Por: QU Dongyu
Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)
Sin dejar a NADIE atrás, este es el tema del Día Mundial de la Alimentación de este año y también un llamamiento urgente para que el mundo se enfrente a la realidad alarmante de que cada vez son más las personas que se están quedando atrás en medio de una crisis de la seguridad alimentaria mundial que empeora rápidamente a consecuencia de múltiples factores. Algunos de ellos son las repercusiones de los conflictos actuales y prolongados como la guerra en Ucrania, la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) y la crisis climática. Otros factores que agravan los problemas son los picos inflacionarios y el aumento drástico de los precios de los alimentos, los piensos, el combustible y la energía, que amenazan con crear una crisis de acceso a los alimentos en el presente y posiblemente una crisis de disponibilidad de alimentos en la próxima temporada.
Muchas personas se han conmocionado al ver las imágenes de los catastróficos niveles de inseguridad alimentaria aguda en muchas partes del mundo en los últimos meses y semanas. En el último informe de la FAO y sus asociados sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, se estima que, en 2021, padecieron subalimentación crónica hasta 828 millones de personas, lo que representa 46 millones más que en 2020 y 150 millones más que en 2019, antes de que empezara la pandemia de la COVID-19. Las consecuencias de la pandemia ya habían acrecentado las desigualdades existentes, aumentado la pobreza extrema y dificultado aún más la erradicación del hambre, en especial en países vulnerables.
Es indudable que la tarea de lograr el objetivo de NO dejar a NADIE atrás es abrumadora, sólo en lo que respecta a alimentar a la población del mundo, por no hablar de ofrecer a las personas una vida de paz e igualdad y un futuro inclusivo y sostenible. Sin embargo, no debemos caer en la desesperación ni seguir haciendo las cosas de la misma manera y esperar resultados diferentes. Existen formas significativas de afrontar estos desafíos.
Veamos uno de los ejemplos más urgentes: en un momento en que aumentan las situaciones de emergencia, las situaciones de conflicto y las catástrofes, una de nuestras principales prioridades debe ser prestar apoyo a los medios de vida de las personas más vulnerables y las más afectadas. Este apoyo debe coordinarse mejor y ser más sustancial; asimismo, deberá llegar a tiempo para las temporadas cruciales de plantación y de producción ganadera. El hecho sorprendente es que al menos dos de cada tres personas que padecen hambre extrema son pequeños productores de alimentos de zonas rurales. La tarea crucial es ayudarlos para que puedan alimentarse y alimentarnos a todos. Es muy fácil que las comunidades se queden atrás cuando se ven estancadas entre la ayuda de emergencia, la labor de desarrollo y los esfuerzos por promover la paz en zonas de conflicto y, en este sentido, debemos mejorar la coordinación de la prestación del apoyo que tanto se necesita y destinarlo correctamente.
También es fundamental que aumente la solidaridad a escala mundial. Por ejemplo, las naciones más vulnerables del mundo necesitan apoyo mundial a fin de poder proporcionar protección social a los segmentos más pobres de su población, de forma que posean los instrumentos necesarios para ser resilientes antes de que les afecte la catástrofe. Los gobiernos deben centrarse en el bien común y evitar medidas proteccionistas que puedan afectar a los mercados internacionales a fin de mitigar las posibles perturbaciones del desabastecimiento de alimentos manteniendo el comercio abierto y las cadenas de suministro en funcionamiento.
Los gobiernos, el sector privado, las instituciones académicas, la sociedad civil y todas las partes interesadas pertinentes que trabajan codo con codo son decisivos para ayudar a la población más vulnerable transformando la forma en que se producen, se suministran y se consumen nuestros alimentos. Para ello, es crucial proporcionar insumos agrícolas básicos, capacitación adecuada, incentivos, innovación y tecnologías a las personas vulnerables, en especial mujeres y jóvenes. Uno de los principales puntos de partida para abordar el problema es la necesidad de disponer de más y mejor información sobre quién se ha quedado atrás y por qué. Si los gobiernos tuvieran más datos y estudios centrados en las personas, podrían utilizar estos conocimientos empíricos para adoptar prácticas institucionales y sociales inclusivas, sensibles y responsables. Un paso importante sería que los gobiernos integrarán el compromiso de no dejar a nadie atrás en sus estrategias, planes y presupuestos para cumplir la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
¿Qué podemos hacer entre todos para que todo ello sea una realidad en varios niveles? Lo fundamental es que todos podamos actuar con eficacia y eficiencia, de forma coherente y con más compasión, dando a conocer nuestra opinión e influyendo en los responsables de las decisiones para asegurar que NADIE se quede atrás. También podemos reducir el desperdicio de alimentos, consumir alimentos nutritivos y estacionales, y cuidar de nuestros recursos naturales como los suelos y las aguas. En este contexto, deseo hacer hincapié en la función vital de nuestros jóvenes. Por segundo año consecutivo, los jóvenes son el elemento central de la plataforma del Foro Mundial de la Alimentación, que estamos organizando en modalidad híbrida en la Sede de la FAO (Roma) este mes (17-21 de octubre). La plataforma está integrada por el Foro Mundial de la Juventud, el Foro de la ciencia y la innovación, y el Foro de la inversión de la Iniciativa Mano de la mano. Las ideas de los jóvenes, su entusiasmo y su interés en el futuro deben desempeñar un papel clave para asegurar que la acción y la solidaridad sean el eje central de nuestro pensamiento y nuestra pasión, a fin de lograr las cuatro mejoras (una producción, una nutrición, un medio ambiente y una vida mejores), sin dejar a NADIE atrás.
Por: QU Dongyu
Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)