Il balen del suo sorriso, d´una stella vince il raggio
(El destello de su sonrisa, ¡de una estrella vence al rayo!)
Así empieza la famosa aria para barítono de la ópera El Trovador de Giuseppe Verdi. Canta el Conde de Luna, el malo de la película, enamorado de la novia del trovador Manrico, quien, sin saberlo ninguno de los dos, es su hermano. Escojo esta frase operática porque expresa poéticamente el impacto de una sonrisa -¡vence al rayo de una estrella!- y yo quiero justamente hablar hoy del valor de la sonrisa.
Sonreír no es difícil. En alguna parte leí que se mueven 15 músculos del rostro para lograrlo, mientras que para fruncir el ceño -conocida expresión de disgusto- se ponen en ejercicio más de 30. Luego, vamos a sonreír que es mucho más fácil y más grato para quien tenemos enfrente. Para agradecer favores o solicitarlos, la sonrisa es un arma contundente.
Hace muchos años, pasé largos meses en París. Recién llegada, temía a la fama del mal humor de los franceses para tratar a los extranjeros, pero me encontré allí con nuestra eximia cantante Fedora Alemán quien me dio un inolvidable consejo: Alicia, sonríe siempre, hasta para comprar una estampilla, a los franceses lo que no les gusta son las caras amarradas. Pensé que a ella le daría resultado porque era una mujer bellísima, pero a mí… Sin embargó, obedecí sus palabras, ¡y funcionó! Nunca experimenté problemas de xenofobia o chauvinismo, por el contrario, era bien acogida.
París es la capital cultural y artística del mundo, a donde todos sueñan llegar. ¿Cuántos millones de turistas recibirá la capital francesa anualmente? ¿Y cuántos transitarán sus calles a diario? El trabajador medio de París recibe, en su sitio de trabajo, a cientos de personas; su jornada puede sentirla cansona y fastidiosa, es muy difícil que atienda afablemente a un turista si éste viene con cara de pocos amigos y mascullando el francés, a pedirle un servicio o un favor. Estallará en mal humor toda su tensión de cansancio y hastío. Diferente sería si eso mismo se solicita con una sonrisa. La sonrisa desarma.
Nosotros debemos andar por la vida sonriendo, así tengamos dolor de muelas en el alma.
Aunque estemos muy tensos por dolores físicos o morales, no tenemos derecho a descargar nuestros sinsabores en las personas con quienes nos topamos, que ya tendrán los suyos. Una sonrisa alivia al otro y a nosotros mismos, porque hemos sabido vencernos y ofrecer esa difícil sonrisa por un problema propio o ajeno.
Sonreír precisamente a aquellos que no sonríen, es un gesto facial que ayuda a disminuirles las tensiones que los aquejan. Una sonrisa amiga puede ser el inicio de la paz en un alma atormentada. Encontrar en el rostro del otro la placidez será siempre una invitación a la confianza, a la conversación sincera. Un mohín adusto es un rechazo, mientras uno sonriente es tender la mano. Si pusiéramos en práctica la campaña de la sonrisa, seríamos benefactores de la humanidad. Qué maravilla si después de una entrevista, un encuentro o una despedida definitiva o no, dijéramos como Carlos Fraga al final de su programa matutino: ¡Hasta la próxima sonrisa!
Alicia Álamo Bartolomé