Corría el año de 1214 y los Predicadores bajo la conducción de Domingo de Guzmán tenían muchos aprietos debido a la guerra entre Cristianos y Albigenses, una secta francesa que negaba la divinidad de Jesús por considerar que existía una dualidad excluyente entre la carne y el espíritu.
Para esa época todos los litigios y diferencias se dirimían mediante el uso de la violencia y por ello se requería de un instrumento pacifico de mucha fuerza que permitiera la evangelización sin necesidad de acudir al uso de las armas. Angustiado por estas adversidades y limitaciones para su predica Domingo de Guzmán se interna en un frondoso bosque donde permanece tres días y tres noches en ayuna y contemplación, elevado a un estado de gran concentración mística la Virgen María hizo contacto con él para entregarle el conocimiento del Santo Rosario como instrumento de paz y evangelización.
Pero según los estudiosos el origen del Rosario tiene referentes muy anteriores que se remontan a siglos anteriores cuando se utilizaba un sistema de cuentas para el rezo, práctica al parecer tomada de los monjes budistas quienes utilizaban estos adminículos como complemento manual para la verbalización de sus mantras sagrados mediante los cuales intentaban alcanzar el nirvana., estado de gracia en el cual el espíritu se desprende de las ataduras materiales para confundirse con la fuente de energía universal, algo parecido a lo que pretendemos los cristianos con nuestras oraciones , los místicos del hinduismo con sus meditaciones que persiguen sintonizar su atman individual con el brahmán cósmico y los derviches del sufismo islámico cuando buscan su camino personal para estar con Dios.
No obstante el Rosario tal y como lo conocemos actualmente sin duda está vinculado a Santo Domingo de Guzmán porque incluso antes de él no existía la oración Ave María, la cual tiene también sus orígenes por esta época. Lo importante del Rosario es que le da carácter popular a los rezos, ya que anteriormente estos se practicaban, con el nombre de Salterio, casi con exclusividad en los monasterios y consistían en la lectura de los 150 salmos del antiguo testamento. Como la mayoría de la gente no sabía leer no podían sistematizar las oraciones y de allí que con el Santo Rosario que consta básicamente de dos oraciones, el Padre Nuestro y el Ave María, fáciles de memorizar y repetir, todos los cristianos pudieron celebrar su ritual cotidiano de adoración a Dios y veneración a la Virgen María.
De esta forma el Santo Rosario se convirtió en forma de rezo cotidiano para todos los cristianos pero no fue hasta el 7 de Octubre de 1571 con el triunfo de la liga cristiana contra los turcos en la Batalla de Lepanto, cuando el Papa Pío V lo instituye como liturgia oficial del catolicismo al registrar una fecha con el nombre de Nuestra Señora de las Victorias , agregando a las letanías de la Santísima Virgen el título de “Auxilio de los Cristianos”. Posteriormente el Papa Gregorio III cambió esta fecha nombrándola como Fiesta de Nuestra Señora del Rosario.
El Santo Rosario consta de cuatro grupos de cinco misterios cada uno que recrean la vida de Jesús, Gozosos, Dolorosos, Gloriosos y Luminosos, estos últimos instituidos por el Papa Juan Pablo II. En cada misterio los creyentes toman contacto con los momentos más importantes en la vida de este hombre al cual los cristianos le atribuimos la condición de Dios vivo, convirtiendo de esta forma la repetición de las mismas oraciones en un camino espiritual que nos debería llevar ante su presencia.
Es difícil encontrar algún santo dentro del catolicismo que no esté relacionado con el rezo del Rosario varias veces al día, y esto nos lo podemos explicar fácilmente si consideramos que esta práctica es lo que más se acerca al estado de oración permanente, es decir, al permanecer en oración constante todo el día al mismo tiempo que se realizan otras actividades, tal y como lo hacía el Peregrino Ruso, leyenda o realidad, que mostró a los católicos la manera de actuar dentro del mundo pero en un estado de conciencia superior en el cual se vive como humano pero trascendiendo los hábitos de supervivencia que nos convierten en animales competitivos.
Y es que cuando un católico reza el Rosario con el posicionamiento místico adecuado más que verbalizar oraciones se adentra por un puente o camino interior que gradualmente le sustrae del entorno inmediato para colocarlo en un escenario espiritual de gracia y comunión con energías superiores, energías que nosotros calificamos como esencias divinas, es decir procedentes de Dios.
Pero no importan los argumentos ni las reflexiones intelectuales que puedan suscitarse en torno al ejercicio de rezar el Rosario. Lo importante, lo maravilloso, es que en su extrema simplicidad está contenida una estupenda fuerza espiritual que congrega a millones de personas en la celebración constante de las mejores bondades humanas, bondades humanas que se expresan con nitidez y perfección al someternos humildemente, mediante la oración, al sentimiento de ser todos algo insignificante dentro de la inmensidad eterna del Universo.
Para finalizar este artículo permítanme citar unas palabras escritas sobre una piedra de algún camino:”El Poder de Dios está en la oración. La oración es un acto de Amor .El Amor es sentir que todos somos uno. Dios es Uno”.
Jorge Euclides Ramírez