podría ser descendiente de uno de los españoles que vino a Venezuela en aquella época ¿Y si es así, qué hacemos con usted, Secretario? ¿Y cómo va a identificar los hechos si no hay pruebas que vinculen a las personas con lo que usted llama genocidio? ¡Váyase a su casa y desintoxíquese! Eso es lo que tiene que hacer.
– Me preocupa lo que oigo: propaganda imperialista y contrarrevolucionaria. Ahora le hablo como camarada, compañero revolucionario y representante de las bases del partido. Voy a tener que reportarlo, camarada. Usted sabe con quién y también sabe bien cómo son las cosas en esos lugares. ¡Usted ha mandado para allá hasta a sus amigos cercanos y sabe cómo quedan! ¿Me entiende, mi “menol”?
– No crea que me intimida, Secretario. Yo soy revolucionario hasta la médula. Además, tengo mis contactos en las altas esferas. Soy intocable. Usted no me amedrenta. Pero, ahora que menciona la propaganda imperialista, quizás tengamos que considerar ese factor en Sala. Hágame el favor de traer –mejor dicho: invite- al tipo de la barba, al del recorte de la constitución. Ah, y vea los videos de Seguridad y me invita también al del taquito. Quisiera conocerlos. Y borre todos los videos. Usted sabe, Secretario, una leve falla técnica que nunca puso en riesgo la seguridad de esta sede.
– ¡Ah! Y no hace falta que se vaya a su casa, Secretario. Redacte un edicto o un decreto o una sentencia o un acuerdo o lo que le venga en gana, fechado el 11 de octubre de 2022, anunciando que, en conmemoración de la Resistencia Indígena y en señal de luto y duelo bolivariano, este Máximo Tribunal entra en receso contemplativo hasta nuevo aviso en amoroso respeto a nuestros amados indígenas, fuente de nuestra de nacionalidad y use esta frase en los Considerandos: “patrimonio cultural de la Nación y de la humanidad”. Donde quepa y se note. Eso nos dará un tiempito. Y esos indígenas nunca estuvieron aquí. ¿Entendido? Les notificaremos por Whatsapp cuando puedan regresar -como es la doctrina de este Alto Tribunal- pero olvídese de anotar sus números de teléfono. Por ahora no los necesitamos. ¿Estamos claros, Secretario? ¡Quizás ni Internet ni telefonía celular tengan!
– Sí, mi “dóctor”. Entendido y “Q A P”. Siempre he admirado su ecuanimidad y su inteligencia, mi “dóctor”. Por eso usted es magistrado, mi “dóctor” y yo [guiño del ojo de por medio] un simple Secretario.
– Y no me vuelva a llamar “mi dóctor”. Mire que yo soy doctor, gracias al tipo ese de Podemos en España. ¡Bastante real que me costó! Yo aquí y aquel dándose la gran vida en España. Pero llegará mi oportunidad.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Luis Alejandro Aguilar Pardo
Twitter @Nash_Axelrod